Desde LA TIERRA
MEMORABLE de Gabriel Jaime Franco
1
Es terrestre el límite
de quien se acerca al canto.
Pero ese límite se puede sobrepasar en la poesía inocente que tiene un eterno
decir “sí”.
2
¿Qué
es el yo en medio de esta hoguera?
Delmore Schwartz
3
¡Ay,
triste del que un día en su esfinge interior pone los ojos e interroga!
Rubén Darío
4
Soy
el sacerdote de la tristeza, ya lo he dicho; no obstante, hago un llamado,
convoco para aquilatar el fue de mi
niñez y su gozo, el es donde me interrogo
y creo mis dioses, y el será donde
entraré a la vivencia de un canto de fuego.
5
Mi
niñez es mi padre; mi vejez, mi madre.
6
Pregunto, ¿dónde está el
mundo que no hicimos? ¿Nos iremos sin ninguna música a ninguna parte? También pregunto.
7
Nombrar
es un accidente, si se nombra (…) en algún lugar alguien nombra, reduce.
Gabriel Jaime Franco
8
Somos
un ojo ulcerado que se verá a sí mismo cuando se acerque el morir.
9
Fluyen
en nosotros las palabras que contradicen; en su contradicción, el canto de la
Gran Madre y su luz bienhechora.
10
¿Podré
decir que no tengo, a pesar de todo, palabras que me nombren? ¿También seré un
horizonte que se amplía en las ocho direcciones? ¿Qué seré entonces? ¿Realmente
por haberme sentido algún día vivo, tal vez por eso, existiré siempre?
11
Una
vez entramos en nosotros mismos con ojos escrutadores, perdemos toda felicidad
y dejamos atrás la inocencia.
12
Sí,
poeta: el mundo también palpita en mí, lo que vive me habla desde su pálpito, y
yo lo escucho y enloquezco.
13
¿Quién
soy? Tengo, quizá, palabras; pero no tengo voz, es seguro, no tengo voz.
14
Poseo
mucha raíz derruida, mucha juventud tropezando con la sangre violentada, yo,
que a pesar de todo puedo olvidar. ¡Que se pudran los asesinos!
15
Ahora
el niño que fui me dice: “huye de Dios, huye de Dios, lánzate a los eriales,
abandona las fundaciones, huye, huye y funda, funda y huye de nuevo”.
Gabriel Jaime Franco
16
Yo
paso la noche en vela, mientras tú duermes y te aproximas a las viscosidades del
día repetido.
17
Mi
infancia también es una catedral oscura. Oscura y sola, como la tuya, con mi
infancia en medio.
18
El
que eres desatina entre dos espías inconclusos. Tu fue es como el será,
infinito. Por eso, atiende a tu presente, vivo y lúcido como la luz que buscas:
el misterio eres tú.
19
Yo
también soy la respuesta que reposa en la piedra.
20
La
luz que dio vida a la tierra, también se sustrae de la oscuridad que nos
contiene.
21
Tú
cogiste al mono por la cola y lo agitaste como una hélice hasta que su cabeza
explotó en el muro. Ese fue el nacimiento de tu más pura crueldad.
22
El
que eres me ve derivar de mí hacia mí, en medio de una vasta soledad que eres
tú entre lo que soy yo y el que serás.
23
Mírame
con indulgencia, ámame, abrázame, porque me sé ido sin remedio.
24
Ahora comprendo un poco
más mi cansancio, mi necesidad confusa de belleza. Yo también estoy estacionado en un
pasado que se hunde en la profundidad de la memoria; también invoco al que seré
para que me ofrezca la luz, una vez llore como un niño muerto debajo de la
tierra.
25
Sentir,
es magnífico; Escribir, exultante; Habitar, lo sumo; pero, ¿dónde está el lugar
aplacado, el sitio de reunión, el punto de encuentro solvente?
Rafael Cadenas
26
Nosotros
también hemos cantado en medio de los muertos. Nuestra música, joven en
principio, veía chorrear la baba de los dioses en el copón del pontífice.
Aniquilamos todo a nuestro paso, sin embargo, edificamos, al tiempo, una
esperanza, fútil o innecesaria, pero que nos ha llevado de la mano en esta vida
donde hemos odiado con un amor de no sé qué a la familia del mundo. Erguidos,
erguidos vamos sobre el fondo de nuestra tenebrosa gratuidad.
27
Es
cierto, este país, donde también somos la guerra, es terrible. En él se han
hundido, luego de los balazos, nuestros amigos, los cantos, mi padre. ¿Habrá
algún dios benévolo...?
28
No
te dejes atormentar por ti mismo, sé valiente y capaz, amar es necesario,
aunque sea insuficiente.
29
(Con
tu permiso): yo es cualquiera, yo éramos
el otro, mira, fíjate; yo éramos el precario sí mismo; yo éramos una sed
cuidadosamente ocultada y recuerda, recuerda: nosotros vimos, sentimos, te lo
juro, el dolor; y en el dolor he pedido, hemos orado por la desaparición de la
plegaria. Ay, plegaria, hija de la muerte y confesión de nuestro límite, yo oro
para que tú huyas, plegaria. Plegaria, condúceme a la ira. No me des un cielo,
dios, no me lo prometas, no me des un cielo y esta memoria viva y grávida de
crímenes; dame sólo un poco de plenitud en el presente.
30
Una gran confusión se
abrió por toda perspectiva a nuestros ojos, enfermos de Dios y de inocencia. Éramos hijos del vicio, éramos hijos
de la guerra de esta sociedad y no supimos de nuestro camino sino después de
que fuimos, y ya todo estaba, quizá, perdido. Pero no dejamos nuestra memoria
tranquila, satisfecha, podrida de quietud; siempre dirigidos hacia nosotros
mismos encontramos también la lepra de los abismos, conjugamos en el aliento el
más alto anhelo y, sin darnos cuenta, fundamos el Metal Medallo; nos movimos en
todas direcciones y la familia del mundo nos reconoció. En principio era la ira
y el odio a lo que nos ofrecían los violentos, y atacamos; ahora, somos los que
dan la bienvenida, los que convocan, los que acogen en medio de esta paz
mentirosa y fratricida que llamamos Colombia; porque bajo las cadenas de irritada desesperanza, la exigencia de amor jamás
concluye.