NOMBRE DEL ARCO ES VIDA,
SU FUNCIÓN ES MUERTE
¿Qué es el amor?
¿Quién desea ahora?
¿Dónde presenciar mi cuerpo?
¿En qué lenguaje se establece
la mirada de su nave baldía?
La vida es un juego
que nos obliga a morir.
La muerte es la denuncia del cuerpo
ante nuestra invitación a marchar.
La muerte es natural,
el decir de la nada que entra
mientras nuestro canto
se antepone a la muerte definitiva,
al olvido,
al abandono de la cultura
y de los amigos.
La muerte,
en ella el dolor y el sufrimiento,
nos deja huérfanos
de nosotros mismos:
nos vamos con el otro
cuando el otro muere.
En el que muere
se frustran
nuestras aspiraciones;
pero también se potencian.
Las esperanzas nacen
y vemos más allá
del sentido último
la encarnación de lo muerto
en nuestra aún vibrante manifestación.
Existe algo que nos dice
que somos un espíritu pequeño
dando tumbos por el Universo.
Bueno,
es posible que éste no sea
el mejor mundo que se habita,
pero en él somos felices y libres
cuando nos enfrentamos
al final de nuestro pensamiento.
Y eso está bien.
Esto para dirimir la batalla
vida-muerte que,
entre otras cosas,
está presente
por la capacidad humana.
Pero en realidad
la muerte nos habita
como vida que nutre el suceso
en que nos centramos
como autores de lo que existe.
El amor y la muerte,
Eros y Thánatos,
han sido cantados
por innumerables cantores,
han sido sol y luna,
han sido malestar y gozo,
caballo negro, bestia de carga.
Sus fuentes comienzan la danza
en el instante
de nuestros nombres.
Centrar el orbe de lo fatídico impuesto,
en sólo una mirada
que estará entrelazada
por una segunda
y en virtud de un cuerpo,
dará el fruto de una visión
que arroje de lo que marcha
la asustadiza,
la terrible costumbre
de llamar al dolor,
al sufrimiento
y a la muerte,
desde los terrenos
de la desesperación,
la culpa o la venganza.
Intentamos un canto a la vida
desde su antagónica pareja.
Desde la ontología de lo corpóreo,
desde el amor y el deseo.
El dolor,
el sufrimiento y la muerte
son sinónimos de existencia,
de pulsión
que no va sólo a la podredumbre,
sino, y ante todo,
al descubrimiento
de un poblado sereno,
a la saudade de los días
que creemos inútiles.
Amor,
cuerpo y deseo
conjugan,
después de jugarse
en el clima(x)
del lenguaje,
erotismo que es dualidad:
belleza y acto siniestro.
Sexualidad
par de la conciencia
y primera intuición
que se tuvo
acerca de la muerte.
Tragedia,
mundo oscuro,
posesión del hombre
en las fibras más íntimas;
petite mort
que antecede
a la muerte definitiva.
No otra cosa entonces
que el amor:
herencia
y, aunque no siempre,
realidad
para desear
por los mil y un cuerpos
y hacia la vida.
lunes, 27 de diciembre de 2010
jueves, 5 de agosto de 2010
TERAPIA DIALÓGICA (2)
Para Epicuro el filosofar se caracteriza como la búsqueda de un remedio contra la confusión de su época. La filosofía es definida de un modo característico como medicina del alma, y el cuidado médico del alma es el oficio del filósofo, que se transforma así en un psiquiatra o psicoanalizador de una sociedad perturbada por el temor y la servidumbre. En esta terapia psíquica hay un recuerdo socrático: therapeía tês psychês, “cuidado del alma” era para Sócrates la actividad filosófica a lo que ahora se añade un nuevo acento sobre la enfermedad colectiva que hay que evitar. Ya el sofista Antifonte había insistido en esta virtud médica de la Filosofía, y su método de curación por la palabra hacía de su ideario una téchne alypías, de ciertos ecos en los tratamientos psicosomáticos de la moderna medicina.
Carlos García Gual
La medicina se enfrenta hoy con al tarea de ampliar su función. En un periodo de crisis como el que experimentamos actualmente, los médicos deben cultivar la filosofía. La gran enfermedad de nuestro tiempo es la carencia de objetivos, el aburrimiento, la falta de sentido y de propósito.
Dr. Farnsworth
“El hombre es un ser de palabras”
Octavio Paz
“Y a buen amor olían las palabras”
Manuel Mejía Vallejo
“Ninguna cosa sea donde falte la palabra”
Stefan George
DESPERTAR ES SIEMPRE UNA SORPRESA
En el Consultorio Filosófico se ha llegado a la función terapéutica después de varios años de investigación. No quería ser un centro de consulta donde se desarrollaran únicamente temas específicos como la muerte, el silencio o la soledad, ni mucho menos repetir la versión de las consultas filosóficas desarrolladas en Francia en 1940 en un reconocido café donde se reunían a hablar sobre los problemas de la política del momento. Mi interés va más allá, en la fundación del encuentro de la palabra y el sentido establecido por los griegos con su dialéctica, en la toma de conciencia de nuestro ser filosófico en la dirección que Kant proponía al aconsejar que se debería aplicar la filosofía como medicina.
Por lo tanto, se ha ido desarrollando un ejercicio investigativo de comprensión e interpretación que ha dado bases para llegar a lo que hoy llamo Terapia Dialógica. Ésta parte del estudio de la filosofía, además del encuentro con algunos sicólogos, siquiatras, psicoanalistas, y desde luego la poesía. Aparte de los diálogos platónicos, de Nietzsche, Heidegger, Gadamer y poetas como Walt Whitman, Octavio Paz, Jorge Luís Borges, Fernando Pessoa, y libros como El Principito, La Historia Interminable y Alicia en el País de las Maravillas, me he fundamentado en parte en lo que se ha conocido desde los antiguos como la logoterapia. Ésta está entendida de dos formas sustanciales: la curación a través de la palabra y la curación a través de la búsqueda de sentido. En ambos casos, logos diagnostica el punto decisivo, o el objeto a utilizar en la curación a través de la terapia, y puede ser fundamentalmente: palabra o sentido; pero también: significado, propósito, razón o espíritu.
Personalmente me he acercado a las connotaciones de palabra y sentido en una misma posibilidad terapéutica, pues mi visión hermenéutica exige una mediación entre ambas, en el marco de una comprensión que busca la interpretación de lo que somos y representamos en la medida del pensamiento y del lenguaje. Por lo tanto, no sujeto ni a una ni a otro, y al contrario les doy interconexión, para desarrollar un verdadero diálogo conmigo mismo y con el mundo y sus cosas.
De igual manera realizo un ejercicio que parte del escuchar, del centrarme en el otro y que desencadena un movimiento de preguntas y respuestas que se convierten poco a poco en ese diálogo, en esa Terapia Dialógica de la cual hablo en alternancia con la logoterapia que tuvo en sus orígenes al mayor representante en Antifonte de Atenas (480-411 A.C.), quien desarrolló las primeras consideraciones sobre la curación de los hombres por la palabra y cuyo objetivo principal, era el de conseguir la comprensión conceptual y la aplicación terapéutica de las reglas de la interacción lingüística. Esto desde el punto de vista puramente filosófico, al que también se remite la tercera escuela de psicoterapia de Viena fundada por Viktor Emil Frankl y que proyecta la voluntad de sentido. La que yo he llamado Terapia Dialógica, intenta instaurar un ejercicio que hermana la conciencia poética y la hermenéutica filosófica y simbólica en función de un diálogo creativo, de una voluntad de crear.
Cuando uno excluye puntos de vista está permitiendo el vacío en lugares que necesitaremos algún día. El ser humano es un panal lleno de celdas donde archivamos información y si olvidamos la clave o si a propósito perdemos la llave de alguna de esas celdas, aumenta nuestra ignorancia y, por ende, tendremos menos posibilidad de ser libres, estaremos encerrados por más tiempo en un problema que a lo mejor era fácil de resolver. Lo único que hace falta es información. Eso es lo que se hace en el Consultorio Filosófico, encontrar la llave perdida, recordar la clave y, ante todo, sugerir herramientas de comprensión para ese vacío que adquiere protagonismo cuando manejamos de manera indebida dicha información.
Todo lo que nos rodea tiene algo qué decirnos, aunque no todo está implicado en esa necesariedad y, en lugar de nombrarnos, pasa de largo sin darnos una respuesta o suscitarnos una pregunta. Ahora bien, ¿dónde se establece el contacto terapéutico con la filosofía? En el momento mismo de la pregunta por el ser del hombre, desde que el hombre sostuvo un encuentro directo con su propia naturaleza, con su libertad y sus límites. Desde ese momento he buscado respuestas sobre la implicación de nuestro paso por el mundo; y se han generado vías de conocimiento que de una u otra forma comprometen nuestro pensamiento alimentando nuestra reflexión.
El desarrollo de la Terapia Dialógica está centrado en las respuestas que de algunos de esos interrogantes se han hecho a través de la historia. Personalmente he encontrado que aunque somos seres individuales con diversas maneras de acercarnos al mundo y sus cosas, pretendemos establecer verdades eternas que cobijen nuestro miedo a ser reconocidos como fragmentos del cosmos, como pequeños universos incompletos que de una u otra forma tienden a desaparecer.
Además, la verdad debe estar al servicio del hombre; quiero decir, su verdad debe convertirse en un vehículo práctico en nuestra vida. ¿De qué nos sirve una verdad que no pueda ser compartida y puesta en función de un diálogo que nos muestre otras posibles? De eso se trata, de los hallazgos, de los descubrimientos, de su participación.
Por esto hablo de pensamiento y al mismo tiempo hablo de lenguaje, el uno en conexión directa con el otro; en una simultaneidad que conduce a una comunicación de lo que somos, como cuando nos damos la mano: en el momento del saludo se presenta la acción comunicativa, ambos están presentes y cada uno expresa su función. Y habría que recordar que el lenguaje no es la envoltura del pensamiento; sino el pensamiento mismo.
De la misma manera palabra y sentido se aproximan en una misma instancia en el proceso de la Terapia Dialógica. Sin embargo, quisiera ofrecer un ejemplo que podría ilustrar el problema adjudicado al pensamiento y al lenguaje con respecto a cuál es primero, si el uno o el otro. Es un ejemplo teológico: se dice en los libros sagrados que antes del mundo no había nada. Más exactamente, en el Génesis, está escrito que Dios sacó el mundo de la nada. En ese caso bien se podría decir que el mundo en esencia no es nada; o mejor, que el mundo, antes de ser creado por Dios, era nada. Pero fue mundo porque fue nombrado y de ese modo rescatado de la nada. En ese caso, tanto el mundo como la nada fueron al mismo tiempo, porque la nada sin Dios no podría se nombrada. Precisamente porque Dios es la palabra que nombra. Muy bien, de un lado están quienes principian en el pensamiento y del otro los que lo hacen en el lenguaje. Ambos principios se desarrollan cuando la mente despierta a la elaboración comunicativa que reemplaza su “actividad” en blanco, con asociaciones y relaciones simbólicas donde se enlazan las ideas para que la mente adquiera una dimensión asociada con el nombrar y de ese modo se fundamente la comunicación.
De esa manera palabra y sentido se hacen partícipes de la Terapia Dialógica desarrollada en el Consultorio Filosófico. Ante todo hay que aclarar que nosotros no vamos a resolver las dudas de las personas, pero que juntos las vamos a elaborar y de esa forma ellas mismas nos darán las respuestas. Es decir, a la persona se le hace una invitación para que la búsqueda sea participativa y conlleve a un encuentro. Sólo así podremos fortalecer aspectos de reflexión que ofrecen claridad a las personas que nos visitan, y, por lo regular, nos traen un centro oculto que les genera angustia, depresiones y sufrimiento. Detectar ese centro con un estudio del pensamiento a través del lenguaje es nuestra intención y la única “fórmula” está establecida por la recepción abierta por parte del terapeuta y su aproximación a través del escuchar y, en el momento justo, entablar el diálogo.
Personalmente entiendo el diálogo como una acción de ir y venir con claridad e inteligencia al origen del logos. Otros por ejemplo han asumido el diálogo como un trastocar (Gadamer), o como un recobrar (Heidegger), o como un sentir la vida misma (Lin Yutang). Estar dispuestos a corroborar o contraponer lo que conocemos del mundo, y, ante todo, aceptar que la diversidad es puntual y una palabra nos acontece pero al mismo tiempo puede dejarnos ilesos, es anticipar de plano una buena condición para el diálogo. Por otra parte es importante saber quiénes somos, para así lograr la compresión del otro. El que duda de sí mismo no alcanza el diálogo con el mundo, por esto el diálogo es un aprendizaje que se permite en cada una de las sesiones que se realizan durante el ejercicio profesional y a través de la conciencia de nuestro ser en la vida cotidiana. En resumen, el diálogo es el que va más allá de ese orden que construye el lenguaje; es ir hacia la comprensión y así mismo hacia la voluntad, es afirmar el sentido de nuestra vida.
El diálogo puede internarse en el silencio, pero esto no quiere decir que el diálogo muera y nosotros con él; esto es, que debemos hacer en nosotros, antes que apresurarnos a hacer en los demás. Por esto un diálogo terapéutico requiere experiencias, vivencias del ser y su relación con el mundo y sus cosas, pide humanidad. Una Terapia Dialógica expresada como el diálogo que permite comunicar nuestra imagen del mundo, implica motivación a participar en ese juego que por supuesto debe tener establecidas sus reglas a no ser que la regla sea la ausencia de éstas. Hay que lograr que el diálogo marche solo y sin esfuerzo, para que la intención de interpretar y establecer relaciones, no sujeten la posibilidad de que la persona encuentre el camino que sólo a ella pertenece.
En muchas ocasiones el diálogo es un riesgo para quien nunca ha asistido a una terapia; pero es un riesgo provechoso y necesario para todo aquel que requiere en la vida de un contacto productivo que lo maraville y lo transforme. Ahora bien, desde “afuera” se nos ofrecen multitud de limitaciones que nos obligan a permanecer en nosotros mismos y vernos continuamente como el que guarda una derrota. Es, pues, de nosotros, el encender ese fuego renovador que establece una nueva forma de ver lo que siempre nos hemos negado; es de nosotros conservar esa confianza que nos abre puertas, que despeja horizontes. Por esto debemos hablar desde adentro, cumplir con la expansión de nosotros mismos; sólo así podremos activar ese vínculo con nuestro interlocutor y asumir la actitud propia del que se entrega y recibe al mismo tiempo al otro.
En este intercambio nos damos cuenta que muchas cosas permanecen inalterables; pero que otras, en cambio, nos permiten una soledad creativa donde la reflexión nos acompaña para identificar lo que en realidad nos es útil para continuar, y, de esta manera, podernos relajar en nuestro ejercicio para volver luego a reunir la magia de la palabra.
El diálogo es un arte, es la instancia primera donde nos sabemos parte del Universo, es el lugar donde alcanzamos a comprender dimensiones ajenas que nos develan en muchas ocasiones enigmas que liberan en nosotros ese autodescubrimiento que nos relaciona con el tiempo que habitamos; tiempo individual que sustentamos mientras las cosas cambian de lugar, haciéndonos partícipes del movimiento sagrado y de las revoluciones exigidas por nuestro interior; tiempo humanizado donde se manifiestan las necesidades de ir más adelante de uno mismo, para alcanzar así el soporte espiritual, la dimensión donde el hombre exista en sí mismo y prolongue su ser. Viktor Frankl decía que “existir es estar encima de sí mismo siempre”. Es decir, que debemos estar siempre un paso adelante de lo que somos, porque el verdadero descubrimiento de nosotros mismos está en la conciencia que despierta al contacto con el mundo. Y de ese contacto nace la imagen que de ese mundo nos formamos y de su evolución en nosotros; la imagen que nosotros mismos proyectamos, no sin antes asumir una autocomprensión que, como Viktor Frankl afirma, nos comunica que somos libres.
La Terapia Dialógica, con base en algunos elementos logoterapéuticos, busca crear en la persona una conciencia de futuro a partir de una participación del mundo aquí y ahora. Y ve el pasado como un agente de reflexión que genera cambios en el presente continuo de ese hombre que prepara desde ya la construcción del porvenir. Es algo así como la fusión de horizontes propuesta por Gadamer. La Terapia Dialógica se nutre de la condición espiritual que confirma al hombre como un ser libre que en cualquier momento confronta su capacidad de convivencia, y de aceptación de lo que es y del lugar en que se encuentra. El ejercicio terapéutico que se ofrece en el Consultorio Filosófico debe, ante todo, mostrar a la persona que el diálogo no es una manera de huir sino un encontrarse a sí mismo; que es enfrentándonos a nuestros problemas como encontraremos la solución. Un diálogo evasivo debe ser encausado progresivamente hacia la decisión de comunicar abiertamente y sin dificultades, las razones que develarán ese centro oculto que nos interesa minar con palabras de alerta, de atención, de aliento enérgico. La Terapia Dialógica debe involucrar la palabra como catarsis, la sensibilidad, la conciencia poética, el espejo que nos devuelve la razón y el sentido de la vida que sólo en cada uno de nosotros y a su manera, puede obrar sin hacernos perder la calma ante el peligro.
El acercamiento a la realidad, es decir, a aquello que el mundo nos presenta, es conveniente desde el principio. Pero lo que más nos debe interesar es la expresión por la persona que nos visita, sobre esta realidad; esto es, lo real. En otras palabras, la forma como ella cree que se le presenta el mundo. Por eso debemos tener una mirada poética de las cosas y al mismo tiempo una capacidad científica para armonizar los conceptos de la razón y el corazón, ya que es de mente y alma como nuestro cuerpo lingüístico asegura su camino, como esa “persona espiritual” nos descubre su posición en el hombre.
También hay que tener presente que en el diálogo pueden aparecer rupturas, desgarramientos, que en muchos casos son efectos de la persona que nos visita. En estos silencios angustiosos en los que no se abre una función que involucre a los interlocutores y que, por lo tanto, el diálogo se agota, hay que estar atentos, pues, algunos de estos silencios, suelen revelarnos el lugar exacto donde la llave ha permanecido oculta; en esos silencios está la clave para que el diálogo vuelva y reafirme su intención conciliadora con nuestro interior, con lo que nos hace hombres y nos sostiene como manifestación vital que se entrega en el conocimiento a la verdad que nos hará superiores a la tragedia. De ahí el reconocimiento de la esencia de nuestra existencia. En silencio suele surgir el diálogo verdadero, el diálogo creador que nos convoca a la acción, a la reflexión sobre lo que vemos y de cierta manera nos oculta lo que en realidad deberíamos ver. Así es como participamos del cuidado, del alivio, del encuentro. Mostrando a las personas que nos visitan el camino hacia ellas mismas; o mejor, haciéndoles ver que en ellas mismas está el camino. Por esto digo: saber quién eres, es el primer gran paso.
Carlos García Gual
La medicina se enfrenta hoy con al tarea de ampliar su función. En un periodo de crisis como el que experimentamos actualmente, los médicos deben cultivar la filosofía. La gran enfermedad de nuestro tiempo es la carencia de objetivos, el aburrimiento, la falta de sentido y de propósito.
Dr. Farnsworth
“El hombre es un ser de palabras”
Octavio Paz
“Y a buen amor olían las palabras”
Manuel Mejía Vallejo
“Ninguna cosa sea donde falte la palabra”
Stefan George
DESPERTAR ES SIEMPRE UNA SORPRESA
En el Consultorio Filosófico se ha llegado a la función terapéutica después de varios años de investigación. No quería ser un centro de consulta donde se desarrollaran únicamente temas específicos como la muerte, el silencio o la soledad, ni mucho menos repetir la versión de las consultas filosóficas desarrolladas en Francia en 1940 en un reconocido café donde se reunían a hablar sobre los problemas de la política del momento. Mi interés va más allá, en la fundación del encuentro de la palabra y el sentido establecido por los griegos con su dialéctica, en la toma de conciencia de nuestro ser filosófico en la dirección que Kant proponía al aconsejar que se debería aplicar la filosofía como medicina.
Por lo tanto, se ha ido desarrollando un ejercicio investigativo de comprensión e interpretación que ha dado bases para llegar a lo que hoy llamo Terapia Dialógica. Ésta parte del estudio de la filosofía, además del encuentro con algunos sicólogos, siquiatras, psicoanalistas, y desde luego la poesía. Aparte de los diálogos platónicos, de Nietzsche, Heidegger, Gadamer y poetas como Walt Whitman, Octavio Paz, Jorge Luís Borges, Fernando Pessoa, y libros como El Principito, La Historia Interminable y Alicia en el País de las Maravillas, me he fundamentado en parte en lo que se ha conocido desde los antiguos como la logoterapia. Ésta está entendida de dos formas sustanciales: la curación a través de la palabra y la curación a través de la búsqueda de sentido. En ambos casos, logos diagnostica el punto decisivo, o el objeto a utilizar en la curación a través de la terapia, y puede ser fundamentalmente: palabra o sentido; pero también: significado, propósito, razón o espíritu.
Personalmente me he acercado a las connotaciones de palabra y sentido en una misma posibilidad terapéutica, pues mi visión hermenéutica exige una mediación entre ambas, en el marco de una comprensión que busca la interpretación de lo que somos y representamos en la medida del pensamiento y del lenguaje. Por lo tanto, no sujeto ni a una ni a otro, y al contrario les doy interconexión, para desarrollar un verdadero diálogo conmigo mismo y con el mundo y sus cosas.
De igual manera realizo un ejercicio que parte del escuchar, del centrarme en el otro y que desencadena un movimiento de preguntas y respuestas que se convierten poco a poco en ese diálogo, en esa Terapia Dialógica de la cual hablo en alternancia con la logoterapia que tuvo en sus orígenes al mayor representante en Antifonte de Atenas (480-411 A.C.), quien desarrolló las primeras consideraciones sobre la curación de los hombres por la palabra y cuyo objetivo principal, era el de conseguir la comprensión conceptual y la aplicación terapéutica de las reglas de la interacción lingüística. Esto desde el punto de vista puramente filosófico, al que también se remite la tercera escuela de psicoterapia de Viena fundada por Viktor Emil Frankl y que proyecta la voluntad de sentido. La que yo he llamado Terapia Dialógica, intenta instaurar un ejercicio que hermana la conciencia poética y la hermenéutica filosófica y simbólica en función de un diálogo creativo, de una voluntad de crear.
Cuando uno excluye puntos de vista está permitiendo el vacío en lugares que necesitaremos algún día. El ser humano es un panal lleno de celdas donde archivamos información y si olvidamos la clave o si a propósito perdemos la llave de alguna de esas celdas, aumenta nuestra ignorancia y, por ende, tendremos menos posibilidad de ser libres, estaremos encerrados por más tiempo en un problema que a lo mejor era fácil de resolver. Lo único que hace falta es información. Eso es lo que se hace en el Consultorio Filosófico, encontrar la llave perdida, recordar la clave y, ante todo, sugerir herramientas de comprensión para ese vacío que adquiere protagonismo cuando manejamos de manera indebida dicha información.
Todo lo que nos rodea tiene algo qué decirnos, aunque no todo está implicado en esa necesariedad y, en lugar de nombrarnos, pasa de largo sin darnos una respuesta o suscitarnos una pregunta. Ahora bien, ¿dónde se establece el contacto terapéutico con la filosofía? En el momento mismo de la pregunta por el ser del hombre, desde que el hombre sostuvo un encuentro directo con su propia naturaleza, con su libertad y sus límites. Desde ese momento he buscado respuestas sobre la implicación de nuestro paso por el mundo; y se han generado vías de conocimiento que de una u otra forma comprometen nuestro pensamiento alimentando nuestra reflexión.
El desarrollo de la Terapia Dialógica está centrado en las respuestas que de algunos de esos interrogantes se han hecho a través de la historia. Personalmente he encontrado que aunque somos seres individuales con diversas maneras de acercarnos al mundo y sus cosas, pretendemos establecer verdades eternas que cobijen nuestro miedo a ser reconocidos como fragmentos del cosmos, como pequeños universos incompletos que de una u otra forma tienden a desaparecer.
Además, la verdad debe estar al servicio del hombre; quiero decir, su verdad debe convertirse en un vehículo práctico en nuestra vida. ¿De qué nos sirve una verdad que no pueda ser compartida y puesta en función de un diálogo que nos muestre otras posibles? De eso se trata, de los hallazgos, de los descubrimientos, de su participación.
Por esto hablo de pensamiento y al mismo tiempo hablo de lenguaje, el uno en conexión directa con el otro; en una simultaneidad que conduce a una comunicación de lo que somos, como cuando nos damos la mano: en el momento del saludo se presenta la acción comunicativa, ambos están presentes y cada uno expresa su función. Y habría que recordar que el lenguaje no es la envoltura del pensamiento; sino el pensamiento mismo.
De la misma manera palabra y sentido se aproximan en una misma instancia en el proceso de la Terapia Dialógica. Sin embargo, quisiera ofrecer un ejemplo que podría ilustrar el problema adjudicado al pensamiento y al lenguaje con respecto a cuál es primero, si el uno o el otro. Es un ejemplo teológico: se dice en los libros sagrados que antes del mundo no había nada. Más exactamente, en el Génesis, está escrito que Dios sacó el mundo de la nada. En ese caso bien se podría decir que el mundo en esencia no es nada; o mejor, que el mundo, antes de ser creado por Dios, era nada. Pero fue mundo porque fue nombrado y de ese modo rescatado de la nada. En ese caso, tanto el mundo como la nada fueron al mismo tiempo, porque la nada sin Dios no podría se nombrada. Precisamente porque Dios es la palabra que nombra. Muy bien, de un lado están quienes principian en el pensamiento y del otro los que lo hacen en el lenguaje. Ambos principios se desarrollan cuando la mente despierta a la elaboración comunicativa que reemplaza su “actividad” en blanco, con asociaciones y relaciones simbólicas donde se enlazan las ideas para que la mente adquiera una dimensión asociada con el nombrar y de ese modo se fundamente la comunicación.
De esa manera palabra y sentido se hacen partícipes de la Terapia Dialógica desarrollada en el Consultorio Filosófico. Ante todo hay que aclarar que nosotros no vamos a resolver las dudas de las personas, pero que juntos las vamos a elaborar y de esa forma ellas mismas nos darán las respuestas. Es decir, a la persona se le hace una invitación para que la búsqueda sea participativa y conlleve a un encuentro. Sólo así podremos fortalecer aspectos de reflexión que ofrecen claridad a las personas que nos visitan, y, por lo regular, nos traen un centro oculto que les genera angustia, depresiones y sufrimiento. Detectar ese centro con un estudio del pensamiento a través del lenguaje es nuestra intención y la única “fórmula” está establecida por la recepción abierta por parte del terapeuta y su aproximación a través del escuchar y, en el momento justo, entablar el diálogo.
Personalmente entiendo el diálogo como una acción de ir y venir con claridad e inteligencia al origen del logos. Otros por ejemplo han asumido el diálogo como un trastocar (Gadamer), o como un recobrar (Heidegger), o como un sentir la vida misma (Lin Yutang). Estar dispuestos a corroborar o contraponer lo que conocemos del mundo, y, ante todo, aceptar que la diversidad es puntual y una palabra nos acontece pero al mismo tiempo puede dejarnos ilesos, es anticipar de plano una buena condición para el diálogo. Por otra parte es importante saber quiénes somos, para así lograr la compresión del otro. El que duda de sí mismo no alcanza el diálogo con el mundo, por esto el diálogo es un aprendizaje que se permite en cada una de las sesiones que se realizan durante el ejercicio profesional y a través de la conciencia de nuestro ser en la vida cotidiana. En resumen, el diálogo es el que va más allá de ese orden que construye el lenguaje; es ir hacia la comprensión y así mismo hacia la voluntad, es afirmar el sentido de nuestra vida.
El diálogo puede internarse en el silencio, pero esto no quiere decir que el diálogo muera y nosotros con él; esto es, que debemos hacer en nosotros, antes que apresurarnos a hacer en los demás. Por esto un diálogo terapéutico requiere experiencias, vivencias del ser y su relación con el mundo y sus cosas, pide humanidad. Una Terapia Dialógica expresada como el diálogo que permite comunicar nuestra imagen del mundo, implica motivación a participar en ese juego que por supuesto debe tener establecidas sus reglas a no ser que la regla sea la ausencia de éstas. Hay que lograr que el diálogo marche solo y sin esfuerzo, para que la intención de interpretar y establecer relaciones, no sujeten la posibilidad de que la persona encuentre el camino que sólo a ella pertenece.
En muchas ocasiones el diálogo es un riesgo para quien nunca ha asistido a una terapia; pero es un riesgo provechoso y necesario para todo aquel que requiere en la vida de un contacto productivo que lo maraville y lo transforme. Ahora bien, desde “afuera” se nos ofrecen multitud de limitaciones que nos obligan a permanecer en nosotros mismos y vernos continuamente como el que guarda una derrota. Es, pues, de nosotros, el encender ese fuego renovador que establece una nueva forma de ver lo que siempre nos hemos negado; es de nosotros conservar esa confianza que nos abre puertas, que despeja horizontes. Por esto debemos hablar desde adentro, cumplir con la expansión de nosotros mismos; sólo así podremos activar ese vínculo con nuestro interlocutor y asumir la actitud propia del que se entrega y recibe al mismo tiempo al otro.
En este intercambio nos damos cuenta que muchas cosas permanecen inalterables; pero que otras, en cambio, nos permiten una soledad creativa donde la reflexión nos acompaña para identificar lo que en realidad nos es útil para continuar, y, de esta manera, podernos relajar en nuestro ejercicio para volver luego a reunir la magia de la palabra.
El diálogo es un arte, es la instancia primera donde nos sabemos parte del Universo, es el lugar donde alcanzamos a comprender dimensiones ajenas que nos develan en muchas ocasiones enigmas que liberan en nosotros ese autodescubrimiento que nos relaciona con el tiempo que habitamos; tiempo individual que sustentamos mientras las cosas cambian de lugar, haciéndonos partícipes del movimiento sagrado y de las revoluciones exigidas por nuestro interior; tiempo humanizado donde se manifiestan las necesidades de ir más adelante de uno mismo, para alcanzar así el soporte espiritual, la dimensión donde el hombre exista en sí mismo y prolongue su ser. Viktor Frankl decía que “existir es estar encima de sí mismo siempre”. Es decir, que debemos estar siempre un paso adelante de lo que somos, porque el verdadero descubrimiento de nosotros mismos está en la conciencia que despierta al contacto con el mundo. Y de ese contacto nace la imagen que de ese mundo nos formamos y de su evolución en nosotros; la imagen que nosotros mismos proyectamos, no sin antes asumir una autocomprensión que, como Viktor Frankl afirma, nos comunica que somos libres.
La Terapia Dialógica, con base en algunos elementos logoterapéuticos, busca crear en la persona una conciencia de futuro a partir de una participación del mundo aquí y ahora. Y ve el pasado como un agente de reflexión que genera cambios en el presente continuo de ese hombre que prepara desde ya la construcción del porvenir. Es algo así como la fusión de horizontes propuesta por Gadamer. La Terapia Dialógica se nutre de la condición espiritual que confirma al hombre como un ser libre que en cualquier momento confronta su capacidad de convivencia, y de aceptación de lo que es y del lugar en que se encuentra. El ejercicio terapéutico que se ofrece en el Consultorio Filosófico debe, ante todo, mostrar a la persona que el diálogo no es una manera de huir sino un encontrarse a sí mismo; que es enfrentándonos a nuestros problemas como encontraremos la solución. Un diálogo evasivo debe ser encausado progresivamente hacia la decisión de comunicar abiertamente y sin dificultades, las razones que develarán ese centro oculto que nos interesa minar con palabras de alerta, de atención, de aliento enérgico. La Terapia Dialógica debe involucrar la palabra como catarsis, la sensibilidad, la conciencia poética, el espejo que nos devuelve la razón y el sentido de la vida que sólo en cada uno de nosotros y a su manera, puede obrar sin hacernos perder la calma ante el peligro.
El acercamiento a la realidad, es decir, a aquello que el mundo nos presenta, es conveniente desde el principio. Pero lo que más nos debe interesar es la expresión por la persona que nos visita, sobre esta realidad; esto es, lo real. En otras palabras, la forma como ella cree que se le presenta el mundo. Por eso debemos tener una mirada poética de las cosas y al mismo tiempo una capacidad científica para armonizar los conceptos de la razón y el corazón, ya que es de mente y alma como nuestro cuerpo lingüístico asegura su camino, como esa “persona espiritual” nos descubre su posición en el hombre.
También hay que tener presente que en el diálogo pueden aparecer rupturas, desgarramientos, que en muchos casos son efectos de la persona que nos visita. En estos silencios angustiosos en los que no se abre una función que involucre a los interlocutores y que, por lo tanto, el diálogo se agota, hay que estar atentos, pues, algunos de estos silencios, suelen revelarnos el lugar exacto donde la llave ha permanecido oculta; en esos silencios está la clave para que el diálogo vuelva y reafirme su intención conciliadora con nuestro interior, con lo que nos hace hombres y nos sostiene como manifestación vital que se entrega en el conocimiento a la verdad que nos hará superiores a la tragedia. De ahí el reconocimiento de la esencia de nuestra existencia. En silencio suele surgir el diálogo verdadero, el diálogo creador que nos convoca a la acción, a la reflexión sobre lo que vemos y de cierta manera nos oculta lo que en realidad deberíamos ver. Así es como participamos del cuidado, del alivio, del encuentro. Mostrando a las personas que nos visitan el camino hacia ellas mismas; o mejor, haciéndoles ver que en ellas mismas está el camino. Por esto digo: saber quién eres, es el primer gran paso.
sábado, 31 de julio de 2010
DOS TEXTOS POR ENCARGO PARA UN LIBRO NUNCA PUBLICADO
DE LA MIRADA CONCLUSIVA DE LA FILOSOFÍA.
Una filosofía nunca es una casa,
sino una obra en construcción.
George Bataille
El reverendo padre Francisco de P. Ginebra de la Compañía de Jesús, editó un curso de filosofía en tres tomos recogidos en el libro que usted hoy ve en esta exposición, luego de que sus evaluadores no notaran en él cosa alguna contraria a las enseñanzas de la Santa Iglesia o de su disciplina en Santiago de Chile el 9 de julio de 1887.
Elementos de filosofía que al momento de ser publicados, posiblemente sólo generaron escozor en los espíritus libres por su intencionada presentación dogmática y en contravía de lo que la filosofía ha sido siempre: amor (philein) a la sabiduría (sophia), y un preguntarse que todo filósofo debe hacer notar en su contexto disciplinar. Un dirigir al otro hacia sí mismo.
Su extremada composición alienadora hace notar su consabida entrega a un sistema limitado y en procura del adoctrinamiento de las “personas” que ingresaban a los colegios de segunda enseñanza. Quién sabe cómo pensaron a la filosofía como ciencia (cosa que no puede ser) y aceptaron (quizá en su totalidad) el texto que se entregaba en Bogotá en su segunda edición el año de 1893.
Tal parece que este síntoma de licencias dadas a las obras de aquel momento, no ha desaparecido en su totalidad; en nuestro caso, y algunas veces, como filiación a una ideología y en la mayoría, como fórmula de mercado y enriquecimiento de las editoriales.
Cabe anotar que el libro presenta las consabidas relaciones de la época, y quizá por esto don Marco Fidel Suárez firmó un prólogo por el bien del libro “en razón de su doctrina y de su método” y por ser el autor “uno de los restauradores de la filosofía escolástica”, en los días en que se necesitaba un restablecimiento de la filosofía cristiana sobre sus “verdaderas bases”.
Y es esto realmente el verdadero propósito del Padre Francisco y su esquemática posición. Afortunadamente tenemos en el momento actual una acción individual más despierta para transitar libres por “el mundo de la vida”, y autores de otra intención que no cierran el paso; antes bien, ofrecen su camino como una mera mirada no absoluta ni aleccionante.
Textos como éstos son dignos de estar en este lugar, el del museo.
Víctor Raúl Jaramillo
Medellín, 12 de febrero de 2007
Sin licencia y con gripe.
Hermana Florencia María
Algunos dicen que Dios es un monstruo porque es uno y tres al mismo tiempo. Igual mencionan a María porque fue virgen y madre de una sola vez. No sé donde se encuentra usted en este momento, pero quisiera preguntarle si además de los libros sagrados, ha leído al poeta Fernando Pessoa, más exactamente a Alberto Caeiro prologado por Ricardo Reis y estudiado por Álvaro de Campos, que son, entre otras cosas, la misma persona; es decir, una monstruosidad. Quizá, y con esto no quiero sonar a blasfemia, más grande que la de Dios. Esto, porque no lo hemos podido conocer como él, Dios, se conoce a sí mismo, en su integridad. Escribió infinidades y todo lo dejó sin ordenar en un baúl. Así como es posible que su hermana Margarita haya dejado cientos de cartas para usted y para el Señor olvidadas en un cajón. Ya Krishna, uno de los iniciados, decía que sólo Dios puede comprender a Dios. Entonces, para qué tanto atormentarse buscando su sino. El día menos pensado nos deja ciegos y nos envía la cura en un humilde hombre que no ha dudado nunca. Habría que estar dispuestos a recibirlo. Fernando Pessoa escribió en uno de sus poemas que no podía decir nada que Dios no supiera de sí mismo. Y nosotros intentando aclarar el misterio con nuestra corta mirada de hipócritas y asesinos.
Como ve, hermana, Dios, que está habitado de dioses, y la poesía, no se distancian sino en una sola cosa: La poesía nos permite el habla, y Dios nos silencia. Ambos en las geometrías de la revelación.
Con el deseo de que encuentre lo que busca…
Víctor Raúl Jaramillo
Asediado de Dios
Buena noche
Medellín, 9 de abril de 2007
Una filosofía nunca es una casa,
sino una obra en construcción.
George Bataille
El reverendo padre Francisco de P. Ginebra de la Compañía de Jesús, editó un curso de filosofía en tres tomos recogidos en el libro que usted hoy ve en esta exposición, luego de que sus evaluadores no notaran en él cosa alguna contraria a las enseñanzas de la Santa Iglesia o de su disciplina en Santiago de Chile el 9 de julio de 1887.
Elementos de filosofía que al momento de ser publicados, posiblemente sólo generaron escozor en los espíritus libres por su intencionada presentación dogmática y en contravía de lo que la filosofía ha sido siempre: amor (philein) a la sabiduría (sophia), y un preguntarse que todo filósofo debe hacer notar en su contexto disciplinar. Un dirigir al otro hacia sí mismo.
Su extremada composición alienadora hace notar su consabida entrega a un sistema limitado y en procura del adoctrinamiento de las “personas” que ingresaban a los colegios de segunda enseñanza. Quién sabe cómo pensaron a la filosofía como ciencia (cosa que no puede ser) y aceptaron (quizá en su totalidad) el texto que se entregaba en Bogotá en su segunda edición el año de 1893.
Tal parece que este síntoma de licencias dadas a las obras de aquel momento, no ha desaparecido en su totalidad; en nuestro caso, y algunas veces, como filiación a una ideología y en la mayoría, como fórmula de mercado y enriquecimiento de las editoriales.
Cabe anotar que el libro presenta las consabidas relaciones de la época, y quizá por esto don Marco Fidel Suárez firmó un prólogo por el bien del libro “en razón de su doctrina y de su método” y por ser el autor “uno de los restauradores de la filosofía escolástica”, en los días en que se necesitaba un restablecimiento de la filosofía cristiana sobre sus “verdaderas bases”.
Y es esto realmente el verdadero propósito del Padre Francisco y su esquemática posición. Afortunadamente tenemos en el momento actual una acción individual más despierta para transitar libres por “el mundo de la vida”, y autores de otra intención que no cierran el paso; antes bien, ofrecen su camino como una mera mirada no absoluta ni aleccionante.
Textos como éstos son dignos de estar en este lugar, el del museo.
Víctor Raúl Jaramillo
Medellín, 12 de febrero de 2007
Sin licencia y con gripe.
Hermana Florencia María
Algunos dicen que Dios es un monstruo porque es uno y tres al mismo tiempo. Igual mencionan a María porque fue virgen y madre de una sola vez. No sé donde se encuentra usted en este momento, pero quisiera preguntarle si además de los libros sagrados, ha leído al poeta Fernando Pessoa, más exactamente a Alberto Caeiro prologado por Ricardo Reis y estudiado por Álvaro de Campos, que son, entre otras cosas, la misma persona; es decir, una monstruosidad. Quizá, y con esto no quiero sonar a blasfemia, más grande que la de Dios. Esto, porque no lo hemos podido conocer como él, Dios, se conoce a sí mismo, en su integridad. Escribió infinidades y todo lo dejó sin ordenar en un baúl. Así como es posible que su hermana Margarita haya dejado cientos de cartas para usted y para el Señor olvidadas en un cajón. Ya Krishna, uno de los iniciados, decía que sólo Dios puede comprender a Dios. Entonces, para qué tanto atormentarse buscando su sino. El día menos pensado nos deja ciegos y nos envía la cura en un humilde hombre que no ha dudado nunca. Habría que estar dispuestos a recibirlo. Fernando Pessoa escribió en uno de sus poemas que no podía decir nada que Dios no supiera de sí mismo. Y nosotros intentando aclarar el misterio con nuestra corta mirada de hipócritas y asesinos.
Como ve, hermana, Dios, que está habitado de dioses, y la poesía, no se distancian sino en una sola cosa: La poesía nos permite el habla, y Dios nos silencia. Ambos en las geometrías de la revelación.
Con el deseo de que encuentre lo que busca…
Víctor Raúl Jaramillo
Asediado de Dios
Buena noche
Medellín, 9 de abril de 2007
UN POEMA
VIVIR ES UN PERPETUO IRSE
Estos días sucedieron,
y es posible que se vuelvan a ejercer.
Han quedado en el sitio justo,
al borde de una mano.
Ayer,
como decir
hace treintaysiete siglos,
el hombre vestía su primera piel,
gruñía al filo del abismo,
vientre,
gruta.
Vacío que aún interroga
la enigmática cópula de la piedra y la pasión.
Ayer caí en una boca
y evidencié un paraíso perdido,
un infierno adocenado de costumbre
que no permitía la claridad.
Cielo al revés,
envés,
tejido de la muerte
donde dejamos el otro hombre que fuimos;
camino concluido
que los demás tapizarán con alas de colibrí.
Flor que no habitaremos
y recordará nuestra música.
Seremos un fantasma,
y un fantasma
es un orgasmo donde ya no estamos.
Hablo de mí mismo,
pero te nombro:
yo como tú,
él en ella,
nosotros con ellos,
vosotros que aspiráis a la danza de la noche.
Tumba,
desconcierto del que vuelve
porque lo traen del lugar incierto
a responder por sus deudas.
Quizá no hemos dado lo suficiente.
Es probable que el mundo
deprede de nosotros
porque no damos lo que se espera.
Cuando digo mundo,
es tu espejo,
tu madre,
tu padre,
tu amante,
tu hijo.
Aquellos múltiples mundos
que aún no te nombran
porque has decidido el viaje subterráneo.
¿Hablo de ti?
¿Quién eres?
Canta conmigo para conocerte.
Coronado o no
de oro o de espinas,
sigo la trama que te nombra.
Hoy,
que es como decir:
otra ciudad,
el océano,
un nuevo y erguido dios,
los pájaros han cantado en mi ventana;
cantan porque los escucho,
no porque canten.
Hablo como Pessoa
que poetizaba sobre los seres
que cantan la gloria de Dios,
que ellos no eran cantores sino seres
y, por tanto, sólo existían.
Recuerdo también un fragmento de Blake
donde el tonto
no ve el mismo árbol que el sabio;
sin embargo,
todos podemos ver un árbol
en la medida de su presencia.
Si estamos presentes, claro.
Octavio Paz nos acerca aún más al fenómeno:
el árbol que está ahí,
en su mudo estar,
en su estar-ahí-en-el-mundo,
es diferente al árbol que vemos;
mucho más al árbol que nombramos.
Y si te nombro, ¿dónde estás?
Sólo sé que me habitas,
pero eres otra presencia
cuya revelación ha sido mediada,
oculta.
Hoy, ayer, mañana,
todo es,
todo está dispuesto,
mas nunca
como si nada nuevo existiera bajo el sol.
No obstante,
nada brota,
no surge nada.
Quizá porque no he dado lo suficiente,
tal vez no lo que se esperaba.
Pero soy un rey sin reino,
por supuesto.
Coronado o no
de oro o de espinas
o algas donde han dormido las sirenas
que no me niego a escuchar.
Mas el mástil y la soga…
¿Quién ha olvidado atarme?
Estos días sucedieron,
y es posible que se vuelvan a ejercer.
Han quedado en el sitio justo,
al borde de una mano.
Ayer,
como decir
hace treintaysiete siglos,
el hombre vestía su primera piel,
gruñía al filo del abismo,
vientre,
gruta.
Vacío que aún interroga
la enigmática cópula de la piedra y la pasión.
Ayer caí en una boca
y evidencié un paraíso perdido,
un infierno adocenado de costumbre
que no permitía la claridad.
Cielo al revés,
envés,
tejido de la muerte
donde dejamos el otro hombre que fuimos;
camino concluido
que los demás tapizarán con alas de colibrí.
Flor que no habitaremos
y recordará nuestra música.
Seremos un fantasma,
y un fantasma
es un orgasmo donde ya no estamos.
Hablo de mí mismo,
pero te nombro:
yo como tú,
él en ella,
nosotros con ellos,
vosotros que aspiráis a la danza de la noche.
Tumba,
desconcierto del que vuelve
porque lo traen del lugar incierto
a responder por sus deudas.
Quizá no hemos dado lo suficiente.
Es probable que el mundo
deprede de nosotros
porque no damos lo que se espera.
Cuando digo mundo,
es tu espejo,
tu madre,
tu padre,
tu amante,
tu hijo.
Aquellos múltiples mundos
que aún no te nombran
porque has decidido el viaje subterráneo.
¿Hablo de ti?
¿Quién eres?
Canta conmigo para conocerte.
Coronado o no
de oro o de espinas,
sigo la trama que te nombra.
Hoy,
que es como decir:
otra ciudad,
el océano,
un nuevo y erguido dios,
los pájaros han cantado en mi ventana;
cantan porque los escucho,
no porque canten.
Hablo como Pessoa
que poetizaba sobre los seres
que cantan la gloria de Dios,
que ellos no eran cantores sino seres
y, por tanto, sólo existían.
Recuerdo también un fragmento de Blake
donde el tonto
no ve el mismo árbol que el sabio;
sin embargo,
todos podemos ver un árbol
en la medida de su presencia.
Si estamos presentes, claro.
Octavio Paz nos acerca aún más al fenómeno:
el árbol que está ahí,
en su mudo estar,
en su estar-ahí-en-el-mundo,
es diferente al árbol que vemos;
mucho más al árbol que nombramos.
Y si te nombro, ¿dónde estás?
Sólo sé que me habitas,
pero eres otra presencia
cuya revelación ha sido mediada,
oculta.
Hoy, ayer, mañana,
todo es,
todo está dispuesto,
mas nunca
como si nada nuevo existiera bajo el sol.
No obstante,
nada brota,
no surge nada.
Quizá porque no he dado lo suficiente,
tal vez no lo que se esperaba.
Pero soy un rey sin reino,
por supuesto.
Coronado o no
de oro o de espinas
o algas donde han dormido las sirenas
que no me niego a escuchar.
Mas el mástil y la soga…
¿Quién ha olvidado atarme?
martes, 29 de junio de 2010
DOS POEMAS
ENTRADA EN LA NOCHE
A mi hermana
La lluvia cae
y su rumor
amortaja a los durmientes.
Lentamente las voces
de una ciudad amada y terrible
van siendo presas del sueño.
De una distancia inmaculada,
porque acerca en el recuerdo
y niega en el pedernal del corazón,
su figura resplandece
aunque la muerte siga la escritura.
Errante su cuerpo se aproxima,
su canto, nimbado en medio de la noche.
Las calles húmedas
encuentran la sangre
que otras fiestas dejaron a su paso.
Una tonada entra en el oído,
poco a poco su hilo delgado
envejece en la memoria.
Ábrele la puerta
para que imante el rostro
de una posible destinación:
acontecimiento apropiador de la belleza.
Sin poder salir al vórtice de la ciudad,
sus manos crean un nuevo signo.
Y en silencio
cree dar otro paso en el lienzo de su cuerpo.
Extrayendo de lo más íntimo de su carne,
pone su pulso en una locura irredenta.
Quizá la fiereza de una vida ya conquistada.
No le hables para huir,
deja su potro alborozado en los riscos,
permite a su desvarío pintar las montañas.
Cuece la noche su desvertebrada inocencia.
Los amigos le dan la salud.
¿Qué es todo esto
sino el delirio
de un hombre atropellado
por la sandez de una cordura perdida?
Canta, sigue cantando,
así arribará la mano que amanece
a pesar de los ahorcados.
*********
REVELACIONES DE UN NO CREYENTE
A Lorena Libertti
Sé que no existes.
Es por eso que te sigo.
Eres ficción,
conjetura,
metáfora
de la carne vencida
de los hombres.
Exprimida miseria
de un deseo.
Algunos te levantan
en las cordilleras y en el agua;
te multiplican.
Otros te condensan,
único,
como la poesía.
Ejércitos han crecido
como un trabajo feliz
que madura
en la ruidosa masacre de los impíos.
Esa felicidad es volcanazo de sangre,
pus y lepra de sus culpas adocenadas.
Has muerto también.
El hombre más feo del mundo
fue tu asesino.
Contigo murió mi infancia.
Tu cadáver
es el corazón enmohecido de mi padre.
Ven,
háblame desde tu nada,
a mí,
nada y absurdo del universo.
Orilla del resplandor carroñero
que crece en este valle.
Ven y nace de mis manos
como un niño pequeño,
como la jauría
que dará presencia a los días.
Acude desde mis entrañas
y recorre el camino conmigo,
con los amigos y mis amantes.
Desmiente las religiones
que anuncian tu golosina.
Hazlas polvo en el hueso de mi verso.
Apaga la contienda de los mortales
e infringe sus leyes de lobo hambriento.
Ven y lucha con mi palabra,
con la razón y la fantasía de mi palabra
que se prepara para el olvido.
Ven,
hundámonos en el mar de nuevo,
brotemos de sus aguas
con la firmeza del hombre
que copulará con la tierra.
Arrecia,
busca,
destruye esta humanidad miserable
y principia la fiesta del mundo.
A mi hermana
La lluvia cae
y su rumor
amortaja a los durmientes.
Lentamente las voces
de una ciudad amada y terrible
van siendo presas del sueño.
De una distancia inmaculada,
porque acerca en el recuerdo
y niega en el pedernal del corazón,
su figura resplandece
aunque la muerte siga la escritura.
Errante su cuerpo se aproxima,
su canto, nimbado en medio de la noche.
Las calles húmedas
encuentran la sangre
que otras fiestas dejaron a su paso.
Una tonada entra en el oído,
poco a poco su hilo delgado
envejece en la memoria.
Ábrele la puerta
para que imante el rostro
de una posible destinación:
acontecimiento apropiador de la belleza.
Sin poder salir al vórtice de la ciudad,
sus manos crean un nuevo signo.
Y en silencio
cree dar otro paso en el lienzo de su cuerpo.
Extrayendo de lo más íntimo de su carne,
pone su pulso en una locura irredenta.
Quizá la fiereza de una vida ya conquistada.
No le hables para huir,
deja su potro alborozado en los riscos,
permite a su desvarío pintar las montañas.
Cuece la noche su desvertebrada inocencia.
Los amigos le dan la salud.
¿Qué es todo esto
sino el delirio
de un hombre atropellado
por la sandez de una cordura perdida?
Canta, sigue cantando,
así arribará la mano que amanece
a pesar de los ahorcados.
*********
REVELACIONES DE UN NO CREYENTE
A Lorena Libertti
Sé que no existes.
Es por eso que te sigo.
Eres ficción,
conjetura,
metáfora
de la carne vencida
de los hombres.
Exprimida miseria
de un deseo.
Algunos te levantan
en las cordilleras y en el agua;
te multiplican.
Otros te condensan,
único,
como la poesía.
Ejércitos han crecido
como un trabajo feliz
que madura
en la ruidosa masacre de los impíos.
Esa felicidad es volcanazo de sangre,
pus y lepra de sus culpas adocenadas.
Has muerto también.
El hombre más feo del mundo
fue tu asesino.
Contigo murió mi infancia.
Tu cadáver
es el corazón enmohecido de mi padre.
Ven,
háblame desde tu nada,
a mí,
nada y absurdo del universo.
Orilla del resplandor carroñero
que crece en este valle.
Ven y nace de mis manos
como un niño pequeño,
como la jauría
que dará presencia a los días.
Acude desde mis entrañas
y recorre el camino conmigo,
con los amigos y mis amantes.
Desmiente las religiones
que anuncian tu golosina.
Hazlas polvo en el hueso de mi verso.
Apaga la contienda de los mortales
e infringe sus leyes de lobo hambriento.
Ven y lucha con mi palabra,
con la razón y la fantasía de mi palabra
que se prepara para el olvido.
Ven,
hundámonos en el mar de nuevo,
brotemos de sus aguas
con la firmeza del hombre
que copulará con la tierra.
Arrecia,
busca,
destruye esta humanidad miserable
y principia la fiesta del mundo.
TERAPIA DIALÓGICA (1)
Introducción
1
El Consultorio Filosófico inició actividades en marzo de 1994. Su posición es la de prestar un servicio a la comunidad, enfocado ante todo en el estudio del pensamiento a través del lenguaje y la búsqueda de sí mismo como respuesta al crecimiento interior.
A partir de una serie de lecturas y vivencias activadas durante varios años, se llegó a la necesidad de intensificar y proyectar la praxis filosófica como medicina. Esto se ha hecho en Francia, Bélgica, Alemania y Estados Unidos con gran éxito. En 1982 el doctor Achembach (Alemania), comenzó con la idea de un Consultorio Filosófico, donde se cobraba por consulta para el tratamiento de los malestares y trastornos existenciales de las personas de su país.
Actualmente la Filosofía como Medicina se ha desarrollado paulatinamente por personas como Lou Marinoff (Estados Unidos), José Barrientos Rastrojo y Mónica Cavallé (España), Rainer Matias Holm Hadulla (Alemania), Roxana Kreimer (Argentina), Oscar Brenifier (Francia), Ran Lahav (Israel) Hernán Bueno Castañeda, Oscar Fernando Acevedo y Eufrasio Guzmán Mesa (Colombia), entre otros.
La Filosofía como Medicina es una alternativa dentro de las terapias y no precisamente una terapia alternativa. Y busca pensar los problemas de salubridad en el plano de las relaciones interpersonales y de la autorreflexión sobre los actos y sus consecuencias en la vida de las personas, en principio de manera individual y consecuentemente con grupos.
Individualmente trabaja con “pacientes” que tienen problemas para relacionarse con el mundo por su incapacidad para el diálogo, angustia, crisis o vacío existencial, pérdida del sentido de la vida, suicidas en potencia y también a quienes tienen preguntas precisas sobre temas como la muerte, el amor, la soledad, la libertad, etc. Se puede aplicar en personas con dolor y en pacientes terminales.
En mi caso, el Consultorio Filosófico ofrece una Terapia Dialógica donde el ejercicio de preguntas y respuestas, busca en la persona la solución de su propio problema, ya que “cada hombre tiene que examinar su propio problema y tratar de determinar lo que es justo para él”. El diálogo es la función principal para desarrollar el proceso de comprensión e interpretación de lo que somos y atiende a la comunicación con los demás como medio para el aprendizaje de las cosas. Sin olvidar que es en nosotros mismos donde están las posibilidades de crecimiento, de aceptación de las creencias y la verdad.
Igualmente se ofrece el servicio de seminarios y el de asesorías en los niveles académico y personal que puedan ser desarrollados por el consultorio.
2
La naturaleza del hombre se ha escindido de la Naturaleza que a su vez ha sido creación y evolución continua. Lo que el hombre ha encarado en su interior es el mundo real, su comprensión e interpretación de una realidad que se le presenta como condición objetiva de lo existente. Pero para unirse a esta realidad, el hombre ha desarrollado el diálogo; es decir, que en sí mismo el hombre ha fomentado la actividad dialógica como medio para permitir su presencia y la otredad. Por lo tanto, nuestra naturaleza está en íntima relación con la palabra que nos conforma y nos activa.
Si el mundo y sus cosas establecen una cercanía en su habitar por la actividad propia de su presencia, el hombre se relaciona con el mundo y sus cosas nombrando, llevando a cabo la significación y el sentido. Lo que se hace entonces en el Consultorio Filosófico es desentrañar esos significados, ese reconocimiento del mundo para dar paso del discurso solipsista o del monólogo al diálogo, donde la intersubjetividad se plantea como posibilidad para encontrar “verdades” que conlleven a su vez una construcción de pensamiento.
La Terapia Dialógica busca alertar al ser que nos visita sobre su propia representación del mundo y sus cosas y, al mismo tiempo, ponerlo al tanto de las posibles manifestaciones que nos permiten dar el paso de lo individual a lo universal. Esto no quiere decir que se busque una desmitificación total del estado interior del hombre; al contrario, se asume que es a partir de esa relación entre mythos y logos de donde se toma conciencia de ese habitar “puro” que nos antecede como organismo complejo y singular. Por lo tanto, el acercamiento primero está desarrollado por la activación de una voluntad de crear que se establece desde una conciencia poética; porque es poéticamente como habita el hombre el mundo.
Además, esa subjetividad primera que se conforma como identidad y formulación del Yo que instaura la presencia de nuestro interior, ofrece el resultado de una integración con lo que se sucede de forma inexpresable si sólo se presenta desde la palabra como irracionalidad, que es sumamente válida, pero que es interpretación individual que no ha sido tamizada en la presencia del otro, en la fecundidad colectiva de lo que somos: cultura dialéctica que con su confrontación constante nos permite el crecimiento y la superación.
Retomando, pues, quiero decir que la Terapia Dialógica, que no es otra cosa que esa dialéctica que permanece como desentrañamiento de nuestro interior y ese despertar a la convivencia con la pluralidad de lo que nos rodea, necesita de una conciencia poética y de una hermenéutica filosófica y simbólica que son las mediaciones entre el conocimiento y las creencias. La Terapia Dialógica anima a la persona a la reflexión; al pensamiento libre y plural que desborda la mera opinión para acercarse con mayor exactitud a las decisiones nucleares de la vida, al reconocimiento de lo inmanente y trascendente de la vida, a la aceptación de que la vida debe ser vivida y que de alguna manera, se nos exige la doble atención de la duda y la certeza en el ámbito de los acontecimientos que se vuelven experiencias representativas para establecer una verdadera comprensión de lo que somos y representamos en el marco de lo existente.
1
El Consultorio Filosófico inició actividades en marzo de 1994. Su posición es la de prestar un servicio a la comunidad, enfocado ante todo en el estudio del pensamiento a través del lenguaje y la búsqueda de sí mismo como respuesta al crecimiento interior.
A partir de una serie de lecturas y vivencias activadas durante varios años, se llegó a la necesidad de intensificar y proyectar la praxis filosófica como medicina. Esto se ha hecho en Francia, Bélgica, Alemania y Estados Unidos con gran éxito. En 1982 el doctor Achembach (Alemania), comenzó con la idea de un Consultorio Filosófico, donde se cobraba por consulta para el tratamiento de los malestares y trastornos existenciales de las personas de su país.
Actualmente la Filosofía como Medicina se ha desarrollado paulatinamente por personas como Lou Marinoff (Estados Unidos), José Barrientos Rastrojo y Mónica Cavallé (España), Rainer Matias Holm Hadulla (Alemania), Roxana Kreimer (Argentina), Oscar Brenifier (Francia), Ran Lahav (Israel) Hernán Bueno Castañeda, Oscar Fernando Acevedo y Eufrasio Guzmán Mesa (Colombia), entre otros.
La Filosofía como Medicina es una alternativa dentro de las terapias y no precisamente una terapia alternativa. Y busca pensar los problemas de salubridad en el plano de las relaciones interpersonales y de la autorreflexión sobre los actos y sus consecuencias en la vida de las personas, en principio de manera individual y consecuentemente con grupos.
Individualmente trabaja con “pacientes” que tienen problemas para relacionarse con el mundo por su incapacidad para el diálogo, angustia, crisis o vacío existencial, pérdida del sentido de la vida, suicidas en potencia y también a quienes tienen preguntas precisas sobre temas como la muerte, el amor, la soledad, la libertad, etc. Se puede aplicar en personas con dolor y en pacientes terminales.
En mi caso, el Consultorio Filosófico ofrece una Terapia Dialógica donde el ejercicio de preguntas y respuestas, busca en la persona la solución de su propio problema, ya que “cada hombre tiene que examinar su propio problema y tratar de determinar lo que es justo para él”. El diálogo es la función principal para desarrollar el proceso de comprensión e interpretación de lo que somos y atiende a la comunicación con los demás como medio para el aprendizaje de las cosas. Sin olvidar que es en nosotros mismos donde están las posibilidades de crecimiento, de aceptación de las creencias y la verdad.
Igualmente se ofrece el servicio de seminarios y el de asesorías en los niveles académico y personal que puedan ser desarrollados por el consultorio.
2
La naturaleza del hombre se ha escindido de la Naturaleza que a su vez ha sido creación y evolución continua. Lo que el hombre ha encarado en su interior es el mundo real, su comprensión e interpretación de una realidad que se le presenta como condición objetiva de lo existente. Pero para unirse a esta realidad, el hombre ha desarrollado el diálogo; es decir, que en sí mismo el hombre ha fomentado la actividad dialógica como medio para permitir su presencia y la otredad. Por lo tanto, nuestra naturaleza está en íntima relación con la palabra que nos conforma y nos activa.
Si el mundo y sus cosas establecen una cercanía en su habitar por la actividad propia de su presencia, el hombre se relaciona con el mundo y sus cosas nombrando, llevando a cabo la significación y el sentido. Lo que se hace entonces en el Consultorio Filosófico es desentrañar esos significados, ese reconocimiento del mundo para dar paso del discurso solipsista o del monólogo al diálogo, donde la intersubjetividad se plantea como posibilidad para encontrar “verdades” que conlleven a su vez una construcción de pensamiento.
La Terapia Dialógica busca alertar al ser que nos visita sobre su propia representación del mundo y sus cosas y, al mismo tiempo, ponerlo al tanto de las posibles manifestaciones que nos permiten dar el paso de lo individual a lo universal. Esto no quiere decir que se busque una desmitificación total del estado interior del hombre; al contrario, se asume que es a partir de esa relación entre mythos y logos de donde se toma conciencia de ese habitar “puro” que nos antecede como organismo complejo y singular. Por lo tanto, el acercamiento primero está desarrollado por la activación de una voluntad de crear que se establece desde una conciencia poética; porque es poéticamente como habita el hombre el mundo.
Además, esa subjetividad primera que se conforma como identidad y formulación del Yo que instaura la presencia de nuestro interior, ofrece el resultado de una integración con lo que se sucede de forma inexpresable si sólo se presenta desde la palabra como irracionalidad, que es sumamente válida, pero que es interpretación individual que no ha sido tamizada en la presencia del otro, en la fecundidad colectiva de lo que somos: cultura dialéctica que con su confrontación constante nos permite el crecimiento y la superación.
Retomando, pues, quiero decir que la Terapia Dialógica, que no es otra cosa que esa dialéctica que permanece como desentrañamiento de nuestro interior y ese despertar a la convivencia con la pluralidad de lo que nos rodea, necesita de una conciencia poética y de una hermenéutica filosófica y simbólica que son las mediaciones entre el conocimiento y las creencias. La Terapia Dialógica anima a la persona a la reflexión; al pensamiento libre y plural que desborda la mera opinión para acercarse con mayor exactitud a las decisiones nucleares de la vida, al reconocimiento de lo inmanente y trascendente de la vida, a la aceptación de que la vida debe ser vivida y que de alguna manera, se nos exige la doble atención de la duda y la certeza en el ámbito de los acontecimientos que se vuelven experiencias representativas para establecer una verdadera comprensión de lo que somos y representamos en el marco de lo existente.
martes, 18 de mayo de 2010
TURMALINA NEGRA
Si no sé a dónde voy... cualquier camino sirve
Pinocho
Si no sé para dónde voy... cómo sabré si ya llegué
Cenicienta
PLEGARIA DE NOCHE CALLADA
Tus ojos
son dos puñales
que atraviesan mi espíritu
tus labios
las olas que se empinan
cuando la noche deja de cantar
si en mi mano está tu mano
el paraíso existe
por eso
y por tu memoria
que no deja perder la luz del vencido
eres salvación y conquista
de mi cuerpo desnudo de cielo
de mi amor zigzagueante
cobijado por el fuego
acércate
y hablemos en silencio
beso contra beso
como si entre ambos compusiéramos
la sinfonía del origen
como si en el sueño de nuestro abrazo
dejara de ser hombre
y me convirtiera en guardián del mundo
la leche que el tiempo
ha tejido para sus hijos
amanece en tus pechos
donde el pájaro del mediodía
dejó su semilla
sueña conmigo
para que la eternidad
no sea una burla
para que su voz
no sea la pirámide
que dejaron atrás
los pasos del destino
yo estoy aquí
vivo como el apetito
encarnado del cosmos
encadenado y libre en la palabra
que restaura la naturaleza de lo sagrado
la condición que otorga
aquello que ya nos pertenece
agita tu cabello
sobre las estrellas
clávate en la noche callada de mi alma
destrona el rumbo impreciso de los moribundos
ESTO QUE SE HURTA
No hablo como si fuera el último hombre,
porque necesito testigos
Bataille
Dios huye de sí mismo
falta
al odio del mundo
por un momento es la sombra
el fantasma
que abreva
pasada la batalla
su negación decae
se asoma al orden
de un hombre lógico
preso de la fatiga
artificio del perdón
como trashumante adolorido
en la hambruna y la sed
de una paz irredenta
Dios es una nada insaciable
y no sabe y gira sin reposo
no se detiene
sino un momento
se baña en el río de lo imposible
como un ojo vacío
que retrocede ante los límites
de un corazón enajenado
angustia
ser de hombre muerto
cima de otra aurora
experiencia de Dios
que huye de sí mismo
LA MUERTE
De la muerte
apenas nacemos infinitamente
Vinicius de Moraes
Hay que vivir
otras vidas
que no sean nuestras
para vivir lo que nos corresponde
pero siempre
hemos de volver
sobre nosotros mismos
hay que reconocer
que la muerte es un pulso
que se abre en el aliento del vivir
que debemos atender
a la muerte vivida
la verdadera muerte y su trasformación
sólo muere el puente
entre nuestro yo y el mundo
ambos son nuestro espíritu
y todo lo que queda oculto
en su diálogo
permanece
el nombre es otra vida
la visión comunica el enigma
llega la despedida
para todos
pero nuestra muerte
es el nacimiento
de otra conquista
CÍRCULO
Vamos de igual manera
recorriendo el imbricado
terreno del Universo
su palabra
única plegaria
donde la arquitectura de un sacrificio
da hasta el fin
de un poema certero
vamos de igual manera
recorriendo muchas veces
las miradas del Hijo del Cielo
vamos de igual manera
pero nunca los mismos
siempre en la distancia
de un sentido
que abarca nuestro nombre
todo no puede ser igual
todo desaparecería
pero ¿será esto claro
para quienes descubren el mundo
a pesar de la mano del verdugo?
vamos de igual manera
recorriendo el último laberinto
de nuestro baile
dispuestos siempre para el olvido
observando el milagro
que nos sostiene siempre despiertos
siempre presas del sueño
ambiguos en la idea
de un tiempo que nos pertenece
y nos separa al mismo tiempo
lugares de un inabarcable jardín
vamos de igual manera
perdidos por el mundo
con la compañía del último acto
donde uniremos las manos
a la palabra del Universo
a la inmortalidad y a la muerte
NOCHE DE SOL
Negarse a la voz
que nos trae el mismo tiempo
es negarse a la verdad
toda defensa de su existencia
es una vida vivida
un canto que sólo se encuentra
donde quedó perdido
las cosas en su estar
no sólo se advierten al nombrarlas
en el momento justo
todo estará dispuesto
la suma de las edades
no siempre es la suma
de las vidas que crecen
en el cause del destino
esa línea que cultivan los años
esa arquitectura
ese poblado de soles y lunas
todo ocurre
a pesar de estar cifrado en el silencio
no todo es abarcable
en nuestra representación
no todo lo entendido
es lo que se siente
después de todo
la vida es una carta que nos jugamos
SOÑADOR DE ESFERAS
Mírame
no soy un mártir
pero conozco a Dios
porque me niego
desde el principio
veo un sol pequeño
y una Tierra
que no cabe en mi memoria
y me doy tiempo
para abrazar la montaña
si hay alguna venganza
contra mí
que venga
yo seré su salvación
y por mi conocimiento
la felicidad
será mi saludo
íntimamente ligado al soñador
enamorado y sin descanso
ni a favor ni en contra
voy lentamente
creando el mundo
que no tiene respuesta
SEÑALES PARA TU NOMBRE
Callar
no es lo mismo
que acontecer en silencio
cada cosa que se nombra
está de antemano en la palabra
cada respiración del hombre
es un compás sin idioma
una conversación del alma
consigo misma
cada eco que llega desde la memoria
comunica su tiempo
mas no el nuestro
espíritu que se mueve
como el barranco que se hace
que se obtiene poco a poco
cada cosa es un reflejo
de lo que ha sido
cada verso que regresa
nos trae el mundo que miramos
mientras se extiende el horizonte
cae el pensamiento abierto
las palabras
que nombran lo nombrado
el bautismo del amor y la muerte
el recuerdo es un ir al origen
y recoger la semilla
del árbol que nos habita
el habla prende su incienso
todo se mueve
todo está quieto
del lado que lo dispongas
sólo lo que a ti viene
te pertenece
FLOR DE ALGODÓN
El mundo es necesario para
padecerlo, meditarlo y entender
Fernando González
Cuando todo es tan preciso
que ya nada cabe en el mundo
la muerte afila sus cuchillos
al viento las palabras
al fuego los actos
uno debe ser fiel a sí mismo
y leal a los amigos
a pesar de las horas
que cruzan en la distancia
de las veces en que somos
cuerpo sin espíritu
a la velocidad del tiempo
alimento vivo del olvido
diálogo y fuerza en el amor
venganza y petróleo
en la sangre del dios
que gira sin lenguaje
palabra guerrera victoriosa
destino que sorprende
que nos aniquila y nos edifica
somos máscaras que habitan
en la casa del frío
somos una flor amarilla
un tiempo en la verdad del tiempo
alimento del deseo
conquista y distancia
veneno y mentira que se padecen
en cada uno de los tres días
de la Humanidad
en la lejanía meditamos
y un pájaro nos enseña
de qué forma
se mueve el Universo
llegará también el momento
en que descubramos la mañana
en que entendamos
la luna roja del nacimiento
EL BOLERO DE ABADDON
En el momento
en que me das tus manos
la memoria de una fiebre
que antecedió
al nacimiento del hombre
cubre el paisaje que respiro
entonces sé
que nos encontraremos
el día del gran baile
no quisiera que otro
tratara de quitarme
lo que he aprendido por mi mismo
eso confirmaría
la brújula rota de su destino
el apetito envilecido de su arcano
detrás del mundo
al otro lado del vivir
camina la muerte con sus atavíos
yo he sido el cronista
de sus viajes y seducciones
y seré un tiro al blanco
en cualquier momento
pienso la vida
pero también insisto en vivirla
aprendo de mi propio camino
y del eco de las caravanas
sé que en algún lugar del tiempo
me espera el canto
la savia de mi alma gemela
entonces tú sabrás lo que he sido
y seremos una montaña
al filo de la eternidad
así comprenderé tus migraciones
el beso que dejaste en la Tierra
cuando por primera vez
me retiré de casa
quizá no sepas de que hablo
ni siquiera presientes que lloro
o que me golpeo contra las ciudades
o que no he ido al templo
que me enseñaron mis padres
de todos modos
no calcularías la ira y la bendición
si lo supieras
no hay promesa
que no desemboque en un laberinto
que no descubra la línea del cometa
que no serene la tortura
ni disponga el valor del mandala
un ángel derramará sus cabellos
y será como si el sol
abriera sus brazos para que vieras
tú que eres el mundo sin dirección
tan lleno de vientre y de camándula
tan libre de oxígeno
cuerpo inmaculado de liquen y polvo
que caída la noche prepara su fiesta
cierto es que volvemos
para recuperarnos
en el agua inclemente del abismo
para asegurarle el pulso a la historia
así está escrito
desde que abrimos la ventana
INFINITO CERO
Miras tus horas
y al fondo del agua
un ángel clandestino
señala la idea de ser
de llegar al otro
que habita las sombra del tiempo
también él está en camino
y su serenidad está
en no mostrar todo lo que le pertenece
hay que dejar algo para la noche
es posible que las cosas
lleguen al lugar que has querido
el Hombre es el ser que quiere
el que exige
el que recuerda el enigma
y la torre abolida
el Hombre
debe hablar con sus propias palabras
sin abusar del canto
sin sobrepasar
el paisaje que le permite la historia
si el Hombre no descubre
el lenguaje de su propia fiesta
deberá callar por siempre
deberá dejar intacto
el diálogo conciliador con el origen
con el tiempo sin tiempo
que sueña nuestra eternidad
quizá ya estés cansado y quieras dormir
pensarás la muerte entonces
y sólo de ese modo
la magia te concederá el favor
cruzarás el mar
en tu barca con tus ojos apenas vírgenes
Y al final del poema
sabrás que lo verdadero estuvo adentro
como luminosa respuesta
para tu sed
CARTA BLANCA
Cuando el mundo quiere dormir
permite la igualdad
de nuestros movimientos
así hacen presencia
las deliberaciones
de cada uno de los hombres
que han traducido
el tiempo que escapa a la historia
de tal manera
se asegura a cada reino
el arpegio y la sanación
una sola gota de lluvia
da muestra
del orden exacto de Dios
el de los muchos nombres
cada rostro rescatado del abismo
es un signo de bienvenida
un buen presagio a la hora de partir
todo nacimiento
es un río que se pierde más allá del sueño
toda búsqueda que no alimente su cauce
es espacio sin huella
abrazo sin ángel guardián
poco a poco
se van llenando las alforjas
con el vigor de la luz
se van liberando sus privilegios
cruzamos el fuego que desata el alma
en cada uno de nuestros silencios
reorganizamos las líneas del mapa
que seguirán nuestros ejércitos
le damos continuidad a sus expediciones
qué otra cosa podríamos hacer
si después de reconocer cada movimiento
el mundo nos prepara la serenidad
y mansamente vamos entregando la voz
porque es de nuevo
el último día sobre la Tierra
DESATAR EL POEMA
Debemos amar
como aman
los milagros de la civilización
que se anudan
a nuestra memoria herida
descrita en las horas
de una cacería inconclusa
creeríamos en las fiestas abatidas
en todo lo que nos falta
en la huella sangrante de la luz
en el cráneo vacío
y en la lengua anónima
de la Tierra
el crimen está
en no seguir la línea
que cruza nuestro costado
nuestra tormenta se hace de no aceptar
nuestra propia tormenta
sólo podemos dar
lo que ya nos pertenece
comparecer por nuestra mano ante el abismo
no es cosa de ir pidiendo asilo
a las tumbas
hay quien predica la caída
y al mismo tiempo
ejercita sus alas
en cada escalón se pierde y se gana la vida
tuyo es mi cáliz
tuya la fuerza de mi semilla
para que todo marche
y vaya y vuelva
se necesitan tus manos
el súbito presagio
que nos acerca al rito
y a la máscara
hablar de nuestra casa
es lo que quisiera
escucha
una flor de agua se yergue en mi alma
y más que dormir en el secreto
lo que hago
es reunir los asuntos del amor
y guardarlos para ti
mientras la ciudad se acostumbra
a la derrota
a la falta de deseo
alabada tú
que caíste en estado de poesía
princesa que devuelves mi espíritu
y la palabra
mas quizá de nada sirva
cuando se sepa que con mirarme
dices lo que los años han dicho
desde el principio
quizá no haya principio
tal vez no exista final
si así es
felices los felices por siempre
y no demores contra mi cuerpo
tu eternidad
LOS DÍAS AZULES
Tu mirada
sostiene la piedra
y el símbolo
tu sol
es un león enfurecido
que se agiganta en el mediterráneo
en compañía
de la anaconda
y la salamandra
tu mar es el habla
de una persona extraña
que recién empieza a florecer
y lleva en su canto
la eternidad
y el agua del recuerdo
donde se pronuncian en silencio
los pájaros y las araucarias
quisiera descubrir
una nueva palabra
para tejer con ella
el mediodía de mi corazón
una palabra amarilla
que levante el luto
de mi soledad
una esperanza
una bayoneta desenvainada
para liberar
la bandera tremenda
que entienden los pueblos
hambrientos y solos
los hombres enamorados
la Tierra fundada
en el llanto y el abandono
tu voz
es el cuerpo húmedo
de una bailarina
y todos esperan su música
multitud que aúlla en mi pecho
cataclismo
ebriedad del trueno
llegas como el viento
milagro posible
que apenas tocan mis manos
inocencia última
enorme tempestad
pisada incondicional
de la poesía
del sueño que permanece
tiempo indomable
del beso que todo lo incendia
enloquecido voy
enloquecido pariendo la tristeza
de no acariciar tu rostro
no como el que se pierde
y cae sin cabeza
sino como el que ora
y levanta los brazos
y respira profundo
tragándose el Universo
sólo nos vimos cuando llovía
y acaso sea suficiente
mujer de almendra
paloma de pan y fuego
llevo mi pensamiento por la vida
como el que tiene un camino
y eso poco dice
de las noches en que te nombro
cuando el cansancio me delata
ahora voy cazando ángeles
para hacerte un jardín de alas
para que los eches a volar
quizá no te vuelva a ver
quizá te vayas con ellos
a recorrer el cielo
Pinocho
Si no sé para dónde voy... cómo sabré si ya llegué
Cenicienta
PLEGARIA DE NOCHE CALLADA
Tus ojos
son dos puñales
que atraviesan mi espíritu
tus labios
las olas que se empinan
cuando la noche deja de cantar
si en mi mano está tu mano
el paraíso existe
por eso
y por tu memoria
que no deja perder la luz del vencido
eres salvación y conquista
de mi cuerpo desnudo de cielo
de mi amor zigzagueante
cobijado por el fuego
acércate
y hablemos en silencio
beso contra beso
como si entre ambos compusiéramos
la sinfonía del origen
como si en el sueño de nuestro abrazo
dejara de ser hombre
y me convirtiera en guardián del mundo
la leche que el tiempo
ha tejido para sus hijos
amanece en tus pechos
donde el pájaro del mediodía
dejó su semilla
sueña conmigo
para que la eternidad
no sea una burla
para que su voz
no sea la pirámide
que dejaron atrás
los pasos del destino
yo estoy aquí
vivo como el apetito
encarnado del cosmos
encadenado y libre en la palabra
que restaura la naturaleza de lo sagrado
la condición que otorga
aquello que ya nos pertenece
agita tu cabello
sobre las estrellas
clávate en la noche callada de mi alma
destrona el rumbo impreciso de los moribundos
ESTO QUE SE HURTA
No hablo como si fuera el último hombre,
porque necesito testigos
Bataille
Dios huye de sí mismo
falta
al odio del mundo
por un momento es la sombra
el fantasma
que abreva
pasada la batalla
su negación decae
se asoma al orden
de un hombre lógico
preso de la fatiga
artificio del perdón
como trashumante adolorido
en la hambruna y la sed
de una paz irredenta
Dios es una nada insaciable
y no sabe y gira sin reposo
no se detiene
sino un momento
se baña en el río de lo imposible
como un ojo vacío
que retrocede ante los límites
de un corazón enajenado
angustia
ser de hombre muerto
cima de otra aurora
experiencia de Dios
que huye de sí mismo
LA MUERTE
De la muerte
apenas nacemos infinitamente
Vinicius de Moraes
Hay que vivir
otras vidas
que no sean nuestras
para vivir lo que nos corresponde
pero siempre
hemos de volver
sobre nosotros mismos
hay que reconocer
que la muerte es un pulso
que se abre en el aliento del vivir
que debemos atender
a la muerte vivida
la verdadera muerte y su trasformación
sólo muere el puente
entre nuestro yo y el mundo
ambos son nuestro espíritu
y todo lo que queda oculto
en su diálogo
permanece
el nombre es otra vida
la visión comunica el enigma
llega la despedida
para todos
pero nuestra muerte
es el nacimiento
de otra conquista
CÍRCULO
Vamos de igual manera
recorriendo el imbricado
terreno del Universo
su palabra
única plegaria
donde la arquitectura de un sacrificio
da hasta el fin
de un poema certero
vamos de igual manera
recorriendo muchas veces
las miradas del Hijo del Cielo
vamos de igual manera
pero nunca los mismos
siempre en la distancia
de un sentido
que abarca nuestro nombre
todo no puede ser igual
todo desaparecería
pero ¿será esto claro
para quienes descubren el mundo
a pesar de la mano del verdugo?
vamos de igual manera
recorriendo el último laberinto
de nuestro baile
dispuestos siempre para el olvido
observando el milagro
que nos sostiene siempre despiertos
siempre presas del sueño
ambiguos en la idea
de un tiempo que nos pertenece
y nos separa al mismo tiempo
lugares de un inabarcable jardín
vamos de igual manera
perdidos por el mundo
con la compañía del último acto
donde uniremos las manos
a la palabra del Universo
a la inmortalidad y a la muerte
NOCHE DE SOL
Negarse a la voz
que nos trae el mismo tiempo
es negarse a la verdad
toda defensa de su existencia
es una vida vivida
un canto que sólo se encuentra
donde quedó perdido
las cosas en su estar
no sólo se advierten al nombrarlas
en el momento justo
todo estará dispuesto
la suma de las edades
no siempre es la suma
de las vidas que crecen
en el cause del destino
esa línea que cultivan los años
esa arquitectura
ese poblado de soles y lunas
todo ocurre
a pesar de estar cifrado en el silencio
no todo es abarcable
en nuestra representación
no todo lo entendido
es lo que se siente
después de todo
la vida es una carta que nos jugamos
SOÑADOR DE ESFERAS
Mírame
no soy un mártir
pero conozco a Dios
porque me niego
desde el principio
veo un sol pequeño
y una Tierra
que no cabe en mi memoria
y me doy tiempo
para abrazar la montaña
si hay alguna venganza
contra mí
que venga
yo seré su salvación
y por mi conocimiento
la felicidad
será mi saludo
íntimamente ligado al soñador
enamorado y sin descanso
ni a favor ni en contra
voy lentamente
creando el mundo
que no tiene respuesta
SEÑALES PARA TU NOMBRE
Callar
no es lo mismo
que acontecer en silencio
cada cosa que se nombra
está de antemano en la palabra
cada respiración del hombre
es un compás sin idioma
una conversación del alma
consigo misma
cada eco que llega desde la memoria
comunica su tiempo
mas no el nuestro
espíritu que se mueve
como el barranco que se hace
que se obtiene poco a poco
cada cosa es un reflejo
de lo que ha sido
cada verso que regresa
nos trae el mundo que miramos
mientras se extiende el horizonte
cae el pensamiento abierto
las palabras
que nombran lo nombrado
el bautismo del amor y la muerte
el recuerdo es un ir al origen
y recoger la semilla
del árbol que nos habita
el habla prende su incienso
todo se mueve
todo está quieto
del lado que lo dispongas
sólo lo que a ti viene
te pertenece
FLOR DE ALGODÓN
El mundo es necesario para
padecerlo, meditarlo y entender
Fernando González
Cuando todo es tan preciso
que ya nada cabe en el mundo
la muerte afila sus cuchillos
al viento las palabras
al fuego los actos
uno debe ser fiel a sí mismo
y leal a los amigos
a pesar de las horas
que cruzan en la distancia
de las veces en que somos
cuerpo sin espíritu
a la velocidad del tiempo
alimento vivo del olvido
diálogo y fuerza en el amor
venganza y petróleo
en la sangre del dios
que gira sin lenguaje
palabra guerrera victoriosa
destino que sorprende
que nos aniquila y nos edifica
somos máscaras que habitan
en la casa del frío
somos una flor amarilla
un tiempo en la verdad del tiempo
alimento del deseo
conquista y distancia
veneno y mentira que se padecen
en cada uno de los tres días
de la Humanidad
en la lejanía meditamos
y un pájaro nos enseña
de qué forma
se mueve el Universo
llegará también el momento
en que descubramos la mañana
en que entendamos
la luna roja del nacimiento
EL BOLERO DE ABADDON
En el momento
en que me das tus manos
la memoria de una fiebre
que antecedió
al nacimiento del hombre
cubre el paisaje que respiro
entonces sé
que nos encontraremos
el día del gran baile
no quisiera que otro
tratara de quitarme
lo que he aprendido por mi mismo
eso confirmaría
la brújula rota de su destino
el apetito envilecido de su arcano
detrás del mundo
al otro lado del vivir
camina la muerte con sus atavíos
yo he sido el cronista
de sus viajes y seducciones
y seré un tiro al blanco
en cualquier momento
pienso la vida
pero también insisto en vivirla
aprendo de mi propio camino
y del eco de las caravanas
sé que en algún lugar del tiempo
me espera el canto
la savia de mi alma gemela
entonces tú sabrás lo que he sido
y seremos una montaña
al filo de la eternidad
así comprenderé tus migraciones
el beso que dejaste en la Tierra
cuando por primera vez
me retiré de casa
quizá no sepas de que hablo
ni siquiera presientes que lloro
o que me golpeo contra las ciudades
o que no he ido al templo
que me enseñaron mis padres
de todos modos
no calcularías la ira y la bendición
si lo supieras
no hay promesa
que no desemboque en un laberinto
que no descubra la línea del cometa
que no serene la tortura
ni disponga el valor del mandala
un ángel derramará sus cabellos
y será como si el sol
abriera sus brazos para que vieras
tú que eres el mundo sin dirección
tan lleno de vientre y de camándula
tan libre de oxígeno
cuerpo inmaculado de liquen y polvo
que caída la noche prepara su fiesta
cierto es que volvemos
para recuperarnos
en el agua inclemente del abismo
para asegurarle el pulso a la historia
así está escrito
desde que abrimos la ventana
INFINITO CERO
Miras tus horas
y al fondo del agua
un ángel clandestino
señala la idea de ser
de llegar al otro
que habita las sombra del tiempo
también él está en camino
y su serenidad está
en no mostrar todo lo que le pertenece
hay que dejar algo para la noche
es posible que las cosas
lleguen al lugar que has querido
el Hombre es el ser que quiere
el que exige
el que recuerda el enigma
y la torre abolida
el Hombre
debe hablar con sus propias palabras
sin abusar del canto
sin sobrepasar
el paisaje que le permite la historia
si el Hombre no descubre
el lenguaje de su propia fiesta
deberá callar por siempre
deberá dejar intacto
el diálogo conciliador con el origen
con el tiempo sin tiempo
que sueña nuestra eternidad
quizá ya estés cansado y quieras dormir
pensarás la muerte entonces
y sólo de ese modo
la magia te concederá el favor
cruzarás el mar
en tu barca con tus ojos apenas vírgenes
Y al final del poema
sabrás que lo verdadero estuvo adentro
como luminosa respuesta
para tu sed
CARTA BLANCA
Cuando el mundo quiere dormir
permite la igualdad
de nuestros movimientos
así hacen presencia
las deliberaciones
de cada uno de los hombres
que han traducido
el tiempo que escapa a la historia
de tal manera
se asegura a cada reino
el arpegio y la sanación
una sola gota de lluvia
da muestra
del orden exacto de Dios
el de los muchos nombres
cada rostro rescatado del abismo
es un signo de bienvenida
un buen presagio a la hora de partir
todo nacimiento
es un río que se pierde más allá del sueño
toda búsqueda que no alimente su cauce
es espacio sin huella
abrazo sin ángel guardián
poco a poco
se van llenando las alforjas
con el vigor de la luz
se van liberando sus privilegios
cruzamos el fuego que desata el alma
en cada uno de nuestros silencios
reorganizamos las líneas del mapa
que seguirán nuestros ejércitos
le damos continuidad a sus expediciones
qué otra cosa podríamos hacer
si después de reconocer cada movimiento
el mundo nos prepara la serenidad
y mansamente vamos entregando la voz
porque es de nuevo
el último día sobre la Tierra
DESATAR EL POEMA
Debemos amar
como aman
los milagros de la civilización
que se anudan
a nuestra memoria herida
descrita en las horas
de una cacería inconclusa
creeríamos en las fiestas abatidas
en todo lo que nos falta
en la huella sangrante de la luz
en el cráneo vacío
y en la lengua anónima
de la Tierra
el crimen está
en no seguir la línea
que cruza nuestro costado
nuestra tormenta se hace de no aceptar
nuestra propia tormenta
sólo podemos dar
lo que ya nos pertenece
comparecer por nuestra mano ante el abismo
no es cosa de ir pidiendo asilo
a las tumbas
hay quien predica la caída
y al mismo tiempo
ejercita sus alas
en cada escalón se pierde y se gana la vida
tuyo es mi cáliz
tuya la fuerza de mi semilla
para que todo marche
y vaya y vuelva
se necesitan tus manos
el súbito presagio
que nos acerca al rito
y a la máscara
hablar de nuestra casa
es lo que quisiera
escucha
una flor de agua se yergue en mi alma
y más que dormir en el secreto
lo que hago
es reunir los asuntos del amor
y guardarlos para ti
mientras la ciudad se acostumbra
a la derrota
a la falta de deseo
alabada tú
que caíste en estado de poesía
princesa que devuelves mi espíritu
y la palabra
mas quizá de nada sirva
cuando se sepa que con mirarme
dices lo que los años han dicho
desde el principio
quizá no haya principio
tal vez no exista final
si así es
felices los felices por siempre
y no demores contra mi cuerpo
tu eternidad
LOS DÍAS AZULES
Tu mirada
sostiene la piedra
y el símbolo
tu sol
es un león enfurecido
que se agiganta en el mediterráneo
en compañía
de la anaconda
y la salamandra
tu mar es el habla
de una persona extraña
que recién empieza a florecer
y lleva en su canto
la eternidad
y el agua del recuerdo
donde se pronuncian en silencio
los pájaros y las araucarias
quisiera descubrir
una nueva palabra
para tejer con ella
el mediodía de mi corazón
una palabra amarilla
que levante el luto
de mi soledad
una esperanza
una bayoneta desenvainada
para liberar
la bandera tremenda
que entienden los pueblos
hambrientos y solos
los hombres enamorados
la Tierra fundada
en el llanto y el abandono
tu voz
es el cuerpo húmedo
de una bailarina
y todos esperan su música
multitud que aúlla en mi pecho
cataclismo
ebriedad del trueno
llegas como el viento
milagro posible
que apenas tocan mis manos
inocencia última
enorme tempestad
pisada incondicional
de la poesía
del sueño que permanece
tiempo indomable
del beso que todo lo incendia
enloquecido voy
enloquecido pariendo la tristeza
de no acariciar tu rostro
no como el que se pierde
y cae sin cabeza
sino como el que ora
y levanta los brazos
y respira profundo
tragándose el Universo
sólo nos vimos cuando llovía
y acaso sea suficiente
mujer de almendra
paloma de pan y fuego
llevo mi pensamiento por la vida
como el que tiene un camino
y eso poco dice
de las noches en que te nombro
cuando el cansancio me delata
ahora voy cazando ángeles
para hacerte un jardín de alas
para que los eches a volar
quizá no te vuelva a ver
quizá te vayas con ellos
a recorrer el cielo
SEGUNDA CARTA DESDE GOMORRA POR DANIEL JIMENÉZ
(DE NUEVO A PROPÓSITO DE “SONATA DE UNA MUERTE” DE VICTOR RAÚL JARAMILLO.)
“Bienaventurados aquellos que tienen un alma,
dichosos los que no la tienen,
pero desgracia y adversidad
para los que tienen su germen.”
G. I. GURDJIEFF.
Contrario a lo sostenido por una de nuestras voces mayores, ese gran poeta que fue Jorge Zalamea, hoy por hoy, y luego del sarampión libertario de los años setenta del pasado siglo, podemos afirmar que en poesía sí hay subdesarrollo: abandonada la dificultad, dejada al margen esa larga orfebrería de visiones que constituye la más alta poesía de nuestra tradición, desde la Ilíada hasta el Yuruparí, nada diferencia ese amorfo artefacto llamado poema del texto publicitario, o del pegajoso estribillo de alguna campaña en nombre del ecologismo ramplón de los urbanitas.
Pero Víctor Raúl no cae en la trampa de “subdesarrollarse”, contagiado de eso que los hindúes llaman Advaita, y que significa la renuncia al conocimiento riesgoso. Porque su novela es ante todo una polifonía de registros poéticos, donde no hay presente, sino una magistral superposición de cronotipos. Y más aún, reta, complica, abisma: nada de esas fáciles imitaciones, tan al uso, de Ray Loriga, autor que dicho sea de paso admiro y valoro, pero que carga con el soso lastre de sus epígonos, catapultados por las grandes editoriales, como conejos del sombrero de un mago sin criterio. “Vamos por el mundo buscando la casa en el árbol, donde está escrita nuestra biografía. Quizá estuvimos allí desde hace siglos. Volvemos pues, por nosotros. Volvemos por lo que queda de nuestra Humanidad…” (pag.77)
Y es que en medio de este desierto sin clima, de este Sahara sin temperatura, de ese optar por el impacto fugaz de la imagen sensiblera, en lugar de ascender como savia por la raíz de un lenguaje que fluya y se expanda, reconocemos de inmediato la filiación de Jaramillo: una rara mezcla de rock extremo con Heidegger, Pessoa, Nietzsche… Y conste que digo filiación, modo más digno de tratar la estirpe espiritual elegida; elección de estirpe ausente de las academias y de los “talleres” que la muy mercantil expresión de “influencia”, palabra muy del gusto de los burócratas del poema. Víctor lo escupe sin contemplaciones: “La carne del alma en su ejercicio de la filosofía oscura suspendida en el real discurso de las bodas que alimentan las ciudades…” (pag. 57)
Víctor Raúl Jaramillo, hace equivalentes juego, misticismo y esoterismo en una alquimia brutal. Es un romántico fallido, descarado, hijo de la alegoría y el transcurso como buen posmoderno, pero atravesado también por la épica de la sombra y el desasosiego. “Sonata de una muerte” es un texto perverso, polimorfo, desemejante a todo y por ello unitivo: “Ignorando quien es, suspendido entre el aquí y el ahora, completa el Universo”. (pag. 65)
Parafraseando al salmo 105: 18, podría decirse de Víctor que “En hierro fue puesta su persona…” Y añadiría que la suya es una novela moldeada con metales pesados y sonidos agrestes: No busca la belleza, sino la visión que deroga la simple autobiografía, transformándola en búsqueda del comienzo.
DANIEL JIMENEZ BEJARANO.
Febrero y 2009. Luna Nueva.
danielmanowar@terra.com
“Bienaventurados aquellos que tienen un alma,
dichosos los que no la tienen,
pero desgracia y adversidad
para los que tienen su germen.”
G. I. GURDJIEFF.
Contrario a lo sostenido por una de nuestras voces mayores, ese gran poeta que fue Jorge Zalamea, hoy por hoy, y luego del sarampión libertario de los años setenta del pasado siglo, podemos afirmar que en poesía sí hay subdesarrollo: abandonada la dificultad, dejada al margen esa larga orfebrería de visiones que constituye la más alta poesía de nuestra tradición, desde la Ilíada hasta el Yuruparí, nada diferencia ese amorfo artefacto llamado poema del texto publicitario, o del pegajoso estribillo de alguna campaña en nombre del ecologismo ramplón de los urbanitas.
Pero Víctor Raúl no cae en la trampa de “subdesarrollarse”, contagiado de eso que los hindúes llaman Advaita, y que significa la renuncia al conocimiento riesgoso. Porque su novela es ante todo una polifonía de registros poéticos, donde no hay presente, sino una magistral superposición de cronotipos. Y más aún, reta, complica, abisma: nada de esas fáciles imitaciones, tan al uso, de Ray Loriga, autor que dicho sea de paso admiro y valoro, pero que carga con el soso lastre de sus epígonos, catapultados por las grandes editoriales, como conejos del sombrero de un mago sin criterio. “Vamos por el mundo buscando la casa en el árbol, donde está escrita nuestra biografía. Quizá estuvimos allí desde hace siglos. Volvemos pues, por nosotros. Volvemos por lo que queda de nuestra Humanidad…” (pag.77)
Y es que en medio de este desierto sin clima, de este Sahara sin temperatura, de ese optar por el impacto fugaz de la imagen sensiblera, en lugar de ascender como savia por la raíz de un lenguaje que fluya y se expanda, reconocemos de inmediato la filiación de Jaramillo: una rara mezcla de rock extremo con Heidegger, Pessoa, Nietzsche… Y conste que digo filiación, modo más digno de tratar la estirpe espiritual elegida; elección de estirpe ausente de las academias y de los “talleres” que la muy mercantil expresión de “influencia”, palabra muy del gusto de los burócratas del poema. Víctor lo escupe sin contemplaciones: “La carne del alma en su ejercicio de la filosofía oscura suspendida en el real discurso de las bodas que alimentan las ciudades…” (pag. 57)
Víctor Raúl Jaramillo, hace equivalentes juego, misticismo y esoterismo en una alquimia brutal. Es un romántico fallido, descarado, hijo de la alegoría y el transcurso como buen posmoderno, pero atravesado también por la épica de la sombra y el desasosiego. “Sonata de una muerte” es un texto perverso, polimorfo, desemejante a todo y por ello unitivo: “Ignorando quien es, suspendido entre el aquí y el ahora, completa el Universo”. (pag. 65)
Parafraseando al salmo 105: 18, podría decirse de Víctor que “En hierro fue puesta su persona…” Y añadiría que la suya es una novela moldeada con metales pesados y sonidos agrestes: No busca la belleza, sino la visión que deroga la simple autobiografía, transformándola en búsqueda del comienzo.
DANIEL JIMENEZ BEJARANO.
Febrero y 2009. Luna Nueva.
danielmanowar@terra.com
A PROPÓSITO DE SONATA DE UNA MUERTE POR DANIEL JIMÉNEZ
CARTA DESDE GOMORRA.
(A PROPÓSITO DE “SONATA DE UNA MUERTE”)
Incluso el oprobio tiene categorías, rangos, se ve sometido a juicios de valor, como si hubiera matices en el odio y la crueldad. De las ciudades destruidas por Yahvé de los ejércitos, el Supremo Intolerante, sólo se recuerda el nombre de Sodoma y su pecado: pero nadie nos ha dicho por qué fueron destruidas Gomorra, Seboim, Sebor, qué atroz infamia perpetraron para merecer la esterilidad eterna, de sal y fuego.
La ley sólo es sagrada en el mundo pagano, sólo el genio del politeísmo restablece el orden del mundo y del cosmos porque su centro es múltiple y fluido. Con la desaparición del cristianismo a manos de Constantino el impostor, y el triunfo de la usura como método y sistema, el mundo dejó de tener Ley, leyes, para someterse al designio de la norma, al capricho de los ciegos.
La escritura solitaria conduce al éxtasis, la lectura compartida conduce al trance. Entre la mónada y el arcángel, prefiero la mónada, la individuación radical, al dictado de cualquier potencia. Nunca ha habido maestros espirituales, porque el espíritu no requiere de maestros: libertad es su órbita y su sino; lo demás: conceptos, lógicas, actos de fe, placebos del conocimiento. Ver cómo cada ideología tiene su santoral, sus hagiógrafos; cómo cada alucinado se cree visionario, y enarbola su juicio como si fuera la verdad; cómo cada ciencia o disciplina se asumen centro del mundo y del lenguaje, cuando son follajes de árboles muertos; ver cómo cada poeta teje y desteje los altares de su miedo, como si los poetas muertos pudieran devolverle su misión sagrada; todas esas cosas no son sino muestras de la fatiga de una humanidad que ya no se pertenece, que lo ha perdido todo, salvo la capacidad de mentirse con teorías, con ideas que no proceden del mundo de las Ideas, sino del mezquino ámbito del balbuceo intelectual: el filósofo de hoy no es más que una variante del economista, y éste a su vez no es otra cosa que el ilusionista del hurto.
De ahí que lo nuestro sea indagar por los modos del oprobio que han sido excluidos de la historia, expulsados hasta de los catálogos moralizantes y moralizadores, porque aún en el más abyecto de los extravíos es el Dios desconocido el que habla. Devolverle la voz a Gomorra, robada por Sodoma, al quedar como ícono y símbolo del mal, optar por Gilbert- Lecompte, en lugar de Daumal el Santón, Lacenaire, en lugar de Villon, reivindicar la mediocridad allí donde sea una forma de resistencia y de lucidez; porque, tragedia de nuestra era, se llama lucidez a la negación de la vida, al instinto domesticado, y es en la medianía dónde el instinto puede renacer: el mediocre lo es porque reconoce su pulsión, describe el deseo que lo agita y perturba.
En Latinoamérica llegamos a la técnica literaria sin pasar por la tradición y la cultura, exportamos escritura, como si de cereales u hortalizas se tratara, para poder ser mirados como pertenecientes al carro de la historia, pero aún no hemos escrito nuestro libro, aún el arquetipo no ha despertado para nosotros: no somos ateos, ni agnósticos, pero tampoco creyentes o fundamentalistas, somos siempre otra cosa, un algo más que perpetua la fatiga del laberinto de su búsqueda en pos del rigor arrebatado por quinientos años de impostura.
Si de algo puede existir certeza es de la muerte de la educación: con leer y escribir, con conocer las plantas y las constelaciones bastaría. Lo demás es adoctrinamiento. Contra toda civilización, esperamos el retorno del Berseker, del que conozca su lugar como hijo del universo, emancipado al fin de las cadenas de la norma, hijo leal de la Ley del espíritu. No más el cepo del hermeneuta, ni los grilletes del académico: lo nuestro es el sacerdocio del Caos, porque la esperanza sólo brilla en el desorden, en la inarmonía de las esferas, apóstoles del grito, del mito, renunciamos a todo ritual que no lleve el compás de la melodía de la destrucción.
Esto no es una vindicación del terrorismo: somos fruto del miedo que nos ha atenazado durante siglos. Pero ha llegado el tiempo del espíritu. Renunciamos a toda sobrenaturaleza que se incorpore a nosotros, a toda invocación, a todo llamado: que sea el espíritu propio el que se eleve como cántico nuevo. Si es duro nuestro decir, si la violencia campea en nuestro rugido, es porque desde el vientre de nuestras madres hemos sido alimentados con hiel y vinagre, nuestra plegaria es la del dolor orgulloso, la de la melancolía impetuosa, la de la herida insumisa.
Los géneros y las escuelas, los estilos y las filiaciones, son sólo manifestaciones de la policía del pensamiento que ha encarnado en nosotros: al abolirlos es la libertad lo que exhibimos, el sueño nutricio, el humus de nuevas germinaciones, inéditas, blasfemas, heterodoxas, y por ello verdaderas. Ni artificio ni mímesis: realidad conquistada, recién nacida para nosotros porque verdad y realidad, tal como las conocemos, son apenas los sueños del censor.
En cualquier esquina se venden recetas para hacer poesía, manuales para el haikú. Pero, ¿dónde está la voz del nabi, profetizando para su pueblo; la del druída indagando al muérdago por el retorno del roble; el canto del pajé? Es demasiado tarde para buscarlos y más aún para encontrarlos. Pero sobre la tumba de sus dioses podemos erigir nuevos mitos, nuevas formas de decir, que restablezcan la soberanía del hombre, desde el descubrimiento de las verdades del amor, el triunfo sobre la muerte, la encarnación recurrente que nos permite escapar de todo cielo y hacer habitable el infierno que somos.
Por esto te escribo Víctor Raúl desde Gomorra: como si fuera el último sobreviviente de una ciudad que desconoce los motivos de su juicio, que no comprende porque fue devastada su tierra, ni porqué fueron aniquilados sus dioses tutelares, la vendimia, la cosecha, la orgía sagrada, ignorante de qué pecado cometió para ser escupido por el cielo, pero festejando la sonata de una muerte, tu insolencia al no sucumbir a las formas establecidas, ni al aullido siempre impotente de los jueces.
No entiendo cómo puede hacerse literatura sin acceder antes a los enigmas del número y del ritmo, cómo se asume como un hecho la supremacía de la palabra, lo que llaman lenguaje o discurso, sin antes conocer el reino de la cantidad, el alfabeto de las magnitudes. Si lo sagrado no habita en lo dicho, mejor el silencio de los muertos: es el exceso del habla el que ahoga la tierra: si de exceso se trata, que sea el de la soledad que canta, o el de la compañía que ama, porque el habla de los sabios es sólo temor y temblor, estertor y angustia.
Afirmamos la vida como finitud y riesgo: sólo así nos sentamos en círculo frente al fuego y concebimos con dolor el salmo de nuestro rostro, la identidad recobrada. No hablo del arcano: quizá el esoterismo sólo sea otra manera de la policía del pensamiento. Hablo del secreto que construimos como identidad y resistencia, del acogernos como se acoge la unción o la comunión, ser bendecidos por la presencia de los que comparten la misma cicatriz en la mirada, el mismo emblema de sobrevivientes de Gomorra.
Descreo de todo anarquismo, del socialismo libertario, precisamente porque profesé durante nueve años de tormenta esa ideología: también el anarquismo, lo que llaman pensamiento libertario, es cadena, esclavitud, renuncia a la inmanencia de la vida, en nombre de una intrascendente trascendencia hecha de conceptos vacíos. El Caos del que hablo es el caos creador, el ciclo incesante de analogías y correspondencias desde las cuales el mundo es siempre susceptible de ser creado de nuevo.
Bendigo tu caos luminoso, Víctor Raúl.
Daniel Jiménez Bejarano.
Yermo sin nombre.
Agosto 31 y 2008.
(A PROPÓSITO DE “SONATA DE UNA MUERTE”)
Incluso el oprobio tiene categorías, rangos, se ve sometido a juicios de valor, como si hubiera matices en el odio y la crueldad. De las ciudades destruidas por Yahvé de los ejércitos, el Supremo Intolerante, sólo se recuerda el nombre de Sodoma y su pecado: pero nadie nos ha dicho por qué fueron destruidas Gomorra, Seboim, Sebor, qué atroz infamia perpetraron para merecer la esterilidad eterna, de sal y fuego.
La ley sólo es sagrada en el mundo pagano, sólo el genio del politeísmo restablece el orden del mundo y del cosmos porque su centro es múltiple y fluido. Con la desaparición del cristianismo a manos de Constantino el impostor, y el triunfo de la usura como método y sistema, el mundo dejó de tener Ley, leyes, para someterse al designio de la norma, al capricho de los ciegos.
La escritura solitaria conduce al éxtasis, la lectura compartida conduce al trance. Entre la mónada y el arcángel, prefiero la mónada, la individuación radical, al dictado de cualquier potencia. Nunca ha habido maestros espirituales, porque el espíritu no requiere de maestros: libertad es su órbita y su sino; lo demás: conceptos, lógicas, actos de fe, placebos del conocimiento. Ver cómo cada ideología tiene su santoral, sus hagiógrafos; cómo cada alucinado se cree visionario, y enarbola su juicio como si fuera la verdad; cómo cada ciencia o disciplina se asumen centro del mundo y del lenguaje, cuando son follajes de árboles muertos; ver cómo cada poeta teje y desteje los altares de su miedo, como si los poetas muertos pudieran devolverle su misión sagrada; todas esas cosas no son sino muestras de la fatiga de una humanidad que ya no se pertenece, que lo ha perdido todo, salvo la capacidad de mentirse con teorías, con ideas que no proceden del mundo de las Ideas, sino del mezquino ámbito del balbuceo intelectual: el filósofo de hoy no es más que una variante del economista, y éste a su vez no es otra cosa que el ilusionista del hurto.
De ahí que lo nuestro sea indagar por los modos del oprobio que han sido excluidos de la historia, expulsados hasta de los catálogos moralizantes y moralizadores, porque aún en el más abyecto de los extravíos es el Dios desconocido el que habla. Devolverle la voz a Gomorra, robada por Sodoma, al quedar como ícono y símbolo del mal, optar por Gilbert- Lecompte, en lugar de Daumal el Santón, Lacenaire, en lugar de Villon, reivindicar la mediocridad allí donde sea una forma de resistencia y de lucidez; porque, tragedia de nuestra era, se llama lucidez a la negación de la vida, al instinto domesticado, y es en la medianía dónde el instinto puede renacer: el mediocre lo es porque reconoce su pulsión, describe el deseo que lo agita y perturba.
En Latinoamérica llegamos a la técnica literaria sin pasar por la tradición y la cultura, exportamos escritura, como si de cereales u hortalizas se tratara, para poder ser mirados como pertenecientes al carro de la historia, pero aún no hemos escrito nuestro libro, aún el arquetipo no ha despertado para nosotros: no somos ateos, ni agnósticos, pero tampoco creyentes o fundamentalistas, somos siempre otra cosa, un algo más que perpetua la fatiga del laberinto de su búsqueda en pos del rigor arrebatado por quinientos años de impostura.
Si de algo puede existir certeza es de la muerte de la educación: con leer y escribir, con conocer las plantas y las constelaciones bastaría. Lo demás es adoctrinamiento. Contra toda civilización, esperamos el retorno del Berseker, del que conozca su lugar como hijo del universo, emancipado al fin de las cadenas de la norma, hijo leal de la Ley del espíritu. No más el cepo del hermeneuta, ni los grilletes del académico: lo nuestro es el sacerdocio del Caos, porque la esperanza sólo brilla en el desorden, en la inarmonía de las esferas, apóstoles del grito, del mito, renunciamos a todo ritual que no lleve el compás de la melodía de la destrucción.
Esto no es una vindicación del terrorismo: somos fruto del miedo que nos ha atenazado durante siglos. Pero ha llegado el tiempo del espíritu. Renunciamos a toda sobrenaturaleza que se incorpore a nosotros, a toda invocación, a todo llamado: que sea el espíritu propio el que se eleve como cántico nuevo. Si es duro nuestro decir, si la violencia campea en nuestro rugido, es porque desde el vientre de nuestras madres hemos sido alimentados con hiel y vinagre, nuestra plegaria es la del dolor orgulloso, la de la melancolía impetuosa, la de la herida insumisa.
Los géneros y las escuelas, los estilos y las filiaciones, son sólo manifestaciones de la policía del pensamiento que ha encarnado en nosotros: al abolirlos es la libertad lo que exhibimos, el sueño nutricio, el humus de nuevas germinaciones, inéditas, blasfemas, heterodoxas, y por ello verdaderas. Ni artificio ni mímesis: realidad conquistada, recién nacida para nosotros porque verdad y realidad, tal como las conocemos, son apenas los sueños del censor.
En cualquier esquina se venden recetas para hacer poesía, manuales para el haikú. Pero, ¿dónde está la voz del nabi, profetizando para su pueblo; la del druída indagando al muérdago por el retorno del roble; el canto del pajé? Es demasiado tarde para buscarlos y más aún para encontrarlos. Pero sobre la tumba de sus dioses podemos erigir nuevos mitos, nuevas formas de decir, que restablezcan la soberanía del hombre, desde el descubrimiento de las verdades del amor, el triunfo sobre la muerte, la encarnación recurrente que nos permite escapar de todo cielo y hacer habitable el infierno que somos.
Por esto te escribo Víctor Raúl desde Gomorra: como si fuera el último sobreviviente de una ciudad que desconoce los motivos de su juicio, que no comprende porque fue devastada su tierra, ni porqué fueron aniquilados sus dioses tutelares, la vendimia, la cosecha, la orgía sagrada, ignorante de qué pecado cometió para ser escupido por el cielo, pero festejando la sonata de una muerte, tu insolencia al no sucumbir a las formas establecidas, ni al aullido siempre impotente de los jueces.
No entiendo cómo puede hacerse literatura sin acceder antes a los enigmas del número y del ritmo, cómo se asume como un hecho la supremacía de la palabra, lo que llaman lenguaje o discurso, sin antes conocer el reino de la cantidad, el alfabeto de las magnitudes. Si lo sagrado no habita en lo dicho, mejor el silencio de los muertos: es el exceso del habla el que ahoga la tierra: si de exceso se trata, que sea el de la soledad que canta, o el de la compañía que ama, porque el habla de los sabios es sólo temor y temblor, estertor y angustia.
Afirmamos la vida como finitud y riesgo: sólo así nos sentamos en círculo frente al fuego y concebimos con dolor el salmo de nuestro rostro, la identidad recobrada. No hablo del arcano: quizá el esoterismo sólo sea otra manera de la policía del pensamiento. Hablo del secreto que construimos como identidad y resistencia, del acogernos como se acoge la unción o la comunión, ser bendecidos por la presencia de los que comparten la misma cicatriz en la mirada, el mismo emblema de sobrevivientes de Gomorra.
Descreo de todo anarquismo, del socialismo libertario, precisamente porque profesé durante nueve años de tormenta esa ideología: también el anarquismo, lo que llaman pensamiento libertario, es cadena, esclavitud, renuncia a la inmanencia de la vida, en nombre de una intrascendente trascendencia hecha de conceptos vacíos. El Caos del que hablo es el caos creador, el ciclo incesante de analogías y correspondencias desde las cuales el mundo es siempre susceptible de ser creado de nuevo.
Bendigo tu caos luminoso, Víctor Raúl.
Daniel Jiménez Bejarano.
Yermo sin nombre.
Agosto 31 y 2008.
viernes, 30 de abril de 2010
EL DIOS MULTIMILLONARIO
Rodando
La bola de nieve
Crece
Atomo Onemaru
Este título sugiere muchas cosas y al mismo tiempo no dice nada, y lleva por epígrafe las palabras de un oriental; supone que habría de hablar de algo verdaderamente interesante y al mismo tiempo desconocido para nosotros, asediados de Dios y civilizados a la usanza occidental.
Un dios que es multimillonario no necesariamente es el dios que tiene muchos euros o dólares. Sin embargo, y como lo propone el epígrafe, es un dios que rodando ha tomado un gran tamaño y por eso a todos compete. Ahora bien, si es a todos, quizá es a ninguno.
Este dios, es un dios común, un dios asentado en el lenguaje. No el que usa lenguaje, sino el que lo hace, como lo decreta Gadamer. Y como todos lo advertirán me asaltarán los prejuicios. Tradicionalmente el prejuicio ha sido algo negativo: nos obliga a nosotros mismos y no nos deja escuchar. Nos impone ante los otros. Pero hay un prejuicio positivo: el de no desconocer nuestra historia.
Nuestra historia ha batallado, ha desentrañado lo oculto y nos ha puesto al filo de la navaja. Pero siempre hay algo nuevo. De allí el dios que nos convoca, el dios de los descubrimientos, del asombro, de la maravilla.
En el momento de establecer un diálogo, está la capacidad de lectura, que además de dejar hablar, y hablo con Gadamer, nos obliga a ese mismo hecho; es decir, al habla. Como nos lo dice Heidegger, hablamos por naturaleza, y eso quiere decir que hablamos despiertos y en sueños, y que hablamos cuando callamos. En otras palabras, hablar no sólo es un acontecimiento verbal. Aunque su cima es la palabra. En silencio, ese imposible, hablamos también.
Dialogar es escuchar, saber oír, y eso quiere decir, hundirnos en el otro y en nosotros al igual. La otredad se da afuera y dentro de nosotros. Dialogar también es pensar.
Si somos unidad, también multiplicidad, y es una idea heredada de los presocráticos, que estaban más en la naturaleza, en el cosmos, que en la psyché. Pero eso nos muestra, o quizá nos dice, que lo que ellos hacían, más que una física, era un ejercicio de comprensión. O sea, dialogar con lo existente, interrogarse por lo que se ve y se presume.
Y ese es el hecho que nos trae aquí: la comprensión, es decir, el diálogo. Mismo que está instaurado, en la medida de estar dispuestos a él, y que estará encaminado a hacerse. El diálogo es un lugar que habita el tiempo de lo presente, el tiempo del kairós, del devenir. Pero que busca mirar atrás y también proyectar.
El diálogo es tiempo abierto y es lucha constante contra lo que representamos; pero al mismo tiempo crecimiento imponente de eso que somos. Dialogar es abismarse y, si creemos en la falta de fundamento de esto mismo, debemos escuchar a Nietzsche cuando sentencia que al que le gustan los abismos debería tener alas.
Somos un diálogo inconcluso, hablando con Blanchot. Somos una mirada plural y un oído que mira constantemente y que ciertamente nos gobierna. Porque estamos sumidos en la lengua. Que somos lenguaje, es algo que por ahora no se discute; que debemos ir más allá de él –aunque sumidos en su mundo-, es cosa que algunos pretenden.
¿Qué es la ausencia de lenguaje en un animal? Quizá la ausencia de sí mismo. Acaso el animal se pregunta: ¿qué hago aquí? ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Tengo una misión en el mundo? ¿Cuál? Un lenguaje sin reflexión no es lenguaje. De ahí el lenguaje casa del hombre como lo propone Heidegger. De ahí el que pensemos en nosotros mismos; el que tomemos decisiones; el que construyamos un carácter.
De ahí nuestra concreción expandida: del pensar, del argumentar e interpretar lo que el mundo ofrece y lo que el movimiento de nuestras sensaciones y percepciones representan. Quizá por esto el logos, razón y palabra, nos obliga ir un paso más adelante. Pero nada más. El dominio y la barbarie son para nuestro interior. Lo otro es comunión.
José Manuel Arango, el poeta y maestro siguiendo al Gorgias griego, escribe un bello poema: Del Camino: No hay camino, dijo el maestro.//Y si acaso hubiera un camino/nadie podría hallarlo.//Y si alguien por ventura lo hallara/no podría enseñarlo a otro. Él mismo nos dice en el video La Humildad del Jardinero, hablando de los sordomudos, que quizá los hombres que no tienen palabra sean como animalitos. Tal vez enfrentando la frase de Octavio Paz: el hombre es un ser de palabras. A su vez leída en Aristóteles: el hombre es un ser dotado de logos. Y es eso precisamente lo que llega a diferenciar una reacción instintiva de una acción intuitiva. La escritura que nos identifica como seres históricos, políticos, religiosos y, de mayor envergadura, como seres estéticos.
El espíritu del diálogo –que es otra escritura-, es intuición y argumento. Es declarar las diferencias y no sólo llegar a acuerdos (de alguna manera los acuerdos nos sostienen en el error). Un diálogo, uno verdadero, es aletheia, revelación. Mas no función que mata el enigma. Pues, como lo decía Borges (o el otro), es necesario el engaño, de otra forma el diálogo sería difícil.
El engaño al que Borges se refería, era un engaño humano, mas no del carácter del que tima o roba un sentido, o quiere ver caer en la trampa al que lo acompaña en las palabras. Esto es: engañar es alegrarse de ponernos en los deberes de la lengua, en la múltiple y equívoca interpretación de lo que decimos. Es hacer ver que el otro, y nosotros mismos, somos funámbulos que ignoramos qué cuerda nos sostiene.
En el diálogo está expuesta nuestra humanidad, y ésta es una cifra intraducible, una coordenada que, si bien nos ha sostenido en una serie de certezas que nos centran, nos arriesga y nos convoca al peligro. Y eso está bien, ya que sin conflicto fracasaríamos.
Ahora bien, hemos construido un sistema de convivencia que intenta, a través de un ethos, la consonancia y la armonía. Una vida tranquila y feliz. Pero hemos dejado a la mano de las sociedades institucionalizadas esa premisa de una redención de nuestras pesadillas y pesadumbres, de nuestros accesos a la destrucción que acrecienta el canto final.
Cuando apologizo sobre el diálogo, no estoy adscribiendo un sistema de nueva ciudad, de experiencia iluminada. Creo que es el diálogo el que nos permitirá, no entrar en un orden común y positivo, sino en la discrepancia y el malentendido. Y es por fortuna del malentendido que tenemos argumentos y capacidad de crear pensamiento, que, como lo dije al inicio, es crear lenguaje.
Atrevámonos a hacer lenguaje, acudamos al ejercicio de lo humano, accedamos al diálogo, a la palabra. Eso sí, dejando en claro que no lograremos un sistema común y como algunos pretenden, definitivo de convivencia, mas si una comprensión que nos instaurará como un planeta abierto a las diferencias y al deceso de las armas.
La bola de nieve
Crece
Atomo Onemaru
Este título sugiere muchas cosas y al mismo tiempo no dice nada, y lleva por epígrafe las palabras de un oriental; supone que habría de hablar de algo verdaderamente interesante y al mismo tiempo desconocido para nosotros, asediados de Dios y civilizados a la usanza occidental.
Un dios que es multimillonario no necesariamente es el dios que tiene muchos euros o dólares. Sin embargo, y como lo propone el epígrafe, es un dios que rodando ha tomado un gran tamaño y por eso a todos compete. Ahora bien, si es a todos, quizá es a ninguno.
Este dios, es un dios común, un dios asentado en el lenguaje. No el que usa lenguaje, sino el que lo hace, como lo decreta Gadamer. Y como todos lo advertirán me asaltarán los prejuicios. Tradicionalmente el prejuicio ha sido algo negativo: nos obliga a nosotros mismos y no nos deja escuchar. Nos impone ante los otros. Pero hay un prejuicio positivo: el de no desconocer nuestra historia.
Nuestra historia ha batallado, ha desentrañado lo oculto y nos ha puesto al filo de la navaja. Pero siempre hay algo nuevo. De allí el dios que nos convoca, el dios de los descubrimientos, del asombro, de la maravilla.
En el momento de establecer un diálogo, está la capacidad de lectura, que además de dejar hablar, y hablo con Gadamer, nos obliga a ese mismo hecho; es decir, al habla. Como nos lo dice Heidegger, hablamos por naturaleza, y eso quiere decir que hablamos despiertos y en sueños, y que hablamos cuando callamos. En otras palabras, hablar no sólo es un acontecimiento verbal. Aunque su cima es la palabra. En silencio, ese imposible, hablamos también.
Dialogar es escuchar, saber oír, y eso quiere decir, hundirnos en el otro y en nosotros al igual. La otredad se da afuera y dentro de nosotros. Dialogar también es pensar.
Si somos unidad, también multiplicidad, y es una idea heredada de los presocráticos, que estaban más en la naturaleza, en el cosmos, que en la psyché. Pero eso nos muestra, o quizá nos dice, que lo que ellos hacían, más que una física, era un ejercicio de comprensión. O sea, dialogar con lo existente, interrogarse por lo que se ve y se presume.
Y ese es el hecho que nos trae aquí: la comprensión, es decir, el diálogo. Mismo que está instaurado, en la medida de estar dispuestos a él, y que estará encaminado a hacerse. El diálogo es un lugar que habita el tiempo de lo presente, el tiempo del kairós, del devenir. Pero que busca mirar atrás y también proyectar.
El diálogo es tiempo abierto y es lucha constante contra lo que representamos; pero al mismo tiempo crecimiento imponente de eso que somos. Dialogar es abismarse y, si creemos en la falta de fundamento de esto mismo, debemos escuchar a Nietzsche cuando sentencia que al que le gustan los abismos debería tener alas.
Somos un diálogo inconcluso, hablando con Blanchot. Somos una mirada plural y un oído que mira constantemente y que ciertamente nos gobierna. Porque estamos sumidos en la lengua. Que somos lenguaje, es algo que por ahora no se discute; que debemos ir más allá de él –aunque sumidos en su mundo-, es cosa que algunos pretenden.
¿Qué es la ausencia de lenguaje en un animal? Quizá la ausencia de sí mismo. Acaso el animal se pregunta: ¿qué hago aquí? ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Tengo una misión en el mundo? ¿Cuál? Un lenguaje sin reflexión no es lenguaje. De ahí el lenguaje casa del hombre como lo propone Heidegger. De ahí el que pensemos en nosotros mismos; el que tomemos decisiones; el que construyamos un carácter.
De ahí nuestra concreción expandida: del pensar, del argumentar e interpretar lo que el mundo ofrece y lo que el movimiento de nuestras sensaciones y percepciones representan. Quizá por esto el logos, razón y palabra, nos obliga ir un paso más adelante. Pero nada más. El dominio y la barbarie son para nuestro interior. Lo otro es comunión.
José Manuel Arango, el poeta y maestro siguiendo al Gorgias griego, escribe un bello poema: Del Camino: No hay camino, dijo el maestro.//Y si acaso hubiera un camino/nadie podría hallarlo.//Y si alguien por ventura lo hallara/no podría enseñarlo a otro. Él mismo nos dice en el video La Humildad del Jardinero, hablando de los sordomudos, que quizá los hombres que no tienen palabra sean como animalitos. Tal vez enfrentando la frase de Octavio Paz: el hombre es un ser de palabras. A su vez leída en Aristóteles: el hombre es un ser dotado de logos. Y es eso precisamente lo que llega a diferenciar una reacción instintiva de una acción intuitiva. La escritura que nos identifica como seres históricos, políticos, religiosos y, de mayor envergadura, como seres estéticos.
El espíritu del diálogo –que es otra escritura-, es intuición y argumento. Es declarar las diferencias y no sólo llegar a acuerdos (de alguna manera los acuerdos nos sostienen en el error). Un diálogo, uno verdadero, es aletheia, revelación. Mas no función que mata el enigma. Pues, como lo decía Borges (o el otro), es necesario el engaño, de otra forma el diálogo sería difícil.
El engaño al que Borges se refería, era un engaño humano, mas no del carácter del que tima o roba un sentido, o quiere ver caer en la trampa al que lo acompaña en las palabras. Esto es: engañar es alegrarse de ponernos en los deberes de la lengua, en la múltiple y equívoca interpretación de lo que decimos. Es hacer ver que el otro, y nosotros mismos, somos funámbulos que ignoramos qué cuerda nos sostiene.
En el diálogo está expuesta nuestra humanidad, y ésta es una cifra intraducible, una coordenada que, si bien nos ha sostenido en una serie de certezas que nos centran, nos arriesga y nos convoca al peligro. Y eso está bien, ya que sin conflicto fracasaríamos.
Ahora bien, hemos construido un sistema de convivencia que intenta, a través de un ethos, la consonancia y la armonía. Una vida tranquila y feliz. Pero hemos dejado a la mano de las sociedades institucionalizadas esa premisa de una redención de nuestras pesadillas y pesadumbres, de nuestros accesos a la destrucción que acrecienta el canto final.
Cuando apologizo sobre el diálogo, no estoy adscribiendo un sistema de nueva ciudad, de experiencia iluminada. Creo que es el diálogo el que nos permitirá, no entrar en un orden común y positivo, sino en la discrepancia y el malentendido. Y es por fortuna del malentendido que tenemos argumentos y capacidad de crear pensamiento, que, como lo dije al inicio, es crear lenguaje.
Atrevámonos a hacer lenguaje, acudamos al ejercicio de lo humano, accedamos al diálogo, a la palabra. Eso sí, dejando en claro que no lograremos un sistema común y como algunos pretenden, definitivo de convivencia, mas si una comprensión que nos instaurará como un planeta abierto a las diferencias y al deceso de las armas.
lunes, 12 de abril de 2010
SONATA DE UNA MUERTE (NOVELA) 6
CAPÍTULO 6
TECER DISCURSO DE SADAY
Qué somos sino la tempestad de lo que nos captura, la verdad que no es otra cosa que lo que es; al menos eso nos han dicho. Vivimos de lo que se dice, y en esa fragmentación de voces que apuntan y disparan nos acomodamos a la que mejor nos parece, de ahí la construcción de nuestra propia verdad; de ahí que sepamos lo que otros nos dicen como una revelación; de ahí que ignoremos el silencio que el otro deja en nosotros intentando descubrir otro sol. La lentitud, la pausa, la pregunta, la respuesta, la fuerza, la velocidad, la dinámica que establece una regresión para que los estados que han quedado en el olvido recuperen su sentido. La música que proyecta la raíz de las culturas, que se grafica en la danza. La danza que representa la música que es el silencio de los muros que nos permiten el límite, aquel que necesariamente ordena una tendencia de aire derramado en las cabezas. El límite que desborda el mundo y lo acorrala, que lo sujeta como una arquitectura lógica; pero, ¿lógica qué? ¿Antigua? ¿Arcaica? ¿Aristotélica? ¿Escolástica? ¿Estoica, medieval? ¿Moderna, nueva, aristotélico-escolástica, neo-escolástica? ¿Occidental, oriental, tradicional, vieja, arquitectónica, concreta, deductiva, del potenciamiento, dialéctica, empírica, estructural, fenomenológica, filosófica, formal? ¿Gnoseológica, histórica, inductiva, matemática, material, mayor, menor, metafísica, metodológica, normativista, objetivista, ontológica, psicologista, simbólica? ¿Trascendental, vital, borrosa, combinatoria? ¿Cuantificacional, de clases, de la identidad, de las descripciones, de relaciones? ¿Deóntica, desviada, erotética, inexacta, lambda, libre, modal, polivalente, dodecafónica, electroacústica, noise, trash, death, black? ¿Probabilitaria, proposicional, sentencial, temporal? ¿Intemporal, dramática, corriente, extra, anquilosada, modificadora, expresionista, impresionista, barroca, del renacimiento? ¿Industrial, punk, hardcore, del metal, doom, maleable, mercurial, natural-progresiva? ¿Lógica y punto? Mas ¿punto qué? ¿Aparte? ¿Seguido? ¿Punto suspensivo tras punto suspensivo tras punto suspensivo? ¿Por qué los puntos suspensivos son tres? El tres que es mágico, como el diez pitagórico, el tres que junto al cinco (el número de Júpiter, el cinco del jerarca) nos arrojan al ocho, a la justicia, a las pruebas que desde el sufrimiento nos erigen, nos dan carácter, nos llevan a los tres ochos que son la sabiduría, la evolución y la convivencia. Tres ochos que por cálculo cabalístico nos develan el seis, o sea el número de la indecisión, la constante del alma humana, como si hubiera otra. Y ¿dónde están los otros números, dónde las otras almas? ¿Será la cábala numérica la razón de ser de este estado inquebrantable de duda? Y es que ¿hay qué tener la certeza? ¿Será que si dudamos de todo se nos cierra el camino? Por eso habrá que decidir algo. Yo decido por un lenguaje abierto, en expansión; por una acción ágil del pensamiento, por un paréntesis que no borre la palabra, pensamiento que en el silencio verbal nos augura una nueva civilización planetaria, donde todo se establece sin justificación, donde los días se nutren de nuestra percepción de los días.
El apostolado por la Humanidad es un sacrificio, nos cuelga de los pies, nos deja el mundo al revés, el sacrificio es en el espejo, antes de salir a la calle, nuestro sacrificio invoca a Ah Kimi, a la muerte. Nos devuelve a Ramambrú-Simandra-Actara. Nos vuelca a la oscuridad, nos propone una nueva magia para el triunfo. Nos permite la luz de sus palabras, Ramambrú nos acaece y nos sucede, su brillo es el nacimiento de los Niambra-Zulsuk; es decir, la explosión del sujeto, del individuo, del hombre que a su vez le dio vida, a su imagen y semejanza, que no es otra cosa que la visión fragmentada de su alma, de su fuerza jamás detonada en su máxima expresión, el hombre: bestia y dios, mortandad y destello.
Las estrellas brillan en los ojos de aquella mujer que me mira en la distancia, ¿qué es ese alado anochecer en su cara embriagada que me embriaga embriagándome en la transgresión que aniquila rebasándome en la presencia de la música? El arpa se desborda en el giro abierto de la aurora sangrante que aquellos ojos sujetan de pronto. Y me nutro de las voces que me acompañan, fuerza invisible que destrona al emperador. Total disaster, black mass, bestial invasion, antichrist. Kyrie, gloria, credo, sanctus, agnus dei. Bastille day, anthem, fly by night, in the mood, working man, in the end.
En ese momento Jesdalaherton, que jugaba con unas runas, se incorpora y comienza, como poseído a hablar en nombre de Ramambrú Simandra-Actara.
También soy desmesurado y dejo atrás el miedo, y si una bala se avecina, miro al frente y me disparo. El hombre empuña su arma, y todos los terremotos lo asisten, se crece, se amplía, ejecuta la metafísica del sonido, extravía el sentido de su canción, lo pone a dar vueltas, lo arremolina, en él se mete, se deja llevar, es el caos que la trampa ha preparado, es la luz que los otros esperaban, el concierto comienza, describe el asalto nuclear, la visión que se tiene del exterminio, del conjuro que bordea el borde mismo del mundo, extiende sus brazos y seduce las poblaciones, de sus dedos brota la sangre que observará el arte nutrido de la dialéctica, de la delirante retórica, de la mayéutica abierta que atrapa y sana. Existe desde ahora un culto que abandona las raíces que edificaron el antiguo imperio donde los césares incendiaban cabezas rodantes y muñones en el centro de la arena; los soldados que eran una extensión de la mano del cesar que era una extensión de lo que sus senadores cercanos, los del oro en los ojos, los de la pena capital, observaban. Comienza el rito que desencadenará la reunión de los pueblos para capturar la nueva ciudad que no es otra cosa que el cuerpo extendido de la Humanidad; se inaugura la hazaña que no defiende nada porque defenderse de unos es no defenderse de otros y los otros nos dejan invadidos de revelaciones que para los unos son traición y por eso nos matan. Para qué defenderse nos decía el amigo, ya que todos pueden matarnos pero no todos pueden herirnos; una herida es una huella que en la vida nos arroja a la vida que nos lanza al juego de los otros, a su visión exagerada del canto, porque el canto también debe levantar su intensidad, no puede dejar de cantar cuando el nuevo rito despierta a la masacre de los días. Nuestros dioses somos nosotros; nuestra vida es la interviviente razón de lo vivible; nuestro cuerpo es el polivalente sentido de los cuerpos que se pasean por la Tierra en su más alta búsqueda; nuestra búsqueda comenzó hace siglos y cada vez que pasa un siglo la felicidad inicia un nuevo ascenso. Nuestra felicidad es lo que nos dice que la vida debe ser vivida, que lo que aprende el hombre es lo que lo anima a continuar en la vida, que la muerte es también un aprendizaje, y que los huesos serán aleluyas que el viento llevará a lo largo de los países. ¿No serán los países un solo cuerpo, una misma manera de ver lo distinto, una forma diferente de ver lo mismo? Alguien cae/ cae eternamente/ cae al fondo del infinito/ cae al fondo del tiempo (...) cae en infancia/ cae en vejez/ cae en lágrimas/ cae en risas/ cae en música sobre el universo. Sabe que el sonido es la danza de lo invisible, sabe que la música es la tarea de los hombres libres, el ritmo, la intencionalidad del espíritu que refleja la palabra bailarina y su eco que cae a la boca del volcán. Los videntes se preparan, afinan sus instrumentos, respiran profundo y devuelven al tiempo sus esquirlas, desnudan su paciencia, debilitan la debilidad y surgen desde el fondo de la fuerza para inaugurar una nueva aventura. Los videntes abrazan al público, ejercitan su bondad y antes de subir al escenario, adquieren la luciferina tentación y antes de burlar el maleficio lo animan a bailar en el territorio de la poesía. Los poetas entran a la ubicuidad, la música genera los lazos, la brutalidad se polariza en los cantos guturales, en la lírica panteísta, en los designios de la bestia que en los corazones se levanta para brotar como el llanto de las violaciones. Los nombres se entusiasman, reposan, entienden, se dirigen al centro múltiple que los escucha.
EL RETORNO
Ramambrú-Simandra-Actara vuelve entonces y reinicia sus historias y congrega de nuevo a Los Sentados en Círculo, que escuchan, se apasionan, contemplan, comprenden, interpretan y salen a las calles a destruir para construir; no evitan el riesgo, se lanzan, y si hay que caer, pues, hay que caer. Lo otro es la conciliación con lo existente para que se dé en lo que se nos da. La realidad nos transforma mientras la transformamos. El mundo de lo evidente se muestra en la medida de lo posible, de lo fáctico. Después de todo, la noticia que nos alerta es el plomazo, el temor a Dios, la caída en la nada, el susurro de un mundo que se pierde en el mundo.
¿Qué es tener lo que otro no tiene, si no se muestra lo que se tiene? ¿Qué es si se muestra? No sé... los hombres necesitan la certeza, necesitan la creencia de que viven. Otra voz retorna: en días de razones extraviadas para la fuerza del espíritu ruedan las piedras, caen lanzas envenenadas; pero la palabra asiste y nos recuerda el origen, cuyo destello interrumpe el sueño, salimos a lo nuevo, nos duele, esa es la herida que no olvidaremos, es la herida por la que nos movemos. La palabra asiste y reorganiza las funciones vitales de las almas, los sudores y el excremento de los hombres que no pueden elegir la voz del futuro, porque desconocen su propia proyección, su presente vivo y determinante. ¿Dónde está el último puñado de tierra que cae sobre la frente helada de los dogmas? ¿La palabra como cuerpo de la naturaleza fracturada de las generaciones? ¿La palabra como el vuelo inmaculado de los pueblos? Al fondo los tambores reconocen la ira de las ciudades, el inmortal designio de la guerra; la tragedia de los días que se entregan al dios cojo, las auroras que estallan en la lira del que hiere de lejos, la fortuna en la baraja que cada uno destapa mientras camina. Dónde está la mímesis que los arroja al escenario, a todos los escenarios del mundo. Dónde dejaron el sol cruel del destino; dónde la palabra como imagen, como signo, como crepúsculo de los ídolos; dónde los dioses muertos. Dónde está la lanza que herirá el costado de la nueva comedia, la decadente moral religiosa que ha intentado escribir con sangre para ocultar sus fauces de bestia hambrienta. Quién quiere ser aprendido de memoria. No sé, todo da vueltas, las voces giran a mi alrededor, se establecen, insultan, gritan, a dentelladas y en medio de susurros estorban mi camino, y manifiestan una batalla para no morir, soy su puente, soy su instrumento, como Dios es el instrumento de los hombres que no quieren ser olvidados y lo arrojan a la carnicería del mundo bajo la intimidación de los que ruegan, y nunca agradecen. Dios que entra al estado natural de las cosas como evolución y hecho, como canto y danza que reciben los afligidos en su cotidiana permanencia. Dios transformado en mil imágenes que son cuerpo o icono que saludan los hombres que no reconocen su propia manifestación de poder, su propia palabra, su camino obnubilado en medio del viaje que entra en el primer toque de la trompeta, en la primera destrucción de las ciudades; ah, la voz que los gobierna. Parte del sentido que baila en ellos está de antemano en su voz, allí se anuncia y desde el nacimiento establece la dirección que deben cultivar. El sentido de la confianza, la dimensión de lo que los traduce como movimiento íntimo de las manifestaciones plurales del mundo; la proxemia, la kinésica, la prosaica, la cotidiana y no mal acostumbrada manera de asistir al mundo. Cada uno de ellos, en diferentes dimensiones, entregados a la ardua tarea del conocimiento; a la difícil tarea del aprendizaje, de la enseñanza, y, sin embargo, muchas de las veces negados a continuar, en busca del reconocimiento colectivo, con el deseo de sustantivar y adjetivar su misión con la voz prestada de los aplausos. Aquí no gana la canción de moda, aquí se recibe el canto originario, el rito, el mito, la fiesta. Decididamente deben hablar por ustedes mismos, ampliar su voz en el territorio de la sabiduría, en el ejercicio diario de su experiencia y en el sentido orgánico de la búsqueda. Ser y compromiso en sus demandas, acción y conciencia en su crecimiento. Fuerza, paciencia, creación. Los días se unen en la cadena de sus actos, de su habla suspendida en los trabajos que de alguna manera ya han anticipado su paso. Es decir, ya han navegado en los mares del conocimiento muchas naves y a ellas deben algunas rutas; pero son ustedes cada uno de los que son los que se adiestran en las nuevas travesías, de mayor o de menor manera; sólo la mirada que otea el horizonte les dirá si es preciso remar brevemente o agitar el orden de su rumbo. Señoras, señores, amigos, esta góndola pide un mar tranquilo, pide tierra a la vista; esta góndola quiere la ruta del Universo. Niños y ejecutantes de la gran sinfonía, este país, este cuerpo, este espíritu desbordado pide La Ciudad de Oro, las casas de ceniza, el estridente compás que a la libertad libera. Hombres y mujeres están frente al mundo olvidando a manera de progreso a la Naturaleza, y sobrepasando con la inteligencia, con la voluntad de poder, sus acciones, que no son acciones porque carecen de intencionalidad. Allí en su territorio está la no jerarquización, el no movimiento de especies, de clases. Allí en ese lugar ya ha empezado, y sin respiro, la culturización de lo creado. Ya han construido las ciudades, han permitido la historización de lo vital, han otorgado a los artificios concentrarse en la punta de la pirámide. Dónde irán a caer en el acaecimiento de lo profundo; hasta dónde irán a prolongar este océano que no los deja caminar sobre las aguas. No sé. Algo me dice que no debo plantar; algo me dice que debo regar las plantaciones del mundo. Alcanzaré a llegar si todo se vuelca a mi favor. Pero si todo está a mi favor, nada estará de mi lado. Debo ser rápido, incluso cuando contemplo, cuando sueño. Ya es la hora y las otras trompetas se anuncian, rompen a estallidos las casas y las fuentes. Los delirantes viajeros de las calles, donde se acomoda la cotidianidad, donde entran a jugar las versiones de lo humano, donde todo se extravía y se encuentra, caen al fuego que los dioses reciben para restaurar la confusión. Ahora el nudo, en estos momentos los rizomas creciendo e instalándose en el ejercicio del caos, el que definitivamente los arrebata. El equilibrio es una sintomatología de desesperación, quienes desesperan realmente son los que gobiernan su propia vida, son los entusiastas de lo abismal. La trashumancia se aligera, se despierta y la urbe recibe las huellas repetidas, el sincrónico y al mismo tiempo azaroso tiempo de los tiempos: el aión y el cronos desmantelando oscuras grietas en el espíritu de los viajeros. Tiempos compartidos mas no unificados, tiempos extranjeros de la Naturaleza: aión como fiesta y cronos como recorrido; aión que sepulta la razón grave del tiempo, del devenir cuantizado; aión que subvierte el orden mecánico del tiempo, cronos que los ubica en la historia, que los deja como escritura o sentencia doctrinal, como aforismo, y lo digo desde la extensión, mas no desde el sentido; éste viene con aión. Ustedes descubren la desterritorialización de la mano del carnaval; las máscaras y los trajes de luces los convocan a dejar a cronos los límites, casi como si nacieran a la tragedia de la que ya les ha hablado el filósofo. La tragedia del dios cojo y el que hiere de lejos, manifestación de ordenes yuxtapuestos y delirantes que entran a la habitación donde la mesura los recupera, a todos, potencias artísticas que maduran en el centro de sus corazones, orgía y canto grotesco; distancia y estilo sublime. Éxtasis de la lira cuando combinados nacen los hilos; furia y sueño cuando la separación es insalvable. Cuando tras el vómito de los conceptos se inclinan las golondrinas en un vuelo superior a su estatura. Todo esto para decir que el lugar que habitan ya no tiene ninguna puerta, que ya las piedras viven el sueño que nadie ha podido comunicar. Sin embargo, las multitudes piensan en mí, y eso significa que me aman. La ronda se agrieta; pero el canto arrecia en las bocas que brotan del tallo del lenguaje. Rectángulo de papel en donde se cierra el sol, sol furioso, sol de menta, lenguaje o sol, lenguaje y casa abierta a la salud del sol, lenguaje que entra en ustedes para convertirse en la flecha que después de ser arrojada les regala el pensamiento. Esto es, nacimiento del pensar y el hablar conducido a la ruta de la convivencia del hombre con la muerte. ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Qué movimiento de espíritu nos arrojó al vacío? ¿En qué se convierte nuestra mirada después de la guerra? ¿Qué es lo que nos conduce como si no existiera? ¿Dónde está la mano que nos acarició mientras nuestra madre lloraba? ¿De dónde salió el hombre que la enamoró? ¿Por qué se llevaron ese hombre tan rápido? ¿Cuál es el canto que nos dejaron los titanes? ¿Quiso Prometeo soltarse de sus cadenas? ¿Quiso Sísifo abandonar la piedra y la montaña? ¿Cuál de todas será la verdadera razón de ser del espejo? ¿La calma del sabio, la vanidad, la reflexión y la claridad donde cada uno permanece? ¿Qué otro espejo sino el agua para dejarte entrar en tu propia vida? ¿Quién quiere sumergirse en el cero? ¿Quién pretende comenzar la cuenta, ser el primero, ser dios o primer hijo? ¿En qué momento se engendraron la amapola y la memoria? ¿En qué ojos cumple el mar su promesa? ¿Por qué no hay tiempo que perder? ¿Crees que no hay sentido alguno en la vida por el sólo hecho de que es limitada? ¿Crees que sólo tú estás a la vista de la muerte? Son sus preguntas. También los abuelos viajaron en esa barca antes de que se levantaran los tallos del fin. Muchos han fracasado al sentir que su vida no es propia de la perfección; cuando sienten y piensan en el áncora que los espera al límite de la palabra. Algunos pierden su primera serenidad, otros llegan tranquilos al umbral donde el ojo desentraña las visiones que dejaron tendidas en la tierra, como huella insignificante.
Todos se miran regocijados y luego de tomarse las manos alrededor de su poeta comienzan a responder:
Nuestro viaje no ha sido inútil: hemos sido piel y fortuna del aire; hemos estado sentados en la nube y en la cicuta; hemos sido halcón y chacal, escarabajo y mortaja que otros siglos interrogan; hemos sido aprendizaje, voluntad, redención; hemos sido mandato y obediencia, rey y pueblo que inauguran la caminata, la prudencia frente al hombre. Hombres que cruzan la interrogante ansiosa de todas las casas, no dormimos, no yacemos, somos livianos, esperamos los signos de la múltiple estirpe. Hombres solitarios que cruzan la hora de la ceniza, asistimos al atardecer: las aves emigran, en nosotros gira la música del espíritu. ¿Acaso creen que esta vanidad es la profundidad de nuestra humildad? ¿Es su voz la existencialidad de los que razonan? ¿Qué entienden por entendimiento? ¿Creen que no podemos vivir si su acto no está presente? Ya sabemos que el dolor por el hombre es el más profundo de los dolores. ¿Qué seríamos sin el hombre, sin nosotros mismos? ¿Acaso la identidad de lo que nos acontece es el único regalo? Queremos decir: ¿será que lo que somos es lo único que podemos reclamar? Atrás van quedando la reflexión y la duda, lo nuevo se agiganta con un viejo sabor desconocido. Hombres y mujeres han construido las ciudades, invisibles para unos, sentido agigantado para otros. Eso es el mundo: una inmensa ciudad congestionada de ciudades, una nación, aldea global donde los habitantes escriben sus astucias y lo peor, que los hace más vivos. El ciudadano va desentrañando la memoria organizada de nuestro tiempo, el tiempo del hombre, de la naturaleza del hombre; esto es, del simulacro, del artificio, de la máscara. Atrás van quedando las teogonías, las miradas polivalentes de los dioses. Ahora somos constructores de nuestro tiempo y nuestro espacio, activamos las ciudades donde se proclama la justicia, donde se vive la fidelidad a la tierra, lugar que crece en la búsqueda de la libertad y la igualdad que fundamentan un hombre autónomo y singular que compite, coopera y se solidariza. El hombre que activa los vínculos con el mundo donde se practica la estética, la vida, la fantasmagoría y la muerte. En la gran fortaleza, los ciudadanos buscan protagonismo, y, al mismo tiempo, intentan proteger su anonimato: libertad y soledad que se ejerce en las sociedades. En la ciudad está el pensamiento, están los deseos, se presenta lo posible. La ciudad es una mujer, y por lo tanto, el más peligroso de los juegos. La ciudad enardecida despierta a las miradas de los volcanes que los hombres guardan, para asegurarse un estado del alma. Los hombres entran en la blancura de la luz, luz profunda, el túnel que muchos dicen ver, el conductor hacia los pastos de la muerte, hacia el sol iracundo que las sociedades amasan en improvisadas mesas de conceptos y metáforas. Estaremos vivos hasta que se nuble nuestro canto. Hasta que la danza de nuestros hijos sea vencida por el enemigo, ese otro que nos necesita para vivir. La bandera del odio se conforma en las cimas de las montañas, allí donde todo se otea de una forma diferente. Los guerreros acuden a la mano de su sacerdote, inclinan la cabeza, proyectan su espíritu; los guerreros ingresan a la piedad, ocultan su deseo, aniquilan al otro antes de verlo. Los días de trampa y asesinato están presentes desde que el mundo comenzó como mundo, como realidad; es decir, cuando el hombre expresó para el mundo de su interior la voz agresiva de su derrota. Cuando la flecha fue disparada con el arco y clavada en el blanco; cuando la palabra fue construida y dictada a los demás como una señal para correr juntos tras la presa. En el momento mismo en que el hombre miró al cielo y vio a su dios, cuando lo vio en la mano, en el ojo, cuando lo escuchó en la navaja contra la carne que la comunidad consumía. Allí en el nacimiento mismo de los dioses. Justo allí comenzó la guerra, la situación del caos que sólo hoy entendemos. De otra manera los días confusos entrarían a la supervivencia de los que atacan la muralla que construida desde los siglos ha protegido a dioses y comunidades que a dioses imploran. Los dioses que entran en el tributo de los animales degollados, pero que nunca incitan a los hombres a morir, a no ser por la ciudad que está en peligro, a no ser porque el poeta, único descendiente de lo sagrado ya no puede ejercer su ley. Esto es, su trono está amenazado, está al servicio de los ladrones y asesinos que desde otro reino atacan. El enigma brota en las filas de guerreros y la luz traspasa los hombres que neutralizan las bandadas de flechas y las líneas de caballería que golpean los ánimos de los contrincantes. Siempre habrá un vencedor, y si eso es verdad, los perdedores serán muchos.
Es cuando el poeta del lugar oscuro de la oscuridad total, comienza a bailar. Propone una fiesta. Esta se prolonga por varios días y noches. No obstante todo tiene su límite y Ramambrú comienza su brevísimo testamento ante el coro que lo asiste:
Proemio, prólogo, obertura de mi muerte. Umbral, antesala, introito de mi muerte. Se han manifestado en hachazos de procesión a la deriva con la avaricia y la envidia. Las franjas del presagio rivalizarán con la hipocresía hasta verla arrodillada ante los que intentan llegar, mas no recogeré el agravio del sin partir que reparte alianzas y magnificencias. Disparo ráfagas de temperancia al blanco de mis afectos desatinados zoológicos contagiosos de claves y horizontes que se desbordan sobre el pavor húmedo pasaporte ajeno a la cordura malestar de mocedades. Vistazo terrible intacto cobarde se despliega y un pabellón de sésamos atrae el roce coito de acecho salto y la ausencia. El primero será de nuevo el único luego de desaparecer en el otro que vuelve y oye las ondas de cuevas picachos colinas. Ruido de quijadas masticando sotos cábalas índices bestiales descifrados en lagunas de anillos y el jerarca. Aquí queda el ávido voraz sin embargo de la bondad y la retribución de enlazados sacerdotes. Mi ofrenda revienta perplejidades ya sepultadas en antiguos reinos e inesperadas revelaciones. Una fábula será argolla para el matrimonio con la prudencia. Este calmoso monstruo virginal se va y te invita a salir. No temas. Si cierra la boca es para impedir a los veleros apoteósicos un rumor que los despegue de su tesoro. Aprieta el fuselaje del peligro con los dientes de la sangre y va adentro y sale y el extraño peina y el amigo inyecta. Es su enojo. Se obliga a triturar el nombre contra la sábana ennegrecida en que se repite la blanca cara de su padre, sus labios rectos, su ebriedad. No digas nada por favor. Han emputado el temblor y se desploma la espera... el dominio no canta en esta barca rodeada por la neblina... el poder es un afán que encona los corazones desnudos... no me muestres la bondad en un elefante encadenado... tiene una estepa regada en pedazos de sol sobre las calles del frío. Tiene un cuerpo asediado, un fantasma, un animal desconocido rondando la selva de las semanas. Para que puedan diluir el enfrentamiento con su rigor, deberán tener un collar de turpiales y amatistas con el número de Job. Será una contraseña para el ejercicio del desdén en que cifra su cortesía. Quiere dormir. Quiere escabullirse como la cabeza subterránea del avestruz. Quiere introducir su muerte sacra e inviolable desde ya. Guillotinado por la fiebre, inmóvil y blando como el polvo amontonado de los cementerios. Amputando su voz. Es urgente este sonido que no se da sino en la tristeza. Semilla del caos, espiral del orden, ¿cuántas veces habré de encontrarlos? ¡Respeten el último silencio de una conjetura! Este es el sufragio advertido por la antorcha que navega en un libro hasta el naufragio. Entonces escribe su propio entierro, compone su propio réquiem, construye su propio sarcófago. Quiere dormir. Alejarse por una frase destendida por el misterio. Estacionarse por largo tiempo en la queja del otro, distante, errabundo, incitando desde el follaje de su furia a todos los que siembran alturas. ¡Oh! tanques y torpederos, submarinos y misiles, no interroguen a su espejo. Quiere estallar en los incontables seres que representa... empleo la limadura de las uñas para ahogarme. Doy orden de quemar mi hígado. Que se estire mi intestino y con él se deleiten los asesinos. Que mis pulmones podridos sean sus vestiduras y la infección de mis venas sea alhaja y luego la horca. ¿Qué quieren mostrarme? ¿Qué es lo que dicen sus insoportables lamentos? Sus recados afligidos son una tarde de lluvia ejercitándose para el diluvio. El contrapunto de un crimen. Quiero hundirme sin escandalizar sus ojos, sin imponer cuervos ante los trigales de la alfombra en que se deslizan por la infamia. Me gusta lo secreto, lo íntimo, lo arisco y repugnante de nuestra naturaleza y más que gustarme lo soy. Tengo en mis manos la daga que desgarrará mi vientre. Soy el doble filo, su empuñadura. Poseo el indulto de mis creencias, su absolución. Un arcano riendo lacio sobre la mesa de los desorbitados y el clamor de hostias y pelos en la espuma de una cascada de diademas, suelen parecerse a mis convicciones.
Mandala de mi muerte, camándula de mi muerte, hexagrama de mi muerte, muerte inmaculada, tropel del verbo atlas donde descansa un cerebro. Mejor morir inmolado por el pudor de un hogar desconocido, tirado en las estrellas, pasando como un incendio por tus pupilas que tantean la virtud en la saliva de un guerrero descompuesto. Mejor morir sin el fausto galanteo de la excelencia, de la voluntad exorcizada por las lágrimas y el pueril cansancio que producen las leyes de los hombres. Mejor morir después de haber quitado de nuestro lado el alboroto de las fieras, de haber asistido al destrozo del pensamiento, custodiado por el ademán de una cantiga hecha polvo, sintiendo el brindis de la concordia. Mejor morir más allá del cauce de los huesos, donde es arrebatado el rostro, refugiado en una acrobacia de la calamidad, con un gesto noble y desinteresado. Asaltando el infinito, subrayado por un compás demencial y puro. En la euforia de un aplauso sin estrenar. Mejor morir en la alergia del descuido, atrincherado por el esfuerzo, sin deberle a la vida, únicamente a la muerte. Consintiendo el gasto adocenado que entorpece al domador. Desde este lugar, que es una dirección confusa, imploro por una sombra benévola con el ocaso de mis acciones; porque en algún lugar de mis entrañas un sagrario se libera. Que la eternidad se apiade de mi memoria y la ahogue en un puñado de arena, que no me fatigue el recuerdo. De algo estoy seguro: cuando el silencio muera, dejaré de cantar. ¡Aproxímense! Que me bañen los escupitajos y los claveles y las telas sueltas de la lepra y la cólera. ¡Aproxímense! No tengan miedo. Golpeen esta mente plural antes que desaparezca o tendrán que golpearse a ustedes mismos. Muévanse, pues aún han de faltar muchas eras para sentir esa fortaleza entre sus virtudes. Muévanse, pronto, muévanse, muévanse, muévanse y acudan al bazar de la porquería. Caigan como peste en este banquete fastuoso de cloaca maloliente, den el toque de la multiplicidad que llevan dentro y enerven las genuflexiones de los jorobados y los tullidos y háganlos mejorar con una princesa como indulgencia. Acudan, pronto, muévanse, muévanse, acudan. No se preocupen por la distorsión que el carruaje de la costumbre es veloz y ya ha partido... miren esta constelación, este acto de bienvenida, este amancebamiento de riesgos que son una moneda que va de mano en mano mostrando su cara y su sello, las dos cruces, ningún lado; fugada de su sin-camino, en el vacío, bienaventurada hacia donde ya no hay caídas ni ascensos, donde se llega y cesa el lenguaje. Querrán que en sus bolsillos esté siempre metida junto a un escarabajo verde y a una pirámide de cristal y ocho veces la sacarán y la levantarán al cielo eclipsando el sol ante su mirada de cromo. Mas otras ocho veces la arrojarán al caño; porque esa constelación inasible hará brotar un salpullido dorado de vida en sus socavones endemoniados. Este ser es almendra estelar que indaga, bulbo singular conspirador de las plazas, alfiler de siglos, mundo que acuña la guerra con la ceniza. Alzo al buitre desde el horizonte y repito en voz gutural las runas que están tatuadas en las agallas del pescado: poco falta ya para que estemos separados hombro a hombro. Vengan multitudes, tifones, maremotos, ciclones, bombardeos. Atrévanse a suplantar esta constelación que suple sus engaños. Ustedes que son un hilito salido del vientre de la tierra. Odien este universo y dilapiden su propio nombre. Ni sujeto ni presiono ni torturo; soy un cierzo que pinta alas para el escorpión. Ahora es tarde, demasiado tarde para venerar el velo y lanzar las navajas menos profundas que el beso. Aquí se engendra mi muerte definitiva. No seguiré a su lado como una metáfora congelada. Ya no hago falta. Nunca he hecho falta. Jamás haré falta. Me voy como un aerolito entusiasmado. Vengan multitudes, consumamos esta lágrima inmensa y el veneno último de las avispas que curtió el rebaño para hacer muelles a merced del norte. Oculten sus crines espesas paganas coronas coherentes y dejen de agacharse cuando se aproxime el halcón del espíritu... no superarán ese escozor de la biografía oculta sin copular con las pesadillas en el abajo, exhaustos de esquivar esa doctrina ígnea escrita sobre el lecho de la sombra. Pavimentados en el Ordoviciense. Lo estricto ha engordado los funerales. La fragmentación se va en el remolino y regresa con el huracán. No hay que temer a los lamentos ni al cansancio ajeno, no teman y sigan siendo el cero, el punto de partida que no es el punto de partida sino lo intrincado del viaje. Sean el centro que está en todas partes y pocas veces en el cruce de las líneas y paralelas que determinan un solo centro. Un labio de barro no tumbará sus afectos, cuando se cierre un candado yo abriré diez mil. Vengan multitudes, infamias, insolencias, manías, complicaciones. Vengan, las anotaré en el crucero de las profundidades y sin brújula; porque ustedes son el piso intolerable que espera el timbre puntudo de la lenta moneda. Sumérjanse en la rapsodia que los nombra y peguen su frente a la excitación del sol. Como un radio de zancadas vírgenes rayos cardinales empuñaduras para el alba. Si ataco es mi pureza la que hiere laureada en el fuego de la escarcha conductora. Enfrento la camisa rota de la injusticia escurriendo el sudor de sus ángeles y arcángeles. Compito con el hambre desencadenado del martirio que nos ha forjado pordioseros. Antes del alumbramiento ya conocía a los dignos que surgen de la niebla blandiendo sus espadas imposibles de clavar en otro pecho que no fuera el suyo; pero prefirieron la desgarradura, la oración desafinada del músculo sumiso que no les pertenece. Daré de comer a la brisa las brasas de los meses oblicuos cuajados de subsuelos difíciles... adentro es la manecilla en órbitas de antiquísimos dones como la represa de garzas afuera. Un eco de búho blanco boca cavernaria sale de entre las piedras para darle la mano al niño que ha de venir con cajones de dulces a ceñirse nuestra rabia. Quiero el cerillo que aviva al fresno silvestre. Quiero reanudar la sustancia fiel y cadenciosa, fulgor que sale del quejido del dragón. Quiero la hecatombe de una catapulta rota pasando sobre la geografía del silencio. Quiero el silencio y su silencio, el silencioso deseo de enmudecer, el silente sesgado de nubes y raíces, intimidad diciente, roca serena, batatilla y miel. Desnudo al silencio y le muerdo los pezones y lo veo levantar una ciudad donde camina tu hermosura. Como los trazos del chamizo en el cielo, como la perspectiva de las aves que emigran hacia el mar embarazado de atardeceres. Saturno de Osiris, Piedra Filosofal, Ejército de la Voz: reyes, ministros, abades, emperadores: estar a la par con la música es la cima insuperable. Manifestación de voces e instrumentos: me deslizo, me safo de la rueda, el calambre agoniza. Me deshago como el abrazo de los amantes que entran al sueño. ¡Escuchen, no se cansen de escuchar! Hace cuarentayun años salí para destronar la antipatía. ¡Alto, frena tu búsqueda asquerosa! ¡Mírate, repugnante! Sólo te queda el esqueleto y tus abismos se han secado en las crestas de las montañas que te rodean y te roban el aire. Yo también he venido a castigar tu pereza. Yo también busco un hombre con una linterna en la playa. No me hables que tu aliento hiede. Voy tras de mi huella que pasó octavada en creaciones inverosímiles y medicinales. Voy a reunirme con las arenas movedizas del cielo; no tengo prisa: la victoria rauda del día puede ser la derrota de la vida. Voy hacia el lugar oscuro de la oscuridad total a sentarme con los Niambra-Zulsuk, que son Los Sentados en Círculo y los moldeé tras varios años de esperar el bus. Y nos encontraremos más allá de lo imaginado, a la vuelta de la esquina, con el aliento vencido, inflamados de silencio, dispuestos a violentarnos en la gracia del amor. Para otear la verdad que permanece encendida inexorablemente a nuestro lado; para que deje de ser el gran secreto. Sabiendo cómo el cuerpo se nos pudre mientras la llama en que ardimos algún día, baila bajo el hechizo de nuestros hijos. Regresaremos para poblar las llagas del convaleciente, para restaurar el equilibrio en el caprichoso tartamudeo de los idiotas, para calmar la insondable herida del menesteroso. Habremos de decir que es justo el sabor del pasado: allí estuvieron nuestros padres cocinando para nosotros, descaradamente quemando sus pupilas para darnos el fuego. Y luego, callar. Eternamente. Como espejeando la delicia de un nuevo amanecer. Es el momento preciso para que dejes de disimular y con los punzones de la conciencia rasgues el velo de tu melancolía. Cada uno es la gruta, y las voces que golpean sus paredes, son su propia voz. En cada mirada se descifra el jeroglífico de la vida, en cada vasija se estacionan las estrellas para recordarnos que el pastor fue un anciano hasta ver a la oveja negra orando al sol tardío. Está limpio el cáliz donde viertes el brandy de tus sueños, no lo tomes como si doliera. Hablo de mi época que olvida el asombro porque invierte su vida en el laboratorio de la lucidez. Hablo de un derrumbamiento de vertientes y biografías y de las cruzadas del aburrimiento que alejan al hombre del hombre. De una inhóspita forma de amar, de la descarnada hospitalidad del adulterio que llega en el eco de los ahorcados. Hablo de las manos limpias que escurren las sumatorias y el ejemplo, del brinco de los patíbulos, de los grilletes que comparten el pan y el laúd en convivencia de soles bajo la luna llena. Hablo de los yoes encabritados que se desprenden de mi carne para darse cita con los sables de la sílaba que aún no completa su metamorfosis. Hablo de los límites que son la totalidad de los hechos. Extiendo en mis brazos el deber de soplar con la tarde una jaculatoria que mengüe el pesar del asesino. Sorprendo la contorsión de papel y llanto, el deplorable plumazo de águila decapitada por la plata labrada de las escuelas. Admiro la piñata rota que no deja caer los juguetes al pozo, la escala de los colores en la bandolina, la última mujer que abraza sus piernas en el desierto de la cama. No pierdo la oportunidad de lamer la centella de algodón ni me detengo para darle piso a una vida que asuma con mancuernas la desgracia. Hablo porque muero y morir es hablar con los sabios. Morir es morir como una pluma es una pluma. Hablo porque vivo y vivir es preparar la muerte. Entrar y salir, entrar y salir, entrar, dudar, salir de este manantial que la mayoría desconoce, es tan doloroso como doce mil lanzas en el costado y no lo hago por diversión.
Sonata de mi muerte, acuarela de mi muerte, olimpiada de mi muerte. Fénix de mi muerte, unicornio de mi muerte, centauro de mi muerte. Esta tripulación de lotos ha perdido el rumbo que lleva a su colmena. Hoja donde duerme el agua, risa de la gota que se mueve: el gran vicio llega de un país mimado por el albur de los patriarcas que aguardan, instinto desatado, cortina de nada que ondea. Rumiar del mar, yoga del mar, estatuilla de canela: no más fantasmas que desvíen; tamiz de días nublados, devoción de yeso en el codo ruinoso de los suspiros. Siesta del trébol, árbol de las barcas, amalgama del colibrí: cauterizo un vértigo asmático cuando presiento una ruptura en el ápice de la música petrificada. Amigos a quienes interrogo en el exilio: pronto volverá la enigmática estrella. No desesperen ni acudan al revés de la moneda como si fuera definitivo el aquietamiento de sus caras. Para qué insistir en el disfraz que hurga en nuestra serenidad con taladros de fe. Pobres de aquellos que cifran su bienestar en la condición del prójimo. Juglares, bohemios, saltimbanquis: deben correr el riesgo: en la apetencia por lo mismo no hay devoción. Pontífices, regidores, cenotes de sacrificio: han profanado la naturaleza los cofres incestuosos de su ceniza. Los bolsillos se han roto de pagar la vida y las huertas han sido abandonadas. Ha sido revelado el nombre que está escrito en la piedrecita que se ha entregado con el caduceo original de Hermes. Lirio drogado y brutal: derrumba la estatua de la estrechez. Estamos muriendo de espiarnos y se nos cae el abismo de la hoja. Lujuria de mi muerte, unción de mi muerte, abundancia de mi muerte. Querubines, súcubos, centinelas: ¿escuchan el pájaro madrugador? Su canto es una señal para los murciélagos que han captado el libro de los solitarios hasta llenarse de plumas coloradas y brillantes y ver. ¡Escuchen el coro, escuchen!
CORO
El amo ha muerto de una congestión.
Y luego, la repetición de los mismos gestos.
El estudio y la sana filosofía.
Lo lejano y lo distante resucitan.
Tal vez en el origen
los liga un parentesco sagrado
con la salvación,
como parece indicar su luminoso rostro:
lo oscuro húmedo que desciende en nuestro cuerpo.
Así descubrimos la breve y deliciosa ópera.
ÍNDICE
Capítulo 1
De las palabras del origen
Primer discurso de Saday
Diálogo de los Niambra-Zulsuk
Segundo discurso de Saday
Capítulo 2
Saday o el octavo del Apocalipsis
Preludio del inocente
Embriagarse de celos
Las nubes de cada día
El fervor del extranjero
Para contagiar la calma
Los países del estanque
Capítulo 3
Soliloquio de Ayarda en el río
Las palabras de Su Yang-Po
Las palabras de Rianda Zean
Las palabras de Jesdalaherton
Las palabras de Zulka
Las palabras de Maltondrajka
Capítulo 4
Saday vuelve a tener un sueño que le dicta
El reencuentro
Como nadando en el sol
Preludio
1
2
Primer movimiento
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
Segundo movimiento
1
2
3
4
5
6
Tercer movimiento
1
2
3
4
5
6
7
Capítulo 5
Ayarda sorprende con un libro que Saday había ocultado en un baúl
Los peces tienen sed o las visiones del dios
Místico ejercicio
Realidad habitada
La rosa de argento
Plegaria de llanto de ceniza
Monedas o templanzas
Bisonte encantado
Discurso amoroso
Trivagaciones
Flauta y sitar
Preguntas finales
Después de llamarte
El caballo y el trueno
Níspero y magia
Las pieles de la serpiente
Runas y prestigio
Alas para el escorpión
El ardid del mandala
Desnúdame de mí
All my love
Lo que resguarda el rayo
Poema elemental
La dádiva
Intuición y palabra
Deseo y grito
El maestro roto
Mi vida se cumple
Todo estar se rebasa
Herejías y complacencias
Sueño de Victoria
Kriptea
Morir es nada
Alejado y contigo
Hilo de oro
Canto final
Cápitulo 6
Tercer discurso de Saday
El retorno
Coro
Nota a Como Nadando en el Sol:
A partir de una investigación personal sobre el ángel y el demonio, y después de asegurar que ambos están en el hombre y de no saber si se trata de escoger entre uno u otro, pero que ante todo debemos aprender a reconocerlos, comencé un ejercicio de escritura mientras releía las Meditaciones Metafísicas de Descartes. Fueron muchas apariciones que después de once meses aceptaron el camino de la literatura. Es un homenaje a ese hombre que habló del amor como la “eterna inocencia”, al geminiano Fernando Pessoa a quien la filosofía y la poesía le crecieron en las manos, para reconocerse en este siglo como los caminos donde existen las señales, como los continentes que se prestan mutua atención comprendiendo el sentido del ser que recupera el paraíso, luego de liberar una guerra tremenda consigo mismo y darse cuenta de ese otro que lo habita. En cierta medida es una metáfora de la ciudad, de nuestra ciudad golpeada por la ignorancia y la bestialidad; pero un hilito de luz teje este universo, un atisbo de esperanza. Porque como dice Adolfo Castañón: “Disfrazado de sol, Dios humedece nuestra boca con unas gotas de felicidad”.
Este libro está compuesto por un preludio, dos movimientos sobre el ángel y el demonio y un movimiento donde interactúan la ciudad, la juventud y el crimen. Puede ser leído en el orden que el lector desee teniendo en cuenta que la parte escogida debe leerse completamente antes de pasar a la siguiente. También se advierte la necesidad de acercarse al texto con una lectura en el orden específico que éste presenta para darle así un fundamento participativo al autor, en el contexto de su escritura.
Como nadando en el sol, fue escrito en Medellín en el año de 1995 y presentado al público en forma de libro mural en la biblioteca de la Universidad de Antioquia, en una exposición en el mes de septiembre del mismo año.
Nota a Los Peces Tienen Sed o Las Visiones del Dios:
El poema es desatada armonía. Es equilibrio desmesurado. El poeta es trance de una voluntad de crear. Su canto, si hay tal, es una coordenada de lo posible que brota de toda imposibilidad, de toda utopía.
Este libro es una demanda de sentido, de creencia en el mundo que me habita. Y al mismo tiempo es recuperación de la lectura de otros autores que interrogando rompen el himen de mi percepción.
Particularmente, algunos de los poemas que se presentan en este libro, son la voz prestada de algunos de esos autores; una conversación con su tránsito. No son entonces poemas “originales”, sino versiones de lo que en la lectura de sus libros se refleja.
Este libro está en el plano de lo místico-amoroso y discurre en una búsqueda que es la del dios que en él y en ella se pronuncia. Él y ella son abstracciones de lo que yo he vivido con hombres y mujeres como la música, la filosofía y la literatura. Es la demanda de mis actos con los Niambra-Zulsuk. Por supuesto la amistad que da un sentido de vida y procura la distancia necesaria para continuar en la revelación del propio camino.
Esta prolongación, pues, está dedicada a mi maestro Ramambrú-Simandra-Actara. Es la saudade, es la melancolía feliz, la serenidad de quien está y al mismo tiempo permanece en la ausencia, que comprende que todo es suyo en la medida en que vive su propia vida y que no obstante, nada le pertenece.
Es entonces la existencia, el amor y el sentido aquello que canto. Pero no olvido el rigor de la muerte, el padecimiento de lo que acaece, la imaginación liberadora y la razón que protege. Bienvenidos, pues, al festín de la extrema poesía. A las Geometrías de mi espíritu.
TECER DISCURSO DE SADAY
Qué somos sino la tempestad de lo que nos captura, la verdad que no es otra cosa que lo que es; al menos eso nos han dicho. Vivimos de lo que se dice, y en esa fragmentación de voces que apuntan y disparan nos acomodamos a la que mejor nos parece, de ahí la construcción de nuestra propia verdad; de ahí que sepamos lo que otros nos dicen como una revelación; de ahí que ignoremos el silencio que el otro deja en nosotros intentando descubrir otro sol. La lentitud, la pausa, la pregunta, la respuesta, la fuerza, la velocidad, la dinámica que establece una regresión para que los estados que han quedado en el olvido recuperen su sentido. La música que proyecta la raíz de las culturas, que se grafica en la danza. La danza que representa la música que es el silencio de los muros que nos permiten el límite, aquel que necesariamente ordena una tendencia de aire derramado en las cabezas. El límite que desborda el mundo y lo acorrala, que lo sujeta como una arquitectura lógica; pero, ¿lógica qué? ¿Antigua? ¿Arcaica? ¿Aristotélica? ¿Escolástica? ¿Estoica, medieval? ¿Moderna, nueva, aristotélico-escolástica, neo-escolástica? ¿Occidental, oriental, tradicional, vieja, arquitectónica, concreta, deductiva, del potenciamiento, dialéctica, empírica, estructural, fenomenológica, filosófica, formal? ¿Gnoseológica, histórica, inductiva, matemática, material, mayor, menor, metafísica, metodológica, normativista, objetivista, ontológica, psicologista, simbólica? ¿Trascendental, vital, borrosa, combinatoria? ¿Cuantificacional, de clases, de la identidad, de las descripciones, de relaciones? ¿Deóntica, desviada, erotética, inexacta, lambda, libre, modal, polivalente, dodecafónica, electroacústica, noise, trash, death, black? ¿Probabilitaria, proposicional, sentencial, temporal? ¿Intemporal, dramática, corriente, extra, anquilosada, modificadora, expresionista, impresionista, barroca, del renacimiento? ¿Industrial, punk, hardcore, del metal, doom, maleable, mercurial, natural-progresiva? ¿Lógica y punto? Mas ¿punto qué? ¿Aparte? ¿Seguido? ¿Punto suspensivo tras punto suspensivo tras punto suspensivo? ¿Por qué los puntos suspensivos son tres? El tres que es mágico, como el diez pitagórico, el tres que junto al cinco (el número de Júpiter, el cinco del jerarca) nos arrojan al ocho, a la justicia, a las pruebas que desde el sufrimiento nos erigen, nos dan carácter, nos llevan a los tres ochos que son la sabiduría, la evolución y la convivencia. Tres ochos que por cálculo cabalístico nos develan el seis, o sea el número de la indecisión, la constante del alma humana, como si hubiera otra. Y ¿dónde están los otros números, dónde las otras almas? ¿Será la cábala numérica la razón de ser de este estado inquebrantable de duda? Y es que ¿hay qué tener la certeza? ¿Será que si dudamos de todo se nos cierra el camino? Por eso habrá que decidir algo. Yo decido por un lenguaje abierto, en expansión; por una acción ágil del pensamiento, por un paréntesis que no borre la palabra, pensamiento que en el silencio verbal nos augura una nueva civilización planetaria, donde todo se establece sin justificación, donde los días se nutren de nuestra percepción de los días.
El apostolado por la Humanidad es un sacrificio, nos cuelga de los pies, nos deja el mundo al revés, el sacrificio es en el espejo, antes de salir a la calle, nuestro sacrificio invoca a Ah Kimi, a la muerte. Nos devuelve a Ramambrú-Simandra-Actara. Nos vuelca a la oscuridad, nos propone una nueva magia para el triunfo. Nos permite la luz de sus palabras, Ramambrú nos acaece y nos sucede, su brillo es el nacimiento de los Niambra-Zulsuk; es decir, la explosión del sujeto, del individuo, del hombre que a su vez le dio vida, a su imagen y semejanza, que no es otra cosa que la visión fragmentada de su alma, de su fuerza jamás detonada en su máxima expresión, el hombre: bestia y dios, mortandad y destello.
Las estrellas brillan en los ojos de aquella mujer que me mira en la distancia, ¿qué es ese alado anochecer en su cara embriagada que me embriaga embriagándome en la transgresión que aniquila rebasándome en la presencia de la música? El arpa se desborda en el giro abierto de la aurora sangrante que aquellos ojos sujetan de pronto. Y me nutro de las voces que me acompañan, fuerza invisible que destrona al emperador. Total disaster, black mass, bestial invasion, antichrist. Kyrie, gloria, credo, sanctus, agnus dei. Bastille day, anthem, fly by night, in the mood, working man, in the end.
En ese momento Jesdalaherton, que jugaba con unas runas, se incorpora y comienza, como poseído a hablar en nombre de Ramambrú Simandra-Actara.
También soy desmesurado y dejo atrás el miedo, y si una bala se avecina, miro al frente y me disparo. El hombre empuña su arma, y todos los terremotos lo asisten, se crece, se amplía, ejecuta la metafísica del sonido, extravía el sentido de su canción, lo pone a dar vueltas, lo arremolina, en él se mete, se deja llevar, es el caos que la trampa ha preparado, es la luz que los otros esperaban, el concierto comienza, describe el asalto nuclear, la visión que se tiene del exterminio, del conjuro que bordea el borde mismo del mundo, extiende sus brazos y seduce las poblaciones, de sus dedos brota la sangre que observará el arte nutrido de la dialéctica, de la delirante retórica, de la mayéutica abierta que atrapa y sana. Existe desde ahora un culto que abandona las raíces que edificaron el antiguo imperio donde los césares incendiaban cabezas rodantes y muñones en el centro de la arena; los soldados que eran una extensión de la mano del cesar que era una extensión de lo que sus senadores cercanos, los del oro en los ojos, los de la pena capital, observaban. Comienza el rito que desencadenará la reunión de los pueblos para capturar la nueva ciudad que no es otra cosa que el cuerpo extendido de la Humanidad; se inaugura la hazaña que no defiende nada porque defenderse de unos es no defenderse de otros y los otros nos dejan invadidos de revelaciones que para los unos son traición y por eso nos matan. Para qué defenderse nos decía el amigo, ya que todos pueden matarnos pero no todos pueden herirnos; una herida es una huella que en la vida nos arroja a la vida que nos lanza al juego de los otros, a su visión exagerada del canto, porque el canto también debe levantar su intensidad, no puede dejar de cantar cuando el nuevo rito despierta a la masacre de los días. Nuestros dioses somos nosotros; nuestra vida es la interviviente razón de lo vivible; nuestro cuerpo es el polivalente sentido de los cuerpos que se pasean por la Tierra en su más alta búsqueda; nuestra búsqueda comenzó hace siglos y cada vez que pasa un siglo la felicidad inicia un nuevo ascenso. Nuestra felicidad es lo que nos dice que la vida debe ser vivida, que lo que aprende el hombre es lo que lo anima a continuar en la vida, que la muerte es también un aprendizaje, y que los huesos serán aleluyas que el viento llevará a lo largo de los países. ¿No serán los países un solo cuerpo, una misma manera de ver lo distinto, una forma diferente de ver lo mismo? Alguien cae/ cae eternamente/ cae al fondo del infinito/ cae al fondo del tiempo (...) cae en infancia/ cae en vejez/ cae en lágrimas/ cae en risas/ cae en música sobre el universo. Sabe que el sonido es la danza de lo invisible, sabe que la música es la tarea de los hombres libres, el ritmo, la intencionalidad del espíritu que refleja la palabra bailarina y su eco que cae a la boca del volcán. Los videntes se preparan, afinan sus instrumentos, respiran profundo y devuelven al tiempo sus esquirlas, desnudan su paciencia, debilitan la debilidad y surgen desde el fondo de la fuerza para inaugurar una nueva aventura. Los videntes abrazan al público, ejercitan su bondad y antes de subir al escenario, adquieren la luciferina tentación y antes de burlar el maleficio lo animan a bailar en el territorio de la poesía. Los poetas entran a la ubicuidad, la música genera los lazos, la brutalidad se polariza en los cantos guturales, en la lírica panteísta, en los designios de la bestia que en los corazones se levanta para brotar como el llanto de las violaciones. Los nombres se entusiasman, reposan, entienden, se dirigen al centro múltiple que los escucha.
EL RETORNO
Ramambrú-Simandra-Actara vuelve entonces y reinicia sus historias y congrega de nuevo a Los Sentados en Círculo, que escuchan, se apasionan, contemplan, comprenden, interpretan y salen a las calles a destruir para construir; no evitan el riesgo, se lanzan, y si hay que caer, pues, hay que caer. Lo otro es la conciliación con lo existente para que se dé en lo que se nos da. La realidad nos transforma mientras la transformamos. El mundo de lo evidente se muestra en la medida de lo posible, de lo fáctico. Después de todo, la noticia que nos alerta es el plomazo, el temor a Dios, la caída en la nada, el susurro de un mundo que se pierde en el mundo.
¿Qué es tener lo que otro no tiene, si no se muestra lo que se tiene? ¿Qué es si se muestra? No sé... los hombres necesitan la certeza, necesitan la creencia de que viven. Otra voz retorna: en días de razones extraviadas para la fuerza del espíritu ruedan las piedras, caen lanzas envenenadas; pero la palabra asiste y nos recuerda el origen, cuyo destello interrumpe el sueño, salimos a lo nuevo, nos duele, esa es la herida que no olvidaremos, es la herida por la que nos movemos. La palabra asiste y reorganiza las funciones vitales de las almas, los sudores y el excremento de los hombres que no pueden elegir la voz del futuro, porque desconocen su propia proyección, su presente vivo y determinante. ¿Dónde está el último puñado de tierra que cae sobre la frente helada de los dogmas? ¿La palabra como cuerpo de la naturaleza fracturada de las generaciones? ¿La palabra como el vuelo inmaculado de los pueblos? Al fondo los tambores reconocen la ira de las ciudades, el inmortal designio de la guerra; la tragedia de los días que se entregan al dios cojo, las auroras que estallan en la lira del que hiere de lejos, la fortuna en la baraja que cada uno destapa mientras camina. Dónde está la mímesis que los arroja al escenario, a todos los escenarios del mundo. Dónde dejaron el sol cruel del destino; dónde la palabra como imagen, como signo, como crepúsculo de los ídolos; dónde los dioses muertos. Dónde está la lanza que herirá el costado de la nueva comedia, la decadente moral religiosa que ha intentado escribir con sangre para ocultar sus fauces de bestia hambrienta. Quién quiere ser aprendido de memoria. No sé, todo da vueltas, las voces giran a mi alrededor, se establecen, insultan, gritan, a dentelladas y en medio de susurros estorban mi camino, y manifiestan una batalla para no morir, soy su puente, soy su instrumento, como Dios es el instrumento de los hombres que no quieren ser olvidados y lo arrojan a la carnicería del mundo bajo la intimidación de los que ruegan, y nunca agradecen. Dios que entra al estado natural de las cosas como evolución y hecho, como canto y danza que reciben los afligidos en su cotidiana permanencia. Dios transformado en mil imágenes que son cuerpo o icono que saludan los hombres que no reconocen su propia manifestación de poder, su propia palabra, su camino obnubilado en medio del viaje que entra en el primer toque de la trompeta, en la primera destrucción de las ciudades; ah, la voz que los gobierna. Parte del sentido que baila en ellos está de antemano en su voz, allí se anuncia y desde el nacimiento establece la dirección que deben cultivar. El sentido de la confianza, la dimensión de lo que los traduce como movimiento íntimo de las manifestaciones plurales del mundo; la proxemia, la kinésica, la prosaica, la cotidiana y no mal acostumbrada manera de asistir al mundo. Cada uno de ellos, en diferentes dimensiones, entregados a la ardua tarea del conocimiento; a la difícil tarea del aprendizaje, de la enseñanza, y, sin embargo, muchas de las veces negados a continuar, en busca del reconocimiento colectivo, con el deseo de sustantivar y adjetivar su misión con la voz prestada de los aplausos. Aquí no gana la canción de moda, aquí se recibe el canto originario, el rito, el mito, la fiesta. Decididamente deben hablar por ustedes mismos, ampliar su voz en el territorio de la sabiduría, en el ejercicio diario de su experiencia y en el sentido orgánico de la búsqueda. Ser y compromiso en sus demandas, acción y conciencia en su crecimiento. Fuerza, paciencia, creación. Los días se unen en la cadena de sus actos, de su habla suspendida en los trabajos que de alguna manera ya han anticipado su paso. Es decir, ya han navegado en los mares del conocimiento muchas naves y a ellas deben algunas rutas; pero son ustedes cada uno de los que son los que se adiestran en las nuevas travesías, de mayor o de menor manera; sólo la mirada que otea el horizonte les dirá si es preciso remar brevemente o agitar el orden de su rumbo. Señoras, señores, amigos, esta góndola pide un mar tranquilo, pide tierra a la vista; esta góndola quiere la ruta del Universo. Niños y ejecutantes de la gran sinfonía, este país, este cuerpo, este espíritu desbordado pide La Ciudad de Oro, las casas de ceniza, el estridente compás que a la libertad libera. Hombres y mujeres están frente al mundo olvidando a manera de progreso a la Naturaleza, y sobrepasando con la inteligencia, con la voluntad de poder, sus acciones, que no son acciones porque carecen de intencionalidad. Allí en su territorio está la no jerarquización, el no movimiento de especies, de clases. Allí en ese lugar ya ha empezado, y sin respiro, la culturización de lo creado. Ya han construido las ciudades, han permitido la historización de lo vital, han otorgado a los artificios concentrarse en la punta de la pirámide. Dónde irán a caer en el acaecimiento de lo profundo; hasta dónde irán a prolongar este océano que no los deja caminar sobre las aguas. No sé. Algo me dice que no debo plantar; algo me dice que debo regar las plantaciones del mundo. Alcanzaré a llegar si todo se vuelca a mi favor. Pero si todo está a mi favor, nada estará de mi lado. Debo ser rápido, incluso cuando contemplo, cuando sueño. Ya es la hora y las otras trompetas se anuncian, rompen a estallidos las casas y las fuentes. Los delirantes viajeros de las calles, donde se acomoda la cotidianidad, donde entran a jugar las versiones de lo humano, donde todo se extravía y se encuentra, caen al fuego que los dioses reciben para restaurar la confusión. Ahora el nudo, en estos momentos los rizomas creciendo e instalándose en el ejercicio del caos, el que definitivamente los arrebata. El equilibrio es una sintomatología de desesperación, quienes desesperan realmente son los que gobiernan su propia vida, son los entusiastas de lo abismal. La trashumancia se aligera, se despierta y la urbe recibe las huellas repetidas, el sincrónico y al mismo tiempo azaroso tiempo de los tiempos: el aión y el cronos desmantelando oscuras grietas en el espíritu de los viajeros. Tiempos compartidos mas no unificados, tiempos extranjeros de la Naturaleza: aión como fiesta y cronos como recorrido; aión que sepulta la razón grave del tiempo, del devenir cuantizado; aión que subvierte el orden mecánico del tiempo, cronos que los ubica en la historia, que los deja como escritura o sentencia doctrinal, como aforismo, y lo digo desde la extensión, mas no desde el sentido; éste viene con aión. Ustedes descubren la desterritorialización de la mano del carnaval; las máscaras y los trajes de luces los convocan a dejar a cronos los límites, casi como si nacieran a la tragedia de la que ya les ha hablado el filósofo. La tragedia del dios cojo y el que hiere de lejos, manifestación de ordenes yuxtapuestos y delirantes que entran a la habitación donde la mesura los recupera, a todos, potencias artísticas que maduran en el centro de sus corazones, orgía y canto grotesco; distancia y estilo sublime. Éxtasis de la lira cuando combinados nacen los hilos; furia y sueño cuando la separación es insalvable. Cuando tras el vómito de los conceptos se inclinan las golondrinas en un vuelo superior a su estatura. Todo esto para decir que el lugar que habitan ya no tiene ninguna puerta, que ya las piedras viven el sueño que nadie ha podido comunicar. Sin embargo, las multitudes piensan en mí, y eso significa que me aman. La ronda se agrieta; pero el canto arrecia en las bocas que brotan del tallo del lenguaje. Rectángulo de papel en donde se cierra el sol, sol furioso, sol de menta, lenguaje o sol, lenguaje y casa abierta a la salud del sol, lenguaje que entra en ustedes para convertirse en la flecha que después de ser arrojada les regala el pensamiento. Esto es, nacimiento del pensar y el hablar conducido a la ruta de la convivencia del hombre con la muerte. ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Qué movimiento de espíritu nos arrojó al vacío? ¿En qué se convierte nuestra mirada después de la guerra? ¿Qué es lo que nos conduce como si no existiera? ¿Dónde está la mano que nos acarició mientras nuestra madre lloraba? ¿De dónde salió el hombre que la enamoró? ¿Por qué se llevaron ese hombre tan rápido? ¿Cuál es el canto que nos dejaron los titanes? ¿Quiso Prometeo soltarse de sus cadenas? ¿Quiso Sísifo abandonar la piedra y la montaña? ¿Cuál de todas será la verdadera razón de ser del espejo? ¿La calma del sabio, la vanidad, la reflexión y la claridad donde cada uno permanece? ¿Qué otro espejo sino el agua para dejarte entrar en tu propia vida? ¿Quién quiere sumergirse en el cero? ¿Quién pretende comenzar la cuenta, ser el primero, ser dios o primer hijo? ¿En qué momento se engendraron la amapola y la memoria? ¿En qué ojos cumple el mar su promesa? ¿Por qué no hay tiempo que perder? ¿Crees que no hay sentido alguno en la vida por el sólo hecho de que es limitada? ¿Crees que sólo tú estás a la vista de la muerte? Son sus preguntas. También los abuelos viajaron en esa barca antes de que se levantaran los tallos del fin. Muchos han fracasado al sentir que su vida no es propia de la perfección; cuando sienten y piensan en el áncora que los espera al límite de la palabra. Algunos pierden su primera serenidad, otros llegan tranquilos al umbral donde el ojo desentraña las visiones que dejaron tendidas en la tierra, como huella insignificante.
Todos se miran regocijados y luego de tomarse las manos alrededor de su poeta comienzan a responder:
Nuestro viaje no ha sido inútil: hemos sido piel y fortuna del aire; hemos estado sentados en la nube y en la cicuta; hemos sido halcón y chacal, escarabajo y mortaja que otros siglos interrogan; hemos sido aprendizaje, voluntad, redención; hemos sido mandato y obediencia, rey y pueblo que inauguran la caminata, la prudencia frente al hombre. Hombres que cruzan la interrogante ansiosa de todas las casas, no dormimos, no yacemos, somos livianos, esperamos los signos de la múltiple estirpe. Hombres solitarios que cruzan la hora de la ceniza, asistimos al atardecer: las aves emigran, en nosotros gira la música del espíritu. ¿Acaso creen que esta vanidad es la profundidad de nuestra humildad? ¿Es su voz la existencialidad de los que razonan? ¿Qué entienden por entendimiento? ¿Creen que no podemos vivir si su acto no está presente? Ya sabemos que el dolor por el hombre es el más profundo de los dolores. ¿Qué seríamos sin el hombre, sin nosotros mismos? ¿Acaso la identidad de lo que nos acontece es el único regalo? Queremos decir: ¿será que lo que somos es lo único que podemos reclamar? Atrás van quedando la reflexión y la duda, lo nuevo se agiganta con un viejo sabor desconocido. Hombres y mujeres han construido las ciudades, invisibles para unos, sentido agigantado para otros. Eso es el mundo: una inmensa ciudad congestionada de ciudades, una nación, aldea global donde los habitantes escriben sus astucias y lo peor, que los hace más vivos. El ciudadano va desentrañando la memoria organizada de nuestro tiempo, el tiempo del hombre, de la naturaleza del hombre; esto es, del simulacro, del artificio, de la máscara. Atrás van quedando las teogonías, las miradas polivalentes de los dioses. Ahora somos constructores de nuestro tiempo y nuestro espacio, activamos las ciudades donde se proclama la justicia, donde se vive la fidelidad a la tierra, lugar que crece en la búsqueda de la libertad y la igualdad que fundamentan un hombre autónomo y singular que compite, coopera y se solidariza. El hombre que activa los vínculos con el mundo donde se practica la estética, la vida, la fantasmagoría y la muerte. En la gran fortaleza, los ciudadanos buscan protagonismo, y, al mismo tiempo, intentan proteger su anonimato: libertad y soledad que se ejerce en las sociedades. En la ciudad está el pensamiento, están los deseos, se presenta lo posible. La ciudad es una mujer, y por lo tanto, el más peligroso de los juegos. La ciudad enardecida despierta a las miradas de los volcanes que los hombres guardan, para asegurarse un estado del alma. Los hombres entran en la blancura de la luz, luz profunda, el túnel que muchos dicen ver, el conductor hacia los pastos de la muerte, hacia el sol iracundo que las sociedades amasan en improvisadas mesas de conceptos y metáforas. Estaremos vivos hasta que se nuble nuestro canto. Hasta que la danza de nuestros hijos sea vencida por el enemigo, ese otro que nos necesita para vivir. La bandera del odio se conforma en las cimas de las montañas, allí donde todo se otea de una forma diferente. Los guerreros acuden a la mano de su sacerdote, inclinan la cabeza, proyectan su espíritu; los guerreros ingresan a la piedad, ocultan su deseo, aniquilan al otro antes de verlo. Los días de trampa y asesinato están presentes desde que el mundo comenzó como mundo, como realidad; es decir, cuando el hombre expresó para el mundo de su interior la voz agresiva de su derrota. Cuando la flecha fue disparada con el arco y clavada en el blanco; cuando la palabra fue construida y dictada a los demás como una señal para correr juntos tras la presa. En el momento mismo en que el hombre miró al cielo y vio a su dios, cuando lo vio en la mano, en el ojo, cuando lo escuchó en la navaja contra la carne que la comunidad consumía. Allí en el nacimiento mismo de los dioses. Justo allí comenzó la guerra, la situación del caos que sólo hoy entendemos. De otra manera los días confusos entrarían a la supervivencia de los que atacan la muralla que construida desde los siglos ha protegido a dioses y comunidades que a dioses imploran. Los dioses que entran en el tributo de los animales degollados, pero que nunca incitan a los hombres a morir, a no ser por la ciudad que está en peligro, a no ser porque el poeta, único descendiente de lo sagrado ya no puede ejercer su ley. Esto es, su trono está amenazado, está al servicio de los ladrones y asesinos que desde otro reino atacan. El enigma brota en las filas de guerreros y la luz traspasa los hombres que neutralizan las bandadas de flechas y las líneas de caballería que golpean los ánimos de los contrincantes. Siempre habrá un vencedor, y si eso es verdad, los perdedores serán muchos.
Es cuando el poeta del lugar oscuro de la oscuridad total, comienza a bailar. Propone una fiesta. Esta se prolonga por varios días y noches. No obstante todo tiene su límite y Ramambrú comienza su brevísimo testamento ante el coro que lo asiste:
Proemio, prólogo, obertura de mi muerte. Umbral, antesala, introito de mi muerte. Se han manifestado en hachazos de procesión a la deriva con la avaricia y la envidia. Las franjas del presagio rivalizarán con la hipocresía hasta verla arrodillada ante los que intentan llegar, mas no recogeré el agravio del sin partir que reparte alianzas y magnificencias. Disparo ráfagas de temperancia al blanco de mis afectos desatinados zoológicos contagiosos de claves y horizontes que se desbordan sobre el pavor húmedo pasaporte ajeno a la cordura malestar de mocedades. Vistazo terrible intacto cobarde se despliega y un pabellón de sésamos atrae el roce coito de acecho salto y la ausencia. El primero será de nuevo el único luego de desaparecer en el otro que vuelve y oye las ondas de cuevas picachos colinas. Ruido de quijadas masticando sotos cábalas índices bestiales descifrados en lagunas de anillos y el jerarca. Aquí queda el ávido voraz sin embargo de la bondad y la retribución de enlazados sacerdotes. Mi ofrenda revienta perplejidades ya sepultadas en antiguos reinos e inesperadas revelaciones. Una fábula será argolla para el matrimonio con la prudencia. Este calmoso monstruo virginal se va y te invita a salir. No temas. Si cierra la boca es para impedir a los veleros apoteósicos un rumor que los despegue de su tesoro. Aprieta el fuselaje del peligro con los dientes de la sangre y va adentro y sale y el extraño peina y el amigo inyecta. Es su enojo. Se obliga a triturar el nombre contra la sábana ennegrecida en que se repite la blanca cara de su padre, sus labios rectos, su ebriedad. No digas nada por favor. Han emputado el temblor y se desploma la espera... el dominio no canta en esta barca rodeada por la neblina... el poder es un afán que encona los corazones desnudos... no me muestres la bondad en un elefante encadenado... tiene una estepa regada en pedazos de sol sobre las calles del frío. Tiene un cuerpo asediado, un fantasma, un animal desconocido rondando la selva de las semanas. Para que puedan diluir el enfrentamiento con su rigor, deberán tener un collar de turpiales y amatistas con el número de Job. Será una contraseña para el ejercicio del desdén en que cifra su cortesía. Quiere dormir. Quiere escabullirse como la cabeza subterránea del avestruz. Quiere introducir su muerte sacra e inviolable desde ya. Guillotinado por la fiebre, inmóvil y blando como el polvo amontonado de los cementerios. Amputando su voz. Es urgente este sonido que no se da sino en la tristeza. Semilla del caos, espiral del orden, ¿cuántas veces habré de encontrarlos? ¡Respeten el último silencio de una conjetura! Este es el sufragio advertido por la antorcha que navega en un libro hasta el naufragio. Entonces escribe su propio entierro, compone su propio réquiem, construye su propio sarcófago. Quiere dormir. Alejarse por una frase destendida por el misterio. Estacionarse por largo tiempo en la queja del otro, distante, errabundo, incitando desde el follaje de su furia a todos los que siembran alturas. ¡Oh! tanques y torpederos, submarinos y misiles, no interroguen a su espejo. Quiere estallar en los incontables seres que representa... empleo la limadura de las uñas para ahogarme. Doy orden de quemar mi hígado. Que se estire mi intestino y con él se deleiten los asesinos. Que mis pulmones podridos sean sus vestiduras y la infección de mis venas sea alhaja y luego la horca. ¿Qué quieren mostrarme? ¿Qué es lo que dicen sus insoportables lamentos? Sus recados afligidos son una tarde de lluvia ejercitándose para el diluvio. El contrapunto de un crimen. Quiero hundirme sin escandalizar sus ojos, sin imponer cuervos ante los trigales de la alfombra en que se deslizan por la infamia. Me gusta lo secreto, lo íntimo, lo arisco y repugnante de nuestra naturaleza y más que gustarme lo soy. Tengo en mis manos la daga que desgarrará mi vientre. Soy el doble filo, su empuñadura. Poseo el indulto de mis creencias, su absolución. Un arcano riendo lacio sobre la mesa de los desorbitados y el clamor de hostias y pelos en la espuma de una cascada de diademas, suelen parecerse a mis convicciones.
Mandala de mi muerte, camándula de mi muerte, hexagrama de mi muerte, muerte inmaculada, tropel del verbo atlas donde descansa un cerebro. Mejor morir inmolado por el pudor de un hogar desconocido, tirado en las estrellas, pasando como un incendio por tus pupilas que tantean la virtud en la saliva de un guerrero descompuesto. Mejor morir sin el fausto galanteo de la excelencia, de la voluntad exorcizada por las lágrimas y el pueril cansancio que producen las leyes de los hombres. Mejor morir después de haber quitado de nuestro lado el alboroto de las fieras, de haber asistido al destrozo del pensamiento, custodiado por el ademán de una cantiga hecha polvo, sintiendo el brindis de la concordia. Mejor morir más allá del cauce de los huesos, donde es arrebatado el rostro, refugiado en una acrobacia de la calamidad, con un gesto noble y desinteresado. Asaltando el infinito, subrayado por un compás demencial y puro. En la euforia de un aplauso sin estrenar. Mejor morir en la alergia del descuido, atrincherado por el esfuerzo, sin deberle a la vida, únicamente a la muerte. Consintiendo el gasto adocenado que entorpece al domador. Desde este lugar, que es una dirección confusa, imploro por una sombra benévola con el ocaso de mis acciones; porque en algún lugar de mis entrañas un sagrario se libera. Que la eternidad se apiade de mi memoria y la ahogue en un puñado de arena, que no me fatigue el recuerdo. De algo estoy seguro: cuando el silencio muera, dejaré de cantar. ¡Aproxímense! Que me bañen los escupitajos y los claveles y las telas sueltas de la lepra y la cólera. ¡Aproxímense! No tengan miedo. Golpeen esta mente plural antes que desaparezca o tendrán que golpearse a ustedes mismos. Muévanse, pues aún han de faltar muchas eras para sentir esa fortaleza entre sus virtudes. Muévanse, pronto, muévanse, muévanse, muévanse y acudan al bazar de la porquería. Caigan como peste en este banquete fastuoso de cloaca maloliente, den el toque de la multiplicidad que llevan dentro y enerven las genuflexiones de los jorobados y los tullidos y háganlos mejorar con una princesa como indulgencia. Acudan, pronto, muévanse, muévanse, acudan. No se preocupen por la distorsión que el carruaje de la costumbre es veloz y ya ha partido... miren esta constelación, este acto de bienvenida, este amancebamiento de riesgos que son una moneda que va de mano en mano mostrando su cara y su sello, las dos cruces, ningún lado; fugada de su sin-camino, en el vacío, bienaventurada hacia donde ya no hay caídas ni ascensos, donde se llega y cesa el lenguaje. Querrán que en sus bolsillos esté siempre metida junto a un escarabajo verde y a una pirámide de cristal y ocho veces la sacarán y la levantarán al cielo eclipsando el sol ante su mirada de cromo. Mas otras ocho veces la arrojarán al caño; porque esa constelación inasible hará brotar un salpullido dorado de vida en sus socavones endemoniados. Este ser es almendra estelar que indaga, bulbo singular conspirador de las plazas, alfiler de siglos, mundo que acuña la guerra con la ceniza. Alzo al buitre desde el horizonte y repito en voz gutural las runas que están tatuadas en las agallas del pescado: poco falta ya para que estemos separados hombro a hombro. Vengan multitudes, tifones, maremotos, ciclones, bombardeos. Atrévanse a suplantar esta constelación que suple sus engaños. Ustedes que son un hilito salido del vientre de la tierra. Odien este universo y dilapiden su propio nombre. Ni sujeto ni presiono ni torturo; soy un cierzo que pinta alas para el escorpión. Ahora es tarde, demasiado tarde para venerar el velo y lanzar las navajas menos profundas que el beso. Aquí se engendra mi muerte definitiva. No seguiré a su lado como una metáfora congelada. Ya no hago falta. Nunca he hecho falta. Jamás haré falta. Me voy como un aerolito entusiasmado. Vengan multitudes, consumamos esta lágrima inmensa y el veneno último de las avispas que curtió el rebaño para hacer muelles a merced del norte. Oculten sus crines espesas paganas coronas coherentes y dejen de agacharse cuando se aproxime el halcón del espíritu... no superarán ese escozor de la biografía oculta sin copular con las pesadillas en el abajo, exhaustos de esquivar esa doctrina ígnea escrita sobre el lecho de la sombra. Pavimentados en el Ordoviciense. Lo estricto ha engordado los funerales. La fragmentación se va en el remolino y regresa con el huracán. No hay que temer a los lamentos ni al cansancio ajeno, no teman y sigan siendo el cero, el punto de partida que no es el punto de partida sino lo intrincado del viaje. Sean el centro que está en todas partes y pocas veces en el cruce de las líneas y paralelas que determinan un solo centro. Un labio de barro no tumbará sus afectos, cuando se cierre un candado yo abriré diez mil. Vengan multitudes, infamias, insolencias, manías, complicaciones. Vengan, las anotaré en el crucero de las profundidades y sin brújula; porque ustedes son el piso intolerable que espera el timbre puntudo de la lenta moneda. Sumérjanse en la rapsodia que los nombra y peguen su frente a la excitación del sol. Como un radio de zancadas vírgenes rayos cardinales empuñaduras para el alba. Si ataco es mi pureza la que hiere laureada en el fuego de la escarcha conductora. Enfrento la camisa rota de la injusticia escurriendo el sudor de sus ángeles y arcángeles. Compito con el hambre desencadenado del martirio que nos ha forjado pordioseros. Antes del alumbramiento ya conocía a los dignos que surgen de la niebla blandiendo sus espadas imposibles de clavar en otro pecho que no fuera el suyo; pero prefirieron la desgarradura, la oración desafinada del músculo sumiso que no les pertenece. Daré de comer a la brisa las brasas de los meses oblicuos cuajados de subsuelos difíciles... adentro es la manecilla en órbitas de antiquísimos dones como la represa de garzas afuera. Un eco de búho blanco boca cavernaria sale de entre las piedras para darle la mano al niño que ha de venir con cajones de dulces a ceñirse nuestra rabia. Quiero el cerillo que aviva al fresno silvestre. Quiero reanudar la sustancia fiel y cadenciosa, fulgor que sale del quejido del dragón. Quiero la hecatombe de una catapulta rota pasando sobre la geografía del silencio. Quiero el silencio y su silencio, el silencioso deseo de enmudecer, el silente sesgado de nubes y raíces, intimidad diciente, roca serena, batatilla y miel. Desnudo al silencio y le muerdo los pezones y lo veo levantar una ciudad donde camina tu hermosura. Como los trazos del chamizo en el cielo, como la perspectiva de las aves que emigran hacia el mar embarazado de atardeceres. Saturno de Osiris, Piedra Filosofal, Ejército de la Voz: reyes, ministros, abades, emperadores: estar a la par con la música es la cima insuperable. Manifestación de voces e instrumentos: me deslizo, me safo de la rueda, el calambre agoniza. Me deshago como el abrazo de los amantes que entran al sueño. ¡Escuchen, no se cansen de escuchar! Hace cuarentayun años salí para destronar la antipatía. ¡Alto, frena tu búsqueda asquerosa! ¡Mírate, repugnante! Sólo te queda el esqueleto y tus abismos se han secado en las crestas de las montañas que te rodean y te roban el aire. Yo también he venido a castigar tu pereza. Yo también busco un hombre con una linterna en la playa. No me hables que tu aliento hiede. Voy tras de mi huella que pasó octavada en creaciones inverosímiles y medicinales. Voy a reunirme con las arenas movedizas del cielo; no tengo prisa: la victoria rauda del día puede ser la derrota de la vida. Voy hacia el lugar oscuro de la oscuridad total a sentarme con los Niambra-Zulsuk, que son Los Sentados en Círculo y los moldeé tras varios años de esperar el bus. Y nos encontraremos más allá de lo imaginado, a la vuelta de la esquina, con el aliento vencido, inflamados de silencio, dispuestos a violentarnos en la gracia del amor. Para otear la verdad que permanece encendida inexorablemente a nuestro lado; para que deje de ser el gran secreto. Sabiendo cómo el cuerpo se nos pudre mientras la llama en que ardimos algún día, baila bajo el hechizo de nuestros hijos. Regresaremos para poblar las llagas del convaleciente, para restaurar el equilibrio en el caprichoso tartamudeo de los idiotas, para calmar la insondable herida del menesteroso. Habremos de decir que es justo el sabor del pasado: allí estuvieron nuestros padres cocinando para nosotros, descaradamente quemando sus pupilas para darnos el fuego. Y luego, callar. Eternamente. Como espejeando la delicia de un nuevo amanecer. Es el momento preciso para que dejes de disimular y con los punzones de la conciencia rasgues el velo de tu melancolía. Cada uno es la gruta, y las voces que golpean sus paredes, son su propia voz. En cada mirada se descifra el jeroglífico de la vida, en cada vasija se estacionan las estrellas para recordarnos que el pastor fue un anciano hasta ver a la oveja negra orando al sol tardío. Está limpio el cáliz donde viertes el brandy de tus sueños, no lo tomes como si doliera. Hablo de mi época que olvida el asombro porque invierte su vida en el laboratorio de la lucidez. Hablo de un derrumbamiento de vertientes y biografías y de las cruzadas del aburrimiento que alejan al hombre del hombre. De una inhóspita forma de amar, de la descarnada hospitalidad del adulterio que llega en el eco de los ahorcados. Hablo de las manos limpias que escurren las sumatorias y el ejemplo, del brinco de los patíbulos, de los grilletes que comparten el pan y el laúd en convivencia de soles bajo la luna llena. Hablo de los yoes encabritados que se desprenden de mi carne para darse cita con los sables de la sílaba que aún no completa su metamorfosis. Hablo de los límites que son la totalidad de los hechos. Extiendo en mis brazos el deber de soplar con la tarde una jaculatoria que mengüe el pesar del asesino. Sorprendo la contorsión de papel y llanto, el deplorable plumazo de águila decapitada por la plata labrada de las escuelas. Admiro la piñata rota que no deja caer los juguetes al pozo, la escala de los colores en la bandolina, la última mujer que abraza sus piernas en el desierto de la cama. No pierdo la oportunidad de lamer la centella de algodón ni me detengo para darle piso a una vida que asuma con mancuernas la desgracia. Hablo porque muero y morir es hablar con los sabios. Morir es morir como una pluma es una pluma. Hablo porque vivo y vivir es preparar la muerte. Entrar y salir, entrar y salir, entrar, dudar, salir de este manantial que la mayoría desconoce, es tan doloroso como doce mil lanzas en el costado y no lo hago por diversión.
Sonata de mi muerte, acuarela de mi muerte, olimpiada de mi muerte. Fénix de mi muerte, unicornio de mi muerte, centauro de mi muerte. Esta tripulación de lotos ha perdido el rumbo que lleva a su colmena. Hoja donde duerme el agua, risa de la gota que se mueve: el gran vicio llega de un país mimado por el albur de los patriarcas que aguardan, instinto desatado, cortina de nada que ondea. Rumiar del mar, yoga del mar, estatuilla de canela: no más fantasmas que desvíen; tamiz de días nublados, devoción de yeso en el codo ruinoso de los suspiros. Siesta del trébol, árbol de las barcas, amalgama del colibrí: cauterizo un vértigo asmático cuando presiento una ruptura en el ápice de la música petrificada. Amigos a quienes interrogo en el exilio: pronto volverá la enigmática estrella. No desesperen ni acudan al revés de la moneda como si fuera definitivo el aquietamiento de sus caras. Para qué insistir en el disfraz que hurga en nuestra serenidad con taladros de fe. Pobres de aquellos que cifran su bienestar en la condición del prójimo. Juglares, bohemios, saltimbanquis: deben correr el riesgo: en la apetencia por lo mismo no hay devoción. Pontífices, regidores, cenotes de sacrificio: han profanado la naturaleza los cofres incestuosos de su ceniza. Los bolsillos se han roto de pagar la vida y las huertas han sido abandonadas. Ha sido revelado el nombre que está escrito en la piedrecita que se ha entregado con el caduceo original de Hermes. Lirio drogado y brutal: derrumba la estatua de la estrechez. Estamos muriendo de espiarnos y se nos cae el abismo de la hoja. Lujuria de mi muerte, unción de mi muerte, abundancia de mi muerte. Querubines, súcubos, centinelas: ¿escuchan el pájaro madrugador? Su canto es una señal para los murciélagos que han captado el libro de los solitarios hasta llenarse de plumas coloradas y brillantes y ver. ¡Escuchen el coro, escuchen!
CORO
El amo ha muerto de una congestión.
Y luego, la repetición de los mismos gestos.
El estudio y la sana filosofía.
Lo lejano y lo distante resucitan.
Tal vez en el origen
los liga un parentesco sagrado
con la salvación,
como parece indicar su luminoso rostro:
lo oscuro húmedo que desciende en nuestro cuerpo.
Así descubrimos la breve y deliciosa ópera.
ÍNDICE
Capítulo 1
De las palabras del origen
Primer discurso de Saday
Diálogo de los Niambra-Zulsuk
Segundo discurso de Saday
Capítulo 2
Saday o el octavo del Apocalipsis
Preludio del inocente
Embriagarse de celos
Las nubes de cada día
El fervor del extranjero
Para contagiar la calma
Los países del estanque
Capítulo 3
Soliloquio de Ayarda en el río
Las palabras de Su Yang-Po
Las palabras de Rianda Zean
Las palabras de Jesdalaherton
Las palabras de Zulka
Las palabras de Maltondrajka
Capítulo 4
Saday vuelve a tener un sueño que le dicta
El reencuentro
Como nadando en el sol
Preludio
1
2
Primer movimiento
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
Segundo movimiento
1
2
3
4
5
6
Tercer movimiento
1
2
3
4
5
6
7
Capítulo 5
Ayarda sorprende con un libro que Saday había ocultado en un baúl
Los peces tienen sed o las visiones del dios
Místico ejercicio
Realidad habitada
La rosa de argento
Plegaria de llanto de ceniza
Monedas o templanzas
Bisonte encantado
Discurso amoroso
Trivagaciones
Flauta y sitar
Preguntas finales
Después de llamarte
El caballo y el trueno
Níspero y magia
Las pieles de la serpiente
Runas y prestigio
Alas para el escorpión
El ardid del mandala
Desnúdame de mí
All my love
Lo que resguarda el rayo
Poema elemental
La dádiva
Intuición y palabra
Deseo y grito
El maestro roto
Mi vida se cumple
Todo estar se rebasa
Herejías y complacencias
Sueño de Victoria
Kriptea
Morir es nada
Alejado y contigo
Hilo de oro
Canto final
Cápitulo 6
Tercer discurso de Saday
El retorno
Coro
Nota a Como Nadando en el Sol:
A partir de una investigación personal sobre el ángel y el demonio, y después de asegurar que ambos están en el hombre y de no saber si se trata de escoger entre uno u otro, pero que ante todo debemos aprender a reconocerlos, comencé un ejercicio de escritura mientras releía las Meditaciones Metafísicas de Descartes. Fueron muchas apariciones que después de once meses aceptaron el camino de la literatura. Es un homenaje a ese hombre que habló del amor como la “eterna inocencia”, al geminiano Fernando Pessoa a quien la filosofía y la poesía le crecieron en las manos, para reconocerse en este siglo como los caminos donde existen las señales, como los continentes que se prestan mutua atención comprendiendo el sentido del ser que recupera el paraíso, luego de liberar una guerra tremenda consigo mismo y darse cuenta de ese otro que lo habita. En cierta medida es una metáfora de la ciudad, de nuestra ciudad golpeada por la ignorancia y la bestialidad; pero un hilito de luz teje este universo, un atisbo de esperanza. Porque como dice Adolfo Castañón: “Disfrazado de sol, Dios humedece nuestra boca con unas gotas de felicidad”.
Este libro está compuesto por un preludio, dos movimientos sobre el ángel y el demonio y un movimiento donde interactúan la ciudad, la juventud y el crimen. Puede ser leído en el orden que el lector desee teniendo en cuenta que la parte escogida debe leerse completamente antes de pasar a la siguiente. También se advierte la necesidad de acercarse al texto con una lectura en el orden específico que éste presenta para darle así un fundamento participativo al autor, en el contexto de su escritura.
Como nadando en el sol, fue escrito en Medellín en el año de 1995 y presentado al público en forma de libro mural en la biblioteca de la Universidad de Antioquia, en una exposición en el mes de septiembre del mismo año.
Nota a Los Peces Tienen Sed o Las Visiones del Dios:
El poema es desatada armonía. Es equilibrio desmesurado. El poeta es trance de una voluntad de crear. Su canto, si hay tal, es una coordenada de lo posible que brota de toda imposibilidad, de toda utopía.
Este libro es una demanda de sentido, de creencia en el mundo que me habita. Y al mismo tiempo es recuperación de la lectura de otros autores que interrogando rompen el himen de mi percepción.
Particularmente, algunos de los poemas que se presentan en este libro, son la voz prestada de algunos de esos autores; una conversación con su tránsito. No son entonces poemas “originales”, sino versiones de lo que en la lectura de sus libros se refleja.
Este libro está en el plano de lo místico-amoroso y discurre en una búsqueda que es la del dios que en él y en ella se pronuncia. Él y ella son abstracciones de lo que yo he vivido con hombres y mujeres como la música, la filosofía y la literatura. Es la demanda de mis actos con los Niambra-Zulsuk. Por supuesto la amistad que da un sentido de vida y procura la distancia necesaria para continuar en la revelación del propio camino.
Esta prolongación, pues, está dedicada a mi maestro Ramambrú-Simandra-Actara. Es la saudade, es la melancolía feliz, la serenidad de quien está y al mismo tiempo permanece en la ausencia, que comprende que todo es suyo en la medida en que vive su propia vida y que no obstante, nada le pertenece.
Es entonces la existencia, el amor y el sentido aquello que canto. Pero no olvido el rigor de la muerte, el padecimiento de lo que acaece, la imaginación liberadora y la razón que protege. Bienvenidos, pues, al festín de la extrema poesía. A las Geometrías de mi espíritu.
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