Esta novela, bien puede ser ensayo o poema. Se presenta como novela y en ello se aquilata su riesgo. Fue comenzada en enero de 1991 en Manizales y terminada en junio de 2008 en Medellín. Nació como un volcanazo luego del asesinato de mi padre acontecido el 15 de diciembre de 1990. No es un libro para quedarse con la propia prespectiva, sino para rumiar y cantar y para declararle la amistad. En octubre de 2008, el Transeúnte Editor a manos de Carlos Enrique Sierra publica la primera edición y, actualmente, prepara la segunda. Gracias a este amigo de la literatura que a confiado en el libro.
Para Sakura, que sueña bonito.
Eufrasio Guzmán, dádiva y gratificación.
Y David Esteban Zuluaga, ejercicio de la amistad.
Saludo especial a Alexis Vélez que confía en este texto.
Y al Señor Naranjo, dos generaciones en el abrazo.
Se vuelve casi un dios el pobre hombre que estaba allí,
postrado recibiendo el recado inefable.
Gabriela Mistral
Pruébate con la Humanidad
Franz Kafka
Una persona puede tener la apariencia de X,
comportarse como Y y transformarse en Z.
Todo puede transformarse sin resistencia.
Karl Löwith
CAPÍTULO 1
DE LAS PALABRAS DEL ORIGEN
Ramambrú-Simandra-Actara, el poeta del lugar oscuro de la oscuridad total. Él le cuenta sus historias a los Niambra-Zulsuk que son Los Sentados en Círculo; les habla del trabajo con pólvora y garganta, que él los sueña mientras lo sueñan a él. Les lleva a la sosegada manifestación de los días que llegan, los anuncia en sus propias palabras, les permite el pensamiento, la maravilla. Y esos días caben en la contemplación de sus oyentes. Traslada la herida de la música a los abismos de la desesperación, donde rescata las voces rotas y las lleva a la terrible cordura para mostrarles las miradas de lo que para todos es espina, delirio del creador que imanta la miseria y la pone al mando de los suicidas que se creen el fracaso total del mundo. Ramambrú-Simandra-Actara, agua cósmica donde se forjan los hierros primitivos, donde se destroza el pecho y las caderas de la amada, donde la felicidad paraliza el espíritu antes de ponerlo a rodar como un gato por el tapete de las estrellas. Él habla de la carne obligada y sabe que cada uno es una isla secreta, por esto deja que los Niambra-Zulsuk escuchen pacientemente, mientras llevan a sus almas la voz propia y así se van convirtiendo en seres especiales, en seres singulares y el círculo desaparece y cada uno: Saday, Zulka, Su Yang-Po, Maltondrajka, Ayarda, Rianda Zean, Clamidia, Jesdalaherton y los demás, entregan la plegaria donde saben que cuando sean ya iluminados pensamientos, quizá en ese momento el amor se levante para conquistar el horizonte que alguna vez los visitó en el sueño. Es cuando el poeta del lugar oscuro de la oscuridad total se retira y deja, a los que antes eran sus discípulos, en torno al fuego repetido y sin centro y marcha a otro lugar. Pero ellos ya alcanzan a comprender: somos carne vencida, cocida tierra terrible, madrugada del acecho que comienza a latigar el tiempo cuando recién abrimos los ojos. Entonces llegan voces de otros lugares. De nuevo una guerra pide la cabeza del mundo sacrificado en la mirada inconclusa del tiempo, y el amor se acuesta sin palabras a la espera de otro evangelio que pronuncie el mandato para seguir, luego de separar nuestra costumbre mortecina de las mortajas y castigar al último hijo del silencio que vaga sin saliva por los rincones de una ciudad maldita, porque su plegaria no fue escuchada. Signo y herejía se levantan y se enredan en las manos de los que antes rodeaban el mismo fuego y ahora son múltiple voz, oído caleidoscópico que advierte las palabras de su maestro: Tú que me seguiste y ahora debes partir, has traído la vana tarea de reconocerme en la pesadilla que ha dejado para ti el invierno. Sin sacar nada a cambio, ni la sombra del hombre que amó mientras los cuerpos ensangrentados aturdían la ciudad bajo el sol de la mañana. Pero quién, cuál de todos los que despedazaron la ronda atenta a la voz que iluminaba ese lugar oscuro de la oscuridad total, qué conquista sin cielo, qué dádiva. No esperes más este mundo caído ahora que el tropel de las azucenas descifra tus máscaras; no esperes, contempla el gran incendio, el nuevo diluvio que se lleva la verdad amortajada al baile infinito del polvo. No busques que todo llegará a ti, al borde del trueno, sin rostro y sediento para que elijas los elementos que establecerán la conquista de ese ángel que se apaga en tu cabeza. Ellos saben que es por su propia mano que los días dejan de ser asombro y ternura, que la carroña se suma al baile del mundo. Desde ahora van guiando su oración como instrumento que empuñan las manos con fervor, la llevan por el miedo feroz de la sombra posible sin eternidad, al borde del musgo que crece sobre las tumbas, casi solos, heridos sin luz, amasijo leve que sueña todavía. Van sufriendo la oración extraviada en el cuerpo del olvido, donde se dividen la respiración y la queja y el alimento de un sol degollado. Van con hambre elevando su oración que escucha al demonio que se ríe con el oro en sus bolsillos, así, hacia adentro, para que nada se le pierda en su única risa, única gota espejo del llanto antes de perderse de vista en el cuchillo que habrá de sanar sus vidas. Saben que algún día todo estará dormido de nuevo, en un profundo y único sueño y que un caballo halará el Universo hacia otro tiempo sin nombrar sus herencias mientras crecen los caminos; es decir, los múltiples relámpagos de Dios que aferramos en nuestras manos. Dicen que llegaremos a ser costura silenciosa de estrellas, cabellera liberada de ángel bañándose en el río. Que este amor que traemos se anuda al otro que nos habita y que iremos conociendo los principios de una ley natural desplegada en la ausencia, entonces recuerdan las palabras de su poeta y la contracción de la noche y se saben víctimas de su propia desgracia, uno a uno, al momento de aceptar el signo de una vida sin estrellas ni deseo. Aquí, en el lugar común donde se pierden las fantasías, sin mañana ya, como si todo acabara de repente con el nombre de las cosas detrás de la puerta, comprendiendo el gran abismo. Con una permanencia en la melancolía que los llevará a una estación sin soles. Entonces Ramambrú-Simandra-Actara es recuperado por alguno y su nombre es nombrado en la forma que es lo que cambia porque la interrogante seguirá siendo la misma. La cabaña donde el abrigo salva del invierno, de la batalla del vacío, de la mente en blanco que como muerto se presenta sin un trago de espadas en las pupilas. Es cuando nos dice: hay tiempo, para qué correr, descansa mientras gime el mundo. El símbolo participa de tu canto, tras la ventana que da al parque, donde tres niños sentados en una piedra mueven el sol con sus espejos. Esta mano es tu memoria, la jornada continua del sueño, el grito frenético de una ciudad que es tu cuerpo. Como el círculo la poesía permanece, de nada vale correr, el cero se aferra a las paredes sin que podamos descubrirlo. Es cuando algún otro se acerca y pregunta: ¿quién habla allá, al otro lado del mundo? Su voluntad es poder que incendia mi espíritu, su dolor es mi llanto, el grito, la condena, otro despropósito que la noche recoge.
PRIMER DISCURSO DE SADAY
Todos saben que no estamos solos en esta tierra maldita, donde la hipocresía silencia el pulso del otro. Donde se vive de la mentira porque si nos enfrentamos a la verdad lo único que quedaría sería la calavera después del balazo. Algunos creen que verán nacer al hombre de mirada de águila, que vendrá a reconstruir el mundo, pero esto no lo reconstruye nadie, la miseria ya ha roto los vínculos de lo sagrado, el mito y el símbolo han quedado en las mentes neo-románticas que aún tiran piedras al río. Mas no estamos solos ni enfermos al creer que somos distintos a lo que hacemos, sólo un poco enajenados, despatriados de nuestro propio deseo, y esto por las buenas costumbres, por la moral que fisgonea y se esconde detrás de las instituciones, por la mano inquisidora que destroza a los hombres que poco a poco han ido ganando el terreno de su propia voluntad. Los deja tirados por una mirada que no llegó a tiempo, por un saludo al vecino de otro territorio, por una palabra beligerante que recompensa los días de descalabro y represión. Ocurre a veces que la puerta se cierra y los demonios siguen su camino, dejando atrás los cuerpos hacinados en las calles bajo el vuelo incesante de los buitres. Y hay quienes predican una ciudad nueva, la canción renovada donde la muerte no nos dejará solos, tendidos con las monedas en los ojos, con el vientre abierto y putrefacto. La muerte, señora y reina de lo que llamamos mundo, fragmentación de imanes que quieren atraer cada vez más gente para dominar y obviar así la hambruna. Raza de Caín que subió al cielo y tiró a Dios sobre la Tierra. Y todos que esperaban la terrible justicia celestial, su mano que instaura iglesias podridas e imbéciles. La justicia que derrama sangre y lodo en las casas, las matanzas que no se adjudican el hombre y su ignorancia como si no se supiera ya. El hombre que sólo en la guerra es libre, en el juego de los cadáveres. Hombre de inexorable corazón amurallado donde cuelgan los miembros mutilados, trofeos de asesino donde se alza el huracán para reunir las familias y dejarlas en el silencio y sus gusanos.
¿Dónde está lo enunciado, dónde la enunciación? La respuesta es un crimen calculado por el sendero subterráneo, una sugerencia que se convierte en grito evidente, en carrera. Actividad intencional de quien no disfruta y le da asco. Entrega jadeante a lo pornográfico y a lo demás, lo puramente grotesco, la voz y el sobresaltarse de terror y de risa. Ir más allá de lo que se expone en la cotidianidad, enfrentamiento con las tumbas, con las piedras y los huesos, visión de un dios que se suma al baile del mundo. Y acaso estará en los límites de la realidad, masturbándose con una fruta podrida; obscenidad que la estética recupera para su experiencia, para el pulso de sus arbitrios. Sin embargo, ¿qué es la realidad? ¿Qué es lo que hay más allá de su esperanza? Porque nadie se priva de ver su primer muerto. Muerte que nos deja a la espera de un más allá, muerte asesina, puta desdentada que se ríe en los caminos hasta enloquecer. Muerte que nos pone las manos en el pecho, que nos cierra los ojos, que nos priva del mundo y nos lo regala. Hacerle el amor a la muerte aunque sea por dinero; risa que se estremece, llanto y quejido; grito repetido y de nuevo punzante prohibición, amenaza que asombra y desarticula; prohibición que nos alerta y nos induce. Ciclo de la mierda, fuego que se pierde en las líneas digitales de los androides, manipulaciones de la mentalidad metálica que reordena el mundo y nos establece en la cibernética; vísceras que caen en la roja laguna para ser roídas por las ratas que nos arrancan el sexo en los sueños. La muerte verdadera, la verga interrogada, el pezón descompuesto, el vientre que posee el futuro lenguaje, corroído y agusanado como el animal podrido de la verdad, como la belleza que se orina en las pupilas de la muerte. Verdad que se construye con el paso silencioso de las comunidades. La sorpresa que ya no sorprende, seguimiento que todos anticipan, perseguidor perseguido. Sombra de Dios que se escapa al centro que todos y cada uno dibujan en su miedo a desaparecer. Absurdo de una salida que no protege, que nos deja a la deriva para que nos den por el culo. Psicosis, neurosis, paranoia, esquizofrenia; pesadilla que se interna en el cerebro y busca la mente y la atrapa y le propina la visión de la palabra en la que se estrella el mundo. Nervio, cuchillo que hiere, beso que tiembla, violencia acostumbrada, rechazo de la mano que apunta, de la mentira que humilla. Mentira que es necesaria para poder encontrar alguna verdad. Mentira que se recoge desde el principio del mundo hasta que llega la mano putrefacta y lanza la lanza y hiere y silencia. Algunos mienten para continuar vivos, como si la vida no tuviera ya algo de mentira; otros lo hacen para seguir amando. Pero cómo es eso de amar a todo lo viviente si ya sabemos que quien ama a todos es posible que no ame a ninguno. Es posible que quien ama sólo quiera liberarse de los dolores de su alma. ¿Y para qué quieres curar los males de tu alma? ¿Para morir? Ama tus males y cuida de ellos, porque son muestra de tu desastre, de tu vida inconclusa o de tu vida concluida y no manifestada para que no mueras. Si te quieres matar, mátate. Mas lo único seguro es un suicidio lento. El suicida tiene esa posibilidad siempre a la mano, ¿para qué agotarla tan rápido entonces? Cioran decía que el sólo hecho de pensar en el suicidio ya nos hacía libres, y que llegar al hecho era innecesario. Si quieres matar respira profundo y divaga en el canto de la noche. Recuerda a Camus: La muerte también es fresca y su sombra no cobija a ningún dios.
DIÁLOGO DE LOS NIAMBRA-ZULSUK
- La muerte nos sorprende y a veces llega tarde cuando nuestra mano ha ejecutado la danza. La muerte que siempre cumple, la muerte que nos ama y nos cuida. La muerte que es el abismo desde el cual nos levantamos para llegar hasta lo más alto: la vida. La muerte vivida, el espanto y el descalabro. El sentido que le damos a las cosas se establece y perdura hasta que una muerte nos obliga a recuperar su existencia solamente. Existencia donde el sentido no es necesario. Naturaleza de las cosas que se desplaza cuando damos desde el nombrar la posición de las cosas. Rompimiento, tribulación.
- El hombre denuncia la mismas cosas siempre de manera desigual, de distinta manera; las origina y las cambia desde lo que la vida le ofrece. Hombre que se crea en el lenguaje mientras lo crea con sus manifestaciones de espíritu terrible. Hombre serio, rígido e inexplicable. Qué bien le cae al hombre la risa, el desparpajo, la dionisíaca batalla con los límites que nos dejan sin respiración. Los últimos límites que sólo la libertad debe conocer e imponer para lograr la imaginación y el asombro luego de derribar el muro y cantar el nuevo horizonte. Risa que se interna en nuestra alma que es nuestro cuerpo que es nuestra mirada perdida en el océano.
-Nada es real, sólo el orgasmo de mi amada, su vagina ardiente donde mi pene respira y se transforma y piensa en el futuro del cosmos. Acción amenazadora para los que tienen el poder porque mi eyaculación es la descendencia de los que vencen el oprobio, la otredad insultante, la mendicidad y el exterminio. Mi pene es la batalla final, mi lengua el botón rojo que los verdugos quieren resistir. Mi amada tiene unos senos que se empinan cuando el mundo quiere cantar, cuando la desolación recorre las calles y mi boca lo implora. Sus ojos son las piedras preciosas que del fondo de la Tierra brotan como soles, como clarines de la Babel. Las miradas son el nuevo canal, las palabras han quedado atrás después de anunciarse en mi rito sexual bajo la máscara del que fecunda. Pero yo no soy fecundo, no fecundo nada, mi estirpe está presta a desaparecer con el último compás de mi sinfonía. Atrás quedan las palabras, porque adelante me espera la radiación y el quejido. Porque adelante están los bandidos con su magnetismo animal. Porque adelante se arremolina la barbarie para destazarme y continuar con su tarea. El arma química, el poema destrozado.
- Se diría que reino sobre estos territorios, que construyo un orden que responde a la carnicería, a tu alma que se interroga si somos dos caras acuñadas de la misma derrota. Estar a favor o en contra de las cosas resulta un buen negocio si nos aliamos con la gente correcta, si nos sumamos a las instituciones que venden las armas para que los países se maten entre sí. Estos países que tienen más de un entierro y no tienen sino una cruz; por eso hay que olvidar, para comenzar de nuevo. Para qué la memoria de tanto muerto, que cada uno entierre los suyos, no me den más muertos que ya tengo muchos. La paz es el silencio de los cadáveres, la paz que tanto nos pone a pelear, la paz que sin ser conocida ya hace parte de nuestras pertenencias, y cuando somos dueños de una cosa, no vemos muchas cosas, ya lo sabemos. Aún no tenemos paz porque aún no estamos muertos, la paz nos vuelve perezosos, la paz no nos arroja al movimiento maravilloso del mundo, la paz nos da las buenas noches y nos mete en un sueño profundo del que nunca podremos volver; a la fiesta le doy mi mano, a la carrera y a la reflexión de lo que sucede, a la filosofía que debe mirarse desde fuera, jugar con ella antes de ponerla en la acción misma del pensamiento vivo, en su manifestación.
- Lo que quieres es hablar de lo que otros hablan, que el filósofo debe atarearse en las ideas como espectador; antes de asimilarlas, de hacerlas suyas, necesita considerarlas desde fuera, disociarse de ellas, pesarlas y, si es preciso, jugar con ellas. Las ideas, que son como el alma que es como una parte del cuerpo que es el terreno donde nos movemos y donde guardamos los sueños. Doy mi mano a los sueños, a la pluralidad de los días, al ocio que camina junto a mí produciendo espejismos misteriosos. Me gusta cumplir la cita con el pensamiento, pero me ajusto a lo que mis sentidos expresan desde lo que perciben, que no es otra cosa que lo que la realidad ofrece en su involuntario ofrecimiento. Entonces sé que la felicidad vendrá a nuestro encuentro cuando vamos a su encuentro y que la felicidad y el hombre pueden establecer una comunión antes de perderse en los caminos paralelos de la vida y la muerte, caminos que se trenzan cuando nacemos, caminos que son uno cuando tomamos conciencia de nuestro propio camino. Ese camino que es el pacto secreto con el tiempo que nos hace enloquecer cuando el pozo de la palabra nos muestra la máscara, la moneda que nadie arroja y el sonido de su contacto con el agua. Qué digo ahora, qué escribo ahora que soy feliz si lo que nos mueve al acto creador es la angustia y la tristeza y el dolor y la melancolía. El hombre feliz no tiene necesidad de crear nada porque está completo, el hombre feliz sólo vive y deja que la felicidad le brote como la fuente que nunca decae.
- Pero sabemos que la felicidad entra y sale, que no se queda para siempre en un mismo lugar y nosotros somos sus lugares; sin embargo, una vez ha entrado deja en nosotros el conocimiento sublime de su fuerza y por eso será más fácil volverla a tener, porque ya hay un reconocimiento, un movimiento más familiar, una respiración más amada que si no hubiera entrado nunca. La felicidad toca la puerta y nos saluda y nos interroga y si no estamos preparados se va y no vuelve; por eso pedimos su mano, por eso debemos ser educados para su mano, por eso que la mano del mundo extienda su mano para que la mano de la felicidad le argolle el dedo del matrimonio feliz que también es feliz en la tristeza y en ella crece y demuestra que los contrarios se generan y generan en su movimiento la vida misma, la contradicción de lo que se suma y se resta a los días que algún dios dejó para nosotros después de sentir su soledad.
- Acabar con el antagonismo dual de Occidente no es una tarea que se logre en un abrir y cerrar de ojos, que de por sí ya es una dualidad: abierto, cerrado. No es cuestión de suprimir los contrarios, antes bien es integrándolos como se podría conseguir una unidad. Pero esta unidad no excenta de multiplicidad, es su origen. Su cuerpo que mueve los miembros y los interroga en el horizonte de otro cuerpo. La proxemia que es donde habita el alma. La relación que es el alma motor de las individualidades. Alma que se ejercita, gimnasia donde hallamos la metafísica propuesta por Serres: barco que se incendia y agiganta la zozobra de un mar que no puede contener el fuego: manos que encapsulan otras manos para decir que las manos son libres y que el goce de la caricia es una entrada en el silencio de Dios. Todo es uno. Uno es pluralidad. El cuerpo, el alma. El alma, el gesto. Un cuerpo no sabe jugar a la pelota en todo momento ni en cualquier parte. El alma no sabe abrazar a la humanidad en todo momento ni en cualquier parte. La metafísica es el arte de amar.
Mientras ocurría el diálogo, Saday estuvo en silencio escuchando, y cuando su silencio se hizo al unísono con el de los demás, comenzó a hablar.
SEGUNDO DISCURSO DE SADAY
El poema es justo, exacto, donde no sobra ni falta nada. El poema cuerpo de la poesía, paso prolongado de lo humano que hay en el hombre. El poema que traducido se convierte en otro poema, horizonte de sentido que expresa lo interpretado. El poema y la poesía que se encuentran en el acto poético, donde la forma y la esencia están en el mismo nivel. Estas cosas las repetimos varias veces a través de nuestra vida, es el oficio. Es como si quisiéramos asegurarnos en la idea de que todo lo que decimos nos pondrá a salvo.
En ese momento los Niambra-Zulsuk se miraron sorprendidos y admiraron la irrupción de Saday que ya daba muestras de desprendimiento ante su poeta.
Pero, ¿hay poetas de oficio? ¿Son radicales las diferencias entre poeta y escritor? Un escritor escribe porque es su trabajo, un poeta lo hace porque se le perdieron las palabras. Por eso solemos escuchar: Saday o Zulka o Maltondrajka, poeta y escritor, nacido en algún lugar de la Tierra, en la cultura del Arancaranara, con el acento global del artista que no tiene patria definitiva y cuyo lugar de acción es el mundo. Sin embargo, nos radicamos en un terreno específico, árboles singulares que ofrecemos frutos que a pocos suelen conquistar; y ahí nos quedamos establecidos, no por orgullo, mas si por temor a la intranquilidad que ofrece la extrañeza cuando se introduce en nuestra vida. Vivimos acostumbradamente con el dinamismo de los rituales petrificados. Por esto, que se arremoline el acto, que se rompa el hecho, que brote el géiser de la luz nueva que transformará el mundo: naturaleza mutable de lo íntimo del hombre, sorpresa del movimiento lúdico que a todos les abre la fuerte necesidad, la tumba donde reposarán la nostalgia y los sentidos extáticos. Después de todo el juego es para seguir con vida, desaparición de los cuerpos que sustentaban el vacío que nos dejó lo creado. Y quizá el hecho sea pensar lo que nos dé la gana, galopando en el laberinto, encontrando objetos perdidos, el útil que manipuló el primer hombre, porque el primer hombre apareció en el momento en que el útil fue proyectado, ese fue su pensamiento, vara o flecha, tesoro que después del fuego quedó impregnado en la palabra, en el rostro que se transforma cuando cae la sombra y el hielo. Nos llamamos mundo y nos van a matar. Traición, traición, aniquilación. El fetiche tiene el poder, amo y señor del mundo maloliente, controlando discípulos inválidos, guillotinas frías, tentáculos asfixiantes, muerte mundo donde se erige la traición. Pobre hombre, pobre púlpito sin agua, queriendo usurpar el trono del sol. La voz del hombre que se reúne a darse espaldarazos de buena conducta con los demás, que se reúne a petrificar el movimiento de la poesía entregado a las palabras que desde afuera le hacen pensar que es la única voz, la única manifestación de la acción creadora de la palabra. Poeta que dice ser el centro de lo que malamente llamamos poesía, que se acomoda en el vientre de los demás para dar a luz a su propia sombra. Poeta que no lee sino sus propios versos, embriagado de sí mismo y anulado para el otro. Hombre que no digiere todavía la representación del canto que los días han puesto en su puerta, porque es canto plural y polivalente, porque es canto de sumatorias y de rupturas y es un canto que todos cantan sin que su voz se pronuncie y la envidia lo revuelca y lo entrega a la desazón del mundo. Hombre que falta a la humildad de la poesía y se entrega a la arrogancia de viajar por el mundo con su única voz y olvidando la fuente de la que se nutren sus poemas. Manifestación de poeta que se agrupa para darle una voz a la poesía como si ella la necesitara. Movimiento partido por la mitad, partido en cuatro, partido en pedacitos que son las miradas extraviadas que en el espejo deja el poeta cada vez que pasa por la vitrina donde deberían, según él, estar sus libros. Poder al que se entrega el hombre, el amado poeta, el que de sagrario en sagrario recorre el mundo. Poeta que desvirtúa la mirada sencilla de las cosas para acumular aplausos, palabras complacientes que son las que más veneno traen guardado. Señoras y señores, yo también soy un poeta y por tanto me acumulo en lo dicho. Mentira es mi nombre y en él se agrupan las verdades de las cosas; porque en la mentira que me representa está la verdad que los demás rescatan, la que salvan del naufragio de mis palabras, de mi hundimiento y con él el del mundo que me habita y entrego con mi voz. Damas y caballeros, esto no es nada fiel a la realidad sino la realidad misma, este soy yo, esta es mi completa ironía, es mi mayor declaración de horror y estupefacción.
Veo rodar poetas por las calles y nadie les ayuda, la mortandad crece, nadie quiere ser un discípulo de la palabra sagrada del cosmos, nadie está entregado a la soledad creadora; los corrillos se avivan, los mensajes cifrados crecen, la violencia también está en los versos, en la retórica abierta y desusada que los poetas anuncian en los eventos donde es más barata la antología, el primer libro, la edición limitada y autografiada. Los poetas son espada danzante y al mismo tiempo caricia consoladora; pero son ellos los que necesitan consolación, ánimo estrepitoso en los periódicos y en las revistas especializadas; mi nombre, mi nombre, repiten para no morir. Hombres que han dejado atrás cielo e infierno, creen estar en la tierra prometida cuando les publican dos o tres versos y una nota introductoria que halaga, pero se sienten en el desierto sin avión y sin piloto cuando la crítica, esa cosa fea, los aplasta. De reunión en reunión van acomodando a su vida las miradas de los demás como si fueran para ellos, como si todos los conocieran, y niegan la teoría y niegan la actividad y niegan todo porque esa es la moda. Poetas que no recuperan para los suyos sino formas gastadas como la paz y la esperanza y la convivencia con Dios. Poetas que se nombran como pilares del país que habitan. Pero, qué es un país, qué un sistema establecido donde nadie puede recuperar la acción viva de su espíritu, qué es una patria sino la pérdida de un lugar cualquiera en el abierto terreno del mundo. Tener una patria es tener el alma acordonada con alambre de púas, con puestos de policía y ríos insalvables de sangre ajena, de hombres que buscaban una mejor vida en otra patria. La vida es paradójica, los que tienen su patria la dejan escurrida de tanto tronarle las vísceras, la acaban, la martirizan, y quieren que los demás la quieran tanto como sus corazones criminales. Hay muchos países que escupen el rostro de lo creador cuando pueden, porque lo creador les ha salido muy caro, porque lo creador se anima y desnuda sus cuerpos leprosos y los expone a la luz pública para que se quemen. Definitivamente muchos países son la locura a la enésima potencia, por lo tanto potencias que se proyectan, manifestaciones creadoras que pasada la guerra dictarán nuevas leyes a los corazones del Planeta.
Es así como termina el segundo discurso de Saday, no sin antes declarar que escribirá un poema. Los demás se acuestan y la noche alta no da espera.
miércoles, 20 de enero de 2010
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