domingo, 10 de marzo de 2013



¡Y QUÉ…!




Víctor Raúl Jaramillo








  



Para Gabriel Jaime Franco,
testigo y hermano en la orfandad
y en el temor y el temblor
que dicha orfandad estimula
cuando no somos ya razonablemente ateos.

Por la gracia de su poesía.



















Olor a siembra y lluvia


De pronto,
puente o piedra,
luz yo mismo.

Juan Vicente Piqueras


1
“Esquizofrenia” es una palabra típica de ignorantes como yo que nombra algo atípico o “anormal” como ser el enviado del Padre, Lucifer el Hermoso, leer el aura, sanar con las manos, escuchar y ver a los muertos, tener exceso de “alma” y, en caso crónico, ser el mismísimo Dios en todas sus dimensiones. “Esquizofrenia” es sólo una palabra con la que el poder hegemónico, pútrido y malvado, elimina del mundo de lo posible a los hombres y mujeres creadores, de nuevo, como yo.


2
La paranoia empezó como un juego de niños: las escondidas. Porque estábamos temerosos y sentíamos el temblor cuando se acercaba aquél que había contado, con ojos ciegos, de diez en diez hasta llegar a cien. Muchas veces alcanzamos a liberarnos y concebimos un descanso en el vientre inmensamente satisfactorio: vencimos. El otro es el de escuchar las conversaciones de los adultos detrás de las puertas. Era indecente estar a su lado, además, peligroso: sus palabras podrían confundirnos, o lo que era peor para ellos: emanciparnos y darnos libertad y autonomía. Lo que los adultos nos dijeron: estese en silencio y quietico en otro lado que están conversando los “mayores”, quizá debió ser: venga para acá y lo que no entienda pregunte, somos libres de equivocarnos, pregunte que así tendrá mundo. Estas palabras, posiblemente no hubieran sido entendidas, pero en ellas residía la primera pregunta. Decía que escuchar furtivamente detrás de las puertas fue el principio del paranoico: dícese de quien cree que hay un castigo oculto y planeado con suma sutileza para él por parte de los que lo rodean. Es de todos, pero la mayoría huye de su atracción; sólo algunos se quedan allí, como yo, que me siento morir a pesar del gozo.


3
Antes, cuando no entendía su lenguaje, que es ninguno, me ayudaba con los pájaros para crear: madrugaba. (Poco a poco me he ido internando en la noche con su silencio de barrio dormido). Tomaba una copa de amaretto. Era suficiente. Ahora y hace tres años, me nutre el hambre, me pone lúcido, y en ocasiones he entrado en un éxtasis silencioso: conozco lo que otros llaman “Dios”, lo que nos enmudece; conozco la “trascendencia” que es la memoria de nuestro caminar en este aquí del mundo. La locura, como decía nuestro poeta y maestro José Manuel Arango, es violar un recinto secreto y encontrar un animal terrible. La mayoría cierra de inmediato y se olvida del asunto; pero yo he insistido en domesticarlo. En eso se han ido todas mis fuerzas, toda mi voluntad de crear, y espero se me recuerde como lo que soy: oscuridad de la que yo mismo desciendo y amo más que a la llama que al mundo pone límites.


4
He estado acostumbrado a tener, y ahora estoy acostumbrándome a ser, que no puede ser una costumbre porque estamos en permanente devenir; los logos aprehendidos o producto de nuestra voluntad de crear se transforman y originan, ellos mismos, identidades donde ya no nos identificamos, y obliga el nuevo paso crearnos de nuevo. El hombre es el único ser que se autocrea; eso de que venimos con un destino preescrito es como si todavía nos trajera la cigüeña de Paris, ¿a los de Paris de donde los llevarán? ¿Y en qué? Es posible que en un misil made in China. He estado acostumbrado a tener, decía. Pero no soy lo que tengo sino lo que soy: una nada que se cree con derecho de decirle al mundo cómo vivir; después de todo, he tenido la fuerza para ello, y éste es el ahora definitivo: siento una necesidad de ser escuchado que me deja dudas de lo que represento: un papel intercambiable de máscaras que, al quitarse la última, se da cuenta que ya no tiene cara, que se ha convertido en monstruo. Por eso llamo a mi muchacha enamorada para que me devuelva mi humanidad. Quizá aún haya tiempo para el beso.



5
Pienso, en mi narcisismo, que mi obra, si hay algo así, será reconocida; ahora me vuelve el afán de darme a conocer, de saberme aceptado y de asumir mi caminar como júbilo. Ya basta de cristianismo, no me alejaré de lo que estoy siendo por más que se me imponga. Ahora me entrego a la realidad, al cuerpo, a mi mística inmanente. Lo que escribo y compongo debe llevarme al mundo, pero sin quitarme mi soledad. Aprecio la conversación con el otro cuando se asume como devenir, transformación y crecimiento. He tenido, creo yo, a pesar de las diferencias, buena recepción del que me mira y escucha y me da humanidad. Es por eso que no niego su palabra ni su gesto cuando se interesa por mí, y estoy dispuesto a agotarme de vida con mis amigos y mis amantes.


6
A pesar de todo, dije, he conocido ese embeleso, y esto es ya darle nombre, que otros llaman “Dios”. Lo múltiple inefable que acontece en la epifanía. Y puedo asegurarles que no es lo que los vestidos de púrpura y oro les han hecho creer. Ese “Dios” del que ellos se sirven para poder, por eso son los criminales, es ficción; todos sus ángeles y santos son permanencia de nuestro falso entendimiento. Pero “eso” que he sentido y no se puede expresar sino en la poesía que se silencia, es, y en ello he metido la mano. Sentenciaba un texto tamil anónimo que sólo podemos lograr a Dios, que es plural, con nuestro esfuerzo. Y ahí está radicada mi libertad. Por eso mi verso se parece al pan de Egipto: la noche pasa sobre él, y ya no puedes comerlo. Devóralo en el momento en que esté fresco, antes de que el polvo se le ponga encima.


7
La escritura me sana, lo único insano es querer que sea leída. ¿Por qué este deseo obsesivo de comprensión? Quizá porque veo un mundo, desde mi sensibilidad, pútrido y asesino, ofreciendo una “vida verdadera” toda llena de falsas ilusiones y chucherías que no nos permiten entrar en nosotros mismos, ocupados por las trampas de la matriz. Necesitamos vivir vívidamente, como quien se sienta a contemplar una puesta de sol o como quien lee un poema en la ¿intimidad? de su hogar. Vale más el viento que cualquier palabra. Vale más el abrazo de los amigos que cualquier premio nobel de literatura o de la paz. Vale más la sonrisa de esa niña que no te conoce, que la doctrina más milenaria que haya existido. El secreto somos nosotros mismos.


8
En lo que escribo, a pesar de haberlo afirmado antes, no hay rencor. Sólo son diarios de campo del estudio de mí mismo y del mundo donde padecemos la herida de la vida, que es una cita sin previo aviso. No obstante, de mis palabras crudas o metaforizadas de donde se extrae veneno como el que Le Petit Prince pidió a la serpiente, también se evidencian realidad y alegría, diálogo y belleza, bálsamo para los días. Existir, aunque es un plagio como lo realzó Cioran, nos enseña el amor a la vida, y yo soy la vida. Entrego, ahora con más cuidado, mis palpitaciones y mi respiración. Siempre he querido regalar algo a los demás y me esfuerzo porque eso que entregue sea verdadero, aunque no se entienda. Es mi amor al próximo, al hombre que aún no ha obtenido su dignidad, apuñalado por el mismo hombre en este caminar del desastre. Pero brotará lo nuevo, lo singular que no entorpezca la pluralidad y su convivencia; habrá fiesta, y al fin éste será un lugar donde volveremos a estar desnudos, y lo recibiré con agrado. Sí, y amén.




























Canto a mí mismo en clave Caeiro


Me celebro y me canto.
Y todo lo que diga de mí,
lo podrás decir también de ti.

Walt Whitman

¿Para qué es imprescindible tener un piano?
Lo mejor es tener oídos,
y oír bien los sonidos que aparecen.

Alberto Caeiro

¿Por qué una flor sólo es una flor
y no puede ser un lirio o una margarita?
Quizá porque son sólo nombres de hombres
que pasarán y quedarán como el Universo.

Saday



1
Las cosas son lo que son y no habría porqué decir sobre ellas algo y además otra cosa que lo que son ellas mismas. Somos nosotros los que utilizamos palabras de hombres para podernos referir a ellas, pero en su aparecer, no tienen nombre ni lenguaje alguno. Jugamos a antropoformizarlo todo y así creemos que entendemos la realidad, y decimos que la realidad es esto o aquello otro, cuando sólo es lo que es.


2
A veces sufro o supongo que sufro, como soy feliz o supongo que soy feliz; pero todo es porque soy un hombre enfermo que aumenta el mal por preocuparse del mal de los otros. Hay otras ocasiones en que sólo escucho y no pienso, para poder dejar que lo escuchado sea lo escuchado, para ser eso mismo escuchado y no detenerme a establecer diferencias o filosofías. ¿Quién nos dijo que ahora sólo hay interpretaciones? Ese hombre también es falso como quien ve una significación en un árbol que sólo es árbol y no lo deja egoísta en su aparecer; porque un árbol es egoísta puesto que no se preocupa de nada sin saber que no lo sabe, ya que si se preocupara sería un hombre y no un árbol. Pero esto no puede ser, porque un árbol es sólo eso: árbol. Y esto es ya una interpretación.


3
Debemos sanar el mundo es decir que el mundo está enfermo, pero somos nosotros los que sufrimos malestares y dolencias que ponemos afuera para evitar entrar en nosotros mismos. Nosotros que tenemos adentro, no como el mundo que sólo tiene existencia.


4
Deja que las cosas sean lo que son, no las nombres ni les des significado. Así, en su aparecer, la Naturaleza es sólo Naturaleza, pero siendo Naturaleza ninguna.


5
Todo aquello y esto y lo de más allá, todo eso soy y no soy yo; tanto hacia arriba como hacia abajo, yo soy un abismo. Pero cuando otro me dice: “eres un presocrático contemporáneo”, río y trato de ser natural. También soy lo mismo al contrario.


6
Muchas veces mientras hablo, interrumpo bruscamente y hago silencio. Otras veces me impongo frente a quien me habla. Quizá esto no dé qué pensar y quien está junto a mí sólo está junto a mí.


7
Es saludable pensar, aunque pensar sea estar enfermo de los ojos y sea tan molesto como ver caer la lluvia en una tarde de lluvia. El que piensa tiene un rebaño y es el pastor de sus pensamientos que son el rebaño que posee. Pensar es hablar, que a su vez, es estar-en-el-mundo-exponiéndose, y el mundo, por ser mundo, sólo es familiar a los hombres y mujeres que, sin embargo, desean dominarlo y no lo aceptan tal y como aparece, y se la pasan inventando la máquina de hacer felicidad, paradójicamente, con una gran tristeza. Como yo. Sólo quieren que las cosas sean como ellas y ellos quieren. Pero si las cosas fueran como ellos y ellas quisieran, sólo serían como ellas y ellos han querido. Serían diferentes, que es ser sólo diferentes, y sólo eso.


8
Quienes conocen mi decir no saben lo que he dicho ni saben si es mi decir o el de otro, pues, soy multitud a pesar de que ellos estén en lo correcto: no se entiende mi ir hacia que se dice: yo soy los que estamos siendo y también lo contrario en lo mismo.


9
Acaso quien ama o supone que ama, no sepa lo que es amar ni lo que llaman “amor”. Amar es pensar. Amar es la eterna inocencia, y toda inocencia guarda un gran peligro. Amar es arriesgarse a estar desprotegidos, sobre todo cuando nos alejamos de lo amado y lo amado desaparece y nos deja a la deriva. Por eso hay que pensar lo que amamos, con la inocencia del que puede decir “sí”, para después estarse en silencio y huir y quedar como el Universo.


10
La mayoría son como árboles que no saben para qué viven y no saben que no lo saben, y esa es su mejor metafísica; pero los hombres no son árboles sino hombres y mujeres que buscan saber, se angustian y mueren.




11
El amor, el maestro nos lo dijo, es una compañía. Es un diálogo con la pregunta sobre la felicidad. Mas, tal parece, que el amor sólo pertenece al cuerpo y no hace caso de los sentimientos. Amar sentimentalmente es como dar significación a las cosas que, por ser cosas, sólo están en su realidad de ser cosas.


12
Debo reconocer que el sistema antiguo que hace andar las piernas, o el mencionado viaje a pie, no me seduce sino cuando quiero acercarme a una realidad que no está sobre mi sombra. No obstante, camino, y en mi caminar voy sin deseos ni esperanzas y soy ajeno a lo que veo, no por ser singular y otro, sino porque no soy yo: soy lo visto mismo: sin opinión ni representación alguna. Eso es mi meditar, mi mística, aunque es bueno cerrar los ojos de vez en cuando para aprender el ver verdadero.


13
Para mí, tener estilo, es tener un pensamiento propio, aunque compartido, que es no tener estilo alguno. Escribo y hago música según como esté viviendo el instante en que escribo y hago música. Debemos ser fieles a lo que estamos siendo en nuestro estar siendo, no a lo que los demás quieren que representemos. No caigamos en la trampa.


14
Ser un loco que se entusiasma con su locura de no poder dormir y leer y escribir toda la noche como un loco que se entusiasma. Ser una palabra delirante y obsesiva que se repite intentando convencerse de que es verdadera, y, sin ser original, canta la realidad por todos vista con la voz de un hombre simple. Ser un héroe que desgasta su vida en servir a los demás de espejo y azuzarlos a que también lean y escriban como si fuera natural. Antes eso que ser el que va por la vida mirando tras de sí y sintiendo pena


15
La misión que me he impuesto es despertarte y enviarte hacia ti mismo, por eso te pregunto: ¿quieres correr delante de todos? No lo hagas como pastor si no como ser excepcional, jamás porque huyes de eso mismo que eres. Hay que saber qué quieres y el hecho mismo de que quieres.


16
Decir al agua “hermana mía”, y olvidarse de beberla en su ser agua, que sólo es un nombre que se ha puesto porque aparece como “agua”, es no conocerla en su estar siendo agua y por tanto bebiéndola cuando las palabras se pierden y tenemos sed. Eso es no ser poeta verdadero, es sólo ser un místico falso. Esto ya fue afirmado por el heterónimo de Pessoa.


17
Lo que llaman “amor”, y su acto que es amar, permanecen en el amante que ama o finge que ama, mientras el amor se agota como lo que ha de agotarse: el hombre, que, por estar pendiente de lo ajeno, olvida su estar siendo hombre que, casi siempre, se empecina por la grandeza que no es su respiración, sino el sometimiento de los otros que no son suyos porque nadie es de nadie; sólo son hombres y mujeres que comparten la existencia en lo que se llama “orden común”, que es orden ninguno, donde se defiende la singularidad; y es a esto a lo que el amante llama “amor”. Una palabra que desemboca en actos violentos cuando lo que falta es imaginación.


18
Sufro y gozo de una manera natural, sufriendo y gozando solamente; sin preguntarme por qué sufro o por qué gozo y esa es mi filosofía. Lo demás es una enfermedad de mi respiración, de mi ser mariposa u otra cosa y no lo que estoy siendo como hombre en mi estar siendo hombre.


19
Parece ser una desgracia para algunos que sea un “poeta místico”, que es una reiteración, y, por tanto, filósofo. Lo mejor es que los filósofos son hombres locos, como yo. Además, no sabía que pudiera ser alguna cosa.


20
Ya nos lo dijo el poeta de la Naturaleza: ¡Qué difícil es ser uno mismo y no ver sino lo visible!


21
No nos dejemos robar las pasiones que no están ni en lo bueno ni en lo malo y son sólo pasiones: si hay algo por lo que de verdad se deba reír o llorar, lloremos y riamos. Si ya no soportamos las circunstancias y nos obligan a enfurecer, hagámoslo; pero intentemos no ingresar en el escándalo ni dañar a nadie: los demás también quieren cuidar su sensibilidad.


22
Bienaventurados sean ustedes por todo lo que no entienden ni saben, aunque de ello no se den cuenta. Puesto que saber y entender es ser desgraciados.


23
Como poeta, me sirvo de vivos y muertos, y, en algunas ocasiones, de mi voluntad de crear. En ocasiones no soy quien funda, sino amanuense que divulga; en otras, comparto palabras y extraigo ideas en el ánimo de transformar; y existen momentos en que el destello que preña inunda mi cerebro y comienzo mi trabajo de alfarero y de pulir la joya donde me creo a mí mismo. Sin embargo, no tengo anhelo de ser llamado original ni único, ni primero ni modelo, ni innovador ni prototipo. Déjenme así como soy: un hombre sencillo y común que sabe utilizar los instantes superiores. Eso es lo que pido. Ser poeta no es una ambición mía, es mi manera de estar solo.


24
Ya no sé andar solo por los caminos, porque ya no puedo andar solo. He conocido el amor, aunque siempre es una primera vez, y el amor es una compañía. Amar y ser amado, es sólo amar y ser amado; pero también es ser feliz e infeliz cuando a quien se ama está en la ausencia y no basta con imaginarla, a ella, que por ser mi amada sólo la quiero pensar.


25
Sentir es pensar. Pensar que sólo se hace a partir de las sensaciones que nos nutren de todo y de nada, en el dejarnos llenar de mundo mientras nos vaciamos de él. Sólo contemplando, sin interpretar. Siendo uno con lo sentido que tampoco se siente, porque somos nosotros que no somos ya, puesto que es sólo la realidad. Esta es mi enseñanza. Llévala a cabo en silencio.


26
En esta ciudad, andamos presos en libertad. Por eso tenemos esa gran tristeza que nunca decimos que tenemos, y enfermamos y nos paralizamos como cuando enfermamos y nos paralizamos.


27
Para pensarme te pienso, de no ser así no me entenderías en mi decir, porque sólo se entiende lo que se conoce y ya sabes quién soy. No obstante, no hagas caso sino al conocimiento de ti misma y vive como si siempre fuera la primera vez; es la única manera de mantenerte pequeña y en la inocencia del asombro, aunque la inocencia guarde un gran peligro. Cuando yo muera, hija mía, sé tú la niña, la más pequeña. Cógeme en tus brazos y llévame adentro de tu casa. Desnuda mi ser cansado y humano, y acuéstame en tu cama. Y, si despierto, cuéntame historias para que vuelva a dormirme como yo lo hice contigo. Y recuerda que por el ir siempre conmigo es por lo que soy poeta siempre, como lo vaticinó el monje zen.




28
También me paso las noches sin saber dormir y escribo sin saber lo que escribo, siendo natural para poder ser verdadero. No sé si los demás pensarán algo o no tendrán que pensar nada de todo esto o si hablarán de ello; sólo sé que escribo como quien tiene manos y ve cómo se mueven sin voluntad pero sabiendo qué escriben. Escribir y acabar de escribir, no por eso seré inmortal. Sólo soy hombre entre los hombres aunque sea de la misma raza de los dioses que no existen y, por eso, se los sigue sin seguirlos, puesto que quien no existe no sabe lo que es caminar ni lo que es seguimiento. Quien existe debe caminar solo, aunque ya no lo pueda hacer. Por eso lloro, porque si no llorara estaría riendo y llorando no estando ni contento ni triste, si no llorando y riendo como si el cuerpo que soy sólo supiera reír y llorar, sin compararse con nada ni saber por qué lo hace. Sé que existo y soy real, pero no estoy en todo aparecer y eso me da otras posibilidades. Por ejemplo, estar ausente aunque permanezca en un mismo lugar.


29
Mi cuerpo se contenta con respirar y no tiene filosofía alguna, porque al tener ideas puede olvidar que siente y sólo es eso; mas no deja de cantar porque cuando canta es como si de su adentro brotara lo inaudito que es inaudito sin serlo porque ya está afuera. Nada oculto a nadie y el secreto soy yo mismo como ocurre con los demás; por eso sé que el único misterio es que aún haya alguien que aún crea en el misterio; no obstante, enfermo a veces y escribo todo lo contrario siendo lo mismo porque estoy enfermo.



30
Si me alcanzara la salud sabría amar y acompañar a los hombres en su existencia de hombres; pero siento que ya no soy niño y nada me asombra y sólo me asombraría que hubiese algo que tuviera que causar asombro. Estoy cansado y quiero alejarme del mundo que por ser mundo se sufre y se goza. Quiero dormir sin sueños ni delirios y dejar que mi cuerpo, que soy yo mismo en mi totalidad, se entregue en el recibirme de la tierra. Ya no seré más algo que teme, pero eso no significa que no haya sido algo que temía. Regocíjate entonces, pues, alcancé a vivir y conocí la felicidad que es sólo felicidad. Las cosas son lo que son y no otra cosa, si fuera diferente, sólo sería diferente: eso es todo.


31
Te saludo y te deseo que vivas lo que deseas vivir. Por lo pronto, iré a morir un tiempo. Pero antes quisiera deleitarme con los frutos de mi obra, si es que mi obra va a cosechar frutos aunque eso no interese. No basta con no ser ciego para no ver que quiero palabras sobre lo que escribo y hago con la música, no sobre mí. Aunque frente a ellas haya que actuar como un muerto. Si es así, es porque es así.


32
Mi vida fue simple como la de un girasol, a pesar de nadar a contracorriente como el salmón y apasionado como los búfalos de la fuga. Sólo estuve siendo el que era: un sabio con sabiduría ninguna, un poeta que se olvidó de fundar, un músico que no agotó la vida en la vida suponiendo que tenía cerca la inmortalidad. Mi existencia, aunque tuvo sobresaltos, sólo se tradujo en una gran tristeza y una inmensa alegría: tristeza, porque no te vería más, una vez muerto; alegría, porque viví lo que quería vivir junto a ti. Amé y odié; hice música y tuve reconocimiento de la familia del mundo, aunque a veces sentía un leve cansancio con él; fui poeta y estuve tranquilo en mi soledad, incluso en la compañía que también necesitaba; fui sensible y razonable con un mundo degradado y enfermo que sólo son nombres de un hombre degradado y enfermo: siempre busqué la sana convivencia y el diálogo, pero no tuve filosofía alguna sino la de tener cuerpo, seguirme a mí mismo, y saber que debía crear un Dios que quiere estar lleno de dioses con la fuerza de mi mística inmanente, porque ese del más allá, no existió nunca. Esta es mi breve historia sin que nadie lo advierta ni el universo se inmute: ¿por qué razón que se sienta no ha de ser más verdadera que todo lo que los filósofos piensan y todo cuanto las religiones enseñan?






Medellín, abril 2011







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