miércoles, 9 de noviembre de 2011

A OÍDOS LIGEROS, DOBLE ANUNCIO (texto coyuntural sin importancia para los nuevos días)

A pesar del tono y los vejámenes,
no quiero agredir, sino poner a pensar.



El colombiano de la masa está aterrado, tiene miedo, es un esclavo de su propia incertidumbre, y se come cualquier cosa con tal de no asumir su puesto crítico en el país; cree que ha nacido para arrastrarse, para pedir permiso y perdón por la vida: le ha faltado fuerza y educación porque “no hay con qué” y prefiere cemento y ladrillos para lo que es el paraíso; como ese que llaman “Lupe”: timador que no disimula: desea enormemente el poder y con sus jefes de campañas, porque han sido varias, trata a los “paisas” como un rebaño bruto, y que entre otras cosas, no tienen “güevas” sino para hacer trampa y ver caer a sus “hermanos” luego de ser “verdugos”, utilizando la quijada que guardan junto al hacha de sus mayores.

La educación de un pueblo es obligatoria y de modo gratuito; quizá por eso, porque no la tenemos, porque nos la quieren robar, todavía se ven tevebobelas, futbol, y los enlatados Discovery y History Channel, canales con intereses precisos como los de desorientar y alienar; porque no tenemos genios, sino repetidores y entusiastas por una patria que es pasión por el dólar y la fama, cueste lo que cueste. Patria que ya no es nuestra sino de los que han hecho bajar los pantalones a nuestros dirigentes y hombres de Estado: somos un territorio valiosísimo y los tres dueños del mundo nos tienen en la mira. Tenemos dos bases militares de los gringos donde se entrena al que vendrá por mí para hacerme calavera. Y estamos asediados de iglesias que son sucursales intermediarias de Dios, que nos embaucan con los dogmas del vaticano: el mayor accionista del planeta.

Por eso necesitamos las aulas gratuitas, abiertas, o los maestros en las calles; para despertar, para salir de este demencial odio al vecino, para acabar la “caleta” donde se guardan las armas para la guerra. Misma que es por conservar y agrandar el territorio de las “plazas” donde se expende la droga que debe ser legalizada. Así se acabaría el monopolio de unos pocos y seríamos respetados, porque tendríamos liquidez.

¡Educación, educación! No cemento para encerrar libros, sino libros en todas las esquinas, música indómita y brutal en lugar de sangre y saqueo. Los servicios públicos que se deberían “pagar” simbólicamente, podrían entregar de forma gratuita un librillo de literatura o poesía cada mes. No es difícil, teniendo en cuenta la plusvalía de las empresas administradoras de agua potable, luz eléctrica y gas.

No sólo se leen las letras y las frases completas con su sentido. Hay que leer la vida, el mundo, el deseo de los hombres y mujeres que buscan ser libres. La Ministra de Educación de Colombia no ha leído la crisis social ni la pobreza extrema y, si las conoce, las quiere perpetuar estando del lado de los sucios lobos que atesoran “dinerito” e incrementan la represión con el ánimo de inhabilitar a los jóvenes que quieren y exigen dignidad; cuando no es que los compran con limosnas y espejitos en lugar de hacer lo que tienen que hacer: otorgarles sus derechos: educación gratuita y participación en proyectos de investigación que no sean sólo patentes y soluciones paliativas a problemas coyunturales y tecnocráticos. Necesitan tener visión humanista y eso no se logra sino confiando en ellos y dándoles lo necesario. Ofreciéndoles horizontes.

La Ministra, por supuesto, no ha leído a Aristóteles en su Metafísica, libro I, sentencia inicial. Ni a Aleister Crowley cuando dictamina que el amor es la ley. Señora Ministra de Educación de Colombia: dese un “paseíto” por estas sentencias y por otras más de filósofos amigos, visite la poesía, enaltezca su espíritu con la música de las calles. Entre en las universidades públicas donde, es cierto, no todos son inocentes. Esos son los menos. Sea bienvenida, pero sin la policía que nos quiere matar; nadie le va a hacer nada, no tenga miedo. Camine por los lugares donde los estudiantes viven, su verdadero hogar; vaya a las bibliotecas, templos de una juventud que no quiere el crimen. No se deje engañar por el Corazón de Jesús y la Virgen María que desean robarnos el alma. No crea en los economistas neoliberales que en la vida el único signo que reconocen es el U$A desconociendo al ser humano, su hambre y su frío. Tampoco crea en la “seguridad democrática” que sólo sirve para que los ricos vayan a sus fincas ni en los payasos que le ordenan como hablar, vestir y sonreír; y por favor, no nos tome por tontos como su patrón: la salud de este país va cada vez peor, que no sea mentiroso.

Señora Ministra: sea coherente y renuncie a su cargo. No ha hecho nada por la educación del país. Sólo pisotearla. Vaya de vacaciones a su finquita y deje de pensar en cosas “útiles” y recréese con la belleza de la Naturaleza que da el ver y oír que ha perdido. ¡Ánimo! Y lea a Rin Rin Renacuajo.


Medellín, 3-18 de noviembre de 2011