martes, 17 de noviembre de 2009

EL ALFABETO ELEMENTAL

A Iván Darío Toro Jaramillo
y María Elsy Quintero




A
Los días crecían poco a poco. Ella erigía su cuerpo diminuto y el volcán era un espejismo. No la volví a ver. Pero, qué más da. En otras tierras estará sembrando lo que mi agua no pudo. Después de ella otra, y otra... otra muerte que vuelve y que nace en mi costado como serpiente que inflama la noche.

El dios dijo su palabra, y estalló en infinitos sentidos. Los hombres creen comprenderlo. Creen tener la voz en su voz. Olvidan su propio pie, la huella que no podrá ser igualada.



B
Juntos vamos, libres somos. Sentencia del poeta. Ya la hice notar en otra escritura. Vamos por la vida, la única posible para nuestra comprensión de hombres. Pero libres de manera tal que podemos unir los hilos de la red que nos da el sentido.



C
La que vigila me mira, la mirona, él ya lo dijo. Todos lo han dicho. Pero qué otra cosa sino repetir para aprender. Olvidamos fácilmente. Guerra tras guerra. Amortajados ya y gritando lo mismo otra vez. Muerte.



D
Ave guerrera que viaja por el infinito. Algo que no podremos. Reptar o volar. Sólo eso. No podremos. Observar, guiar nuestra barca por los ríos de la sangre. Sí. Y observar nuevamente, y callar.

Luego escribir la sinfonía del origen, de nuestro cosmos agigantado que deambula por el mundo. Transitando cojos si no abrimos nuestros ojos a la moneda completa. Al cubo perfecto, a la pirámide de los siglos, al cilindro que abarca los círculos sucesivos.

La esfera, señores, la esfera. La dimensión de los hombres hermanados en una sola alma que se pluraliza y difiere y antagoniza. La esfera de las partes que conforman un todo que es. La vida señores, y sus muertes como bastones para el camino tortuoso.



E
Otra voz. Otro canto. La suma de los ritos que dejaron en nosotros los que ya son polvo. Este instante va ya a la espalda del mundo. Otra pupila entra en las dimensiones de lo vivo.

Después de la vida el gran silencio de nuestro yo. Después de la guerra el vino que embriaga lo perpetuo.



F
De nuevo la casa ha quedado sola. Esta casa que inunda de rencor y de ira. Esta casa donde los soles detienen la luz del dios. Y la prolongan en miles de rayos que los niños juegan.

Es otra vez la conciencia de un vacío que ya nos dejó mudos un tiempo. Un instante de varios años. La conciencia de la conciencia y no sólo la conciencia de estar ahí sembrados en una tierra que describe el amor que nadie conquista. Conciencia de la conciencia o lucidez o imperio terrible de lo humano.

El dios habita como un extranjero. Unos lo injurian, otros lo abrazan. Quiénes cantaran con él.



G
El dios es los dioses. Cada uno en su unidad como fragmento que estalla y devuelve la cifra a su origen. Partes que se unen para el todo que canta. En su silencio primordial. En su bosque de almendros.

Los hemos matado y es un suicidio. Hemos caído y así dejamos atrás sus miradas constantes.

Los dioses o el dios que todos exhalan. Hálito de entraña que pudre la luz de un retorno a la piedra. Corto y rápido como la vida misma, este mágico despertar nos olvidará.



H
Humo en el agua, la espada del dios brota como una flor viva.

Ante ti el regreso. Una y otra vez el volver de los que se han ido ya y se anclan en nuestra memoria. Quizá espíritu. Tal vez voz, eco de batallas que padecimos en otro tiempo.



I
Qué es lo que traen sus manos cansadas. Qué es lo que dicen sus ojos de otra tierra. No sé. Terminamos por olvidar. Finalizamos la vida para entrar en un agua mansa. Como en la vida, un gran sueño nos acoge.



J
Su risa vuelve de vez en cuando. Se agita en mi memoria. Es entonces una luz que me conduce. Es el dios del tiempo que vuelca el dolor en alegría.

Él retorna desde su silencio profundo. Para reír y verme agónico ante un mundo que sombrea amor, que latencia vida.

Pero qué ofrecerle de mi enquistada permanencia. Qué de mi nutrido vacío que lo habita.

El dios regresa y yo hablo con él largo rato en la noche, viajamos a la ausencia pura, tomamos vino en la taberna. El dios baila con las chicas y me invita a un cigarrillo. Estamos un tiempo juntos y luego de una gran carcajada, desaparece.



K
Igual que en otras ocasiones una mujer me atrapa. Su jarra de vida se vuelca sobre mí. Caminamos por los senderos del dios. Y éste ni se inmuta. No se lamenta si comemos de todos los frutos. No se irrita si la serpiente nos cobija.

Este dios es una diosa, y sus collares son cometas que van cruzando el cielo en silencio. Este dios es un tigre, y su vaho calienta la noche que le da de comer. Delfín, águila, este dios nos encuentra haciendo el amor y no envidia nuestro fuego. Agua o tierra, viento que cruza mientras la mujer y yo vamos por el camino.



L
Antes que antes qué podrías ser. No sé. Algunos nombran al dios. Otros el silencio primordial. El vacío o el caos, la ausencia absoluta. Nada. Y qué de nosotros ahora, al filo de la caída. Como el tiempo en la mano de un primate.

Qué de nosotros que vamos trastabillando por el mundo sin reconocernos. Ahora en el vértice de una piedra que otros niegan. Ahora, aquí, en este tiempo, en este espacio que es el instante de un universo que cae.

Dame tu abrazo, ven y limpia esta lágrima de otro tiempo, este pez que fui, esta cerbatana que nada por el tiempo desde que nací para el tatuaje de la muerte.

Ven y acaricia mis párpados con tus labios. Que tu lengua roce mi sexo. Que tu sexo sea un bucle de estrellas. Que las estrellas aniden en mi cabeza. Que tu cabeza descienda hasta mi corazón. Que tu corazón imante la voz de los siglos. Que haya un siglo donde paz y vendimia sean el baile de los hombres. Que hayan hombres que canten el dolor ineludible. Que el dolor no nos deje atrás y asista a nosotros la transformación.

Ven, descansa en mi pecho antes de ser el silencio profundo que habitará mi sueño. Sube en mi hombro y otea el mundo. Llora si quieres. Pero ven y palpa esta noche en que el dios me visita.



M
Poco a poco. Lentamente. Sin prisa, el mundo se borra para que lo escribamos de nuevo. Venimos, llegamos, vamos también. Pacientemente, como la parábola y el cometa que por ella transita.

Cuántos millones de años nosotros aquí, y el instante de una hoja que cae la muerte definitiva. Muerte que a cada uno pertenece. Muerte que otros asisten para recordar su vaho infinito.


N
Escritura de las cosas. Escritura del mundo. Escritura del yo. Dónde hallar tu mano que franquea la noche. Estás aquí, en este instante, y me doblo como una vara mojada. Aquí, ante ti. En la noche en la que el tiempo retorna y busca mi escritura. Donde me creo. Donde desaparezco.


Ñ
Me repito. Aunque sepa que la repetición cansa. Pero, para qué evitar la repetición. Para crear. Cosa que no hace el suicida. Que no evita la repetición ni la pérdida de algunos males. Evita todos los males de una vez. El dios lo acompaña. Y no lo sabe. Pero puede ser una solución. Allá va, en su viaje al vacío. Cerrando unos ojos que no volverán a ver.


O
Orgía de dioses la casa del dios. Mito que deviene principio de lo viviente. Altura y abismo. Asombro que estalla en nuestra memoria y acude en colisión con nuestra vida detenida.

Metáfora como mentira que de uno u otro modo crece en la verdad. Dinamismo que conjuga las voces de una comunidad que habita las redes del tiempo.

El dios y su amor en las manos de quien escribe. El dios y su ira en una tierra que tiende a desaparecer.


P
Gutural camino de coros que imantan a la juventud. Música que se anuncia como el despertar de una tierra compleja e inaudita. Guitarras, tambores, trompetas que crecen en la mirada del dios. Detonante palabra que gira en torno a tu cuerpo. Inmediatez de una vida que conjugada en tiempos vivos cae. Tiempo que fluye en espirales. Salvación y conquista.

Éxtasis.



Q
Me sueño y en el sueño soy. En el sueño de un dios que transparenta mi vida. Aquí, ahora, en el único origen posible. En este instante de sol morado que inaugura mi sal.

Me sueño y en el sueño vivo. Qué es lo que a fin de cuentas construye mi mano. Qué es lo que después de mi ausencia pura la vida tomará de mi canto. Quiénes bailarán al ritmo de mis palabras.

Ahora soy yo. En este instante de origen que inaugura el tiempo. Cada momento un nuevo momento, otro origen, el verdadero.


R
El árbol que está ahí. Ese árbol que ves. Ese árbol no es el árbol.

Esa savia escasa. Esa savia demente. Savia abierta, desmesurada. Esa savia está en ti.

Unidad mutua. Imperceptible temblor que deja tu cuerpo cuando es fuente de deseo. Cuando el deseo por otro cuerpo lo arroja. Corroborar en el ser. Nombrar el cuerpo deseo de tu deseo en el momento en que te desean.

Abre las manos y siente el mundo que llega con el viento. Cierra tu mano y siente tu centro. Siéntete como árbol. Como savia, como deseo.


S
Voluntad pura. Cara a cara. Cuerpo a cuerpo con el dios que nos imanta. Soledad, apertura al ser del dios que llega y nos ha buscado hasta darnos la mano.

Camino que se hace en el momento mismo en que caminamos. Camino que no ha sido heredado. Que no podrá ser heredado.

Nos contenemos y por eso somos inocentes. Otros se arrojan, crimen perfecto. La mirada como tacto, el acorde como función. Acércate, utilízame. Ven y corre sobre la playa de mi cuerpo. Hallarás tu propia mirada. Encontrarás tu temblor y tu fiebre.


T
Fragmentos. Diásporas y despedidas. Encuentros. Tragedia del vivir que no cesa. Felicidad que llega como llaga y bordea el horizonte y nos devuelve a las máscaras del dios.

Felicidad que apunta en nuestra mente y en nuestra alma y en nuestro dejar siendo lo que somos.

Felicidad y aprendizaje de una vida abierta y fracturada y atomizada en bucles de arrojo y contención.

Fragmentos del dios que caminando nutren su aliento. Brillo de piedra. Nombre que recoge. Ausencia que somos cuando nombramos su oración. Todo que es nada y nace en el momento mismo en que muere.


U
Libro abierto aunque no leamos, la vida.


V
Llaga que llega. Dolor que nos encierra en nosotros. Sufrimiento que nos despierta a lo que acaece. Padecimiento que es función de dolor y sufrimiento. Conquista. Asombro.

Muerte nacimiento del pensar. Muerte estrella que nos lleva. Muerte geiser de ataduras que desandan los caminos y crujen en el vientre de la tierra.

Memoria viviente. Memoria creciente de deseo y de ruptura. Memoria que acogemos para unirnos con lo vivido, para desorbitar lo habitable, para conjugar los tiempos.

Otra vez tú. Y tu risa que invoca la travesía por el mar.


W
Sombra de mí mismo. Ausencia que petrifica mi yo. Luz de la poesía. El poema me habita y luego habita el mundo.

Espera de la noche, herida del día, tiempo que se pierde y canto unión de las orillas. Oración que asciende, abismo del caer a la cima. El nombrar es el constante aparecer.


X
Finitud que nos abarca. Ya estela de luz que silba. Disuadir el tiempo. Congraciarse con el dios. No ahora. Matrimonio sagrado que comienza en el silencio y termina en su espejo.

Desnúdate dios, frágil dios pequeño.


Y
Y los demás en su vivir la vida a dentelladas. Destrucción que ya ha sido mía. Nuevamente renacimiento. Canto amoroso, comienzo, y otra vez, el alba.



Z
Me atrevo a creer en las ruinas. Dice la que no se ausenta de sí. Y quizá sea mi mismo canto. Al igual que el de cada alma. Todas las aguas, todas las almas una sola alma. También al otro sin lo otro de sí.

Despierto en la oración silenciosa al dios que llevo en mí. Al otro lado de mí, en lo oscuro que me da la palabra, la luz del poema. No buscaré de mí, errar sin error. Descreer. Por utilidad, por necesidad. Descreer en esa casa que otros han dado de sí en nombre del dios.

Fuera de mí. Antes que en mí. Después otra vez la noche. La nada. Y comenzar a creer. En nuestra propia existencia. Construir. Crear.



Mis actos no son de escisión; mis actos son de unión;
y sólo permitiré el acceso y la participación a quienes sé
que consolidarán con ello el respeto y el aprecio
por quien conmigo está.

Chantal Maillard