CAPÍTULO 4
SADAY VUELVE A TENER UN SUEÑO QUE LE DICTA
Ven, vamos a jugar desnudos bajo la lluvia, reconozcamos el terror original del engendramiento y empuñemos la tierra que habrá de soportarnos algún día. Asegurar la actividad en el mundo donde se establezca un reconocimiento, es lo que pretende la gran mayoría de los hombres. Imponer, sustantivar, subrayar su yo, transmitirlo y comunicarlo para trascender el mundo y no quedar solos. Temen encontrarse con ellos mismos, temen morir para el mundo. ¿Por qué, si somos el mundo, si en cada uno de nosotros se manifiesta lo sagrado y lo profano en relación íntima con el Universo? Podría bastar con reconocernos como parte de lo existente, como respuesta viva del milagro que nos reúne como creación. Pero no es tan sencillo; es la sacudida del olvido que nos deja tirados en la nada donde habita la memoria perdida de las cosas. Es el recuerdo mutilado, la tradición escindida, la ruptura de lo que se ofrece lo que nos aleja de nuestra condición, o en otros casos, lo que nos acerca y nos permite la reconciliación con nosotros mismos. Por esto el hombre activa su tiempo y su espacio, por temor a morir definitivamente, por temor a evidenciar el inútil propósito de sobrevivir cuando su cuerpo se descomponga, cuando sea carroña, cuando argumente desde el polvo. Lo único es que este hombre que se olvida de sí mismo en la representación de su propia sombra, olvida la luz, es sólo disfraz. Olvida la voluntad de crear que lo proyecta a las relaciones vivas con lo que acontece, con el presente donde obtiene la acción real de su espíritu. Y qué es lo que se piensa de su espíritu que es nuestro cuerpo y nuestra alma; qué es lo que se piensa de nuestro conocimiento, de nuestra vivencia acalorada de lo que sucede. Las aproximaciones al espíritu hablan de su totalidad. La manera como éste se muestra, abre las posibilidades para acercar el sentido a su presencia. Muchos hombres exageran con el espíritu hasta el hecho de escindirlo del mundo, de dejarlo fuera de todo acontecimiento humano. Ponen el espíritu como una actividad que se genera afuera y afuera permanece. Pero otros lo acercan de tal manera que abusan en su vínculo con lo existente; como nos lo han dicho: se toman muchas confianzas con él. Sin embargo, el espíritu es el hombre, es la familia del mundo. El espíritu es la fuerza que necesita el mundo para aceptar la ignominiosa carrera, el desbordante crecimiento de las fronteras, la inclemente incapacidad para aumentar la Humanidad. Los chamanes curaban el espíritu de la tribu con un canto alrededor de varios huesos, por lo tanto el espíritu es canto, es hueso, es uso. El aliento que piensa el mundo, la reunión del alma que vivifica, integra y crea, y el cuerpo que acaece en el goce y el dolor. El espíritu es luz, rayo, fuego; es tensión, símbolo, camino. El espíritu es misterio, pero tal parece que el único misterio es que aún haya alguien que crea en el misterio. El espíritu es el orden que se establece en el mundo como conciliación y dominio, es iniciación, acción, poder.
Saday recuerda que la inspiración es trabajar todos los días y comienza a escribir una nueva serie de poemas, pasando así cuatro años sin reunirse con sus amigos.
EL REENCUENTRO
Ayarda fue la primera en ver llegar a Saday con su cartapacio entre las manos. Cantó entonces una tonada familiar y Los Sentados en Círculo se reunieron a escuchar lo nuevo de Saday.
COMO NADANDO EN EL SOL
Die alte Sonne
rührt sich nicht
von der stelle
El viejo sol
no se mueve
de su sitio
Ernst Meister
También el agua, cuando la acaricia el sol, se eleva.
Fernando González
PRELUDIO
1
Ignorando quién es, suspendido entre el aquí y el ahora, completa el Universo. Semejante a la semejanza, a la comprensión total del mundo, majestuosamente inquieto, enorme y frágil acabado de salir del otro lado de la palabra. Origen donde se calcula la historia; porque la historia se calcula, se ordena, se afila, es el presente de todo lo que ha sido y debería ser; equilibrio humano, advertencia para que el juego prosiga. El presente no es el fin de la historia. El origen no es el límite de lo primero, su historia es el baile escondido en la raíz de la escritura, y es allí donde el lenguaje funda el tiempo y el orden de las cosas. La fuerza de una voluntad se acentúa en la condición de un despertar que se apoya en la memoria donde se graban las razones de un camino y el proceso de saber quién se es sin confundirnos con otro, sin tropezarnos con alguien que nos haga dudar de quien realmente somos, duda concreta, cuerpo enfrentado con otro cuerpo donde la verdad no funciona, espíritu que se cambia, sensación que no confirma. La identidad del objeto es afirmada por el espíritu y las posibilidades de aparecer son infinitas. Aunque la angustia de que el mundo sea sólo mientras estemos en él, presentes, con el ojo divino antecediendo nuestra muerte, sea la corriente del río que fluye en el tiempo para defender el destino de lo que retorna, de la puerta que se abre, en este caso, para que el río vuelva con sus aguas renovadas a ser el ser de nuestro ser que se mira al espejo para ver su propia cara como la presencia del que habla desde su cueva; es decir, tristeza altanera que inunda las ciudades y las une al son de las olas, donde se dibuja la múltiple metáfora del humilde hombre que besa el vientre del océano para perder su libertad o hacerla más grande.
2
La claridad de su rostro será el agua, el viento, los elementos que se desaten en las raíces del olvido. Retornará la pupila a la tierra desconocida y aquello que se conoce traducirá el primer aviso de la presencia, los lugares donde se establecieron el signo y el símbolo en su acción inmediata, siempre en función de mantener el contacto con la conciencia de lo primero-último, de lo último-primero en el camino de nuestra vida, sin descomponerse, siendo el resultado de lo poético que se genera en la actividad de recogerse en la habitación donde el volcán engendra su fuego, el bello fruto que transforma, el magma de la grandeza humana. Allí estaremos reunidos con la elevación vital que nos ha acumulado en el polvo, observando nuestra propia experiencia, liberando, cultivando, siendo el yo consecutivo del espíritu creador. Siempre enamorados de una nueva aventura seguiremos, conociendo el engaño y las batallas inútiles. Nuestro cuerpo se alejará un momento mientras pensamos, y después nos reuniremos y todos seremos parte de la antigua conquista de la Unidad. Cazadores de la luz, prepararemos el tiempo desde donde venimos, tormenta que menguará el fuego de nuestras frentes, de nuestros corazones impasibles, tiempo que camina en la línea justa del porvenir, donde está la orilla del mundo. Sentiremos que nos golpea la filosofía que sólo puede ser escrita por algunos, y desearemos que nuestro corazón aprenda y que la mente descubra el esfuerzo de los seres por superar el tiempo, por encauzar los años en el silencio de las batallas ofrecidas por las manos jóvenes al canto y al olvido. Algunas veces, la mayoría de las veces, la juventud dejará su mano extendida y nadie aparecerá y se perderá otra vez la continuidad de nuestra mirada. Esa juventud que estalla en el trabajo de nuestra soledad, será también hija profunda de esa noche sin porvenir que nos habita. Por esto brindaremos bajo el vino de la aventura y el pensamiento dictará el dolor de los cuerpos que se pierden en el polvo y el mundo de la experiencia humana será el eco del compromiso con la realidad, con la conciencia plural del destino que nos recuerda el solitario lugar donde el Universo espera, donde Dios espera, donde todo espera hasta que la Naturaleza se derrumbe en la palabra escurridiza de su carne y el espíritu que la habita se dispare contra la eternidad. El origen de la gloria será la tempestad que buscamos dentro de nuestro mundo, su lenguaje nos abrirá los ojos a la existencia de los ejércitos de antiguos ritos, a la ciudad que se aferra a la historia sin que importe su enemigo. Seremos un pájaro que huye; seremos un rostro detenido en el destierro, cruzando el saludo de nadie; seremos el símbolo sin memoria que sólo nombra el viento sobre los sepulcros; pero llagará la aurora, la noticia de la obsidiana que acarició la garganta del sol, el galopar del caballo que señalará el fin de las máscaras, y será descubierta la ceremonia mortecina donde se precipita el hacha, donde ruedan las sílabas de la sangre sonámbula. Separará la tormenta al hombre de su sombra, y el canto de los ríos se escuchará en la noche mientras la luz se hace más grande y se conciliarán los lejanos puntos desde donde retorna el sueño para clavar su grito en el centro de la Tierra. La nueva crucifixión será en la locura, todos asistiremos y el crucificado se reirá del miedo profundo que nos invade. Ahora cantará tranquilo, ángel y demonio estarán con él, se unirán, y un nuevo rumbo marcará el tesoro de su sentencia, de su oración. Algunos irán detrás, clavando sandeces en su espalda que se va perdiendo en el cielo; otros se multiplicarán en doctrinas e iglesias sin ocuparse del perdón que rodea el favor prometido, el paraíso cubierto por el fuego. Y otros más, los de pecho azul, lo amarán, y con eso será suficiente.
PRIMER MOVIMIENTO
La esencia poética del pensamiento asegura
el reinado de la verdad del Ser.
Martin Heidegger
1
Astro uniforme partícipe de los desvelos, suma de edades, ángel presuroso que en la intimidad riegas la flor de la eternidad donde llegará el último beso, el viento renovador. Es de tu cuerpo esta bestia invisible que se arrastra derribando las casas donde se celebra el enigma, devorada por la noche en su instinto sangriento, sin saber la hora en que vuelve el espejo que la prefigura como el eclipse, criatura terrible, instrumento feroz que alimenta los panteones, soledad de los parques, húmeda soledad, convergencia movediza del silencio, carne obligada prisionera de sí misma. Sin dirección, en la armadura del viaje, extraviada avanza, perdida en el tiempo y celosa de toda proximidad, siempre puntual para el ataque de la voz que se le escapa al rebaño cuando se alimenta a punto de ser lo que no es, traduciendo la arquitectura de los pasos continuos por la demencia, ahí, en el habla fluctuante donde la señal conducía a otro laberinto, iba su cuerpo como jugando con el cuerpo que a sí mismo se perdía. Quien la contempla lo descubre; quien se les acerca muere en el acto.
2
Mas como prueba de la misericordia que los unía y como fuego que activaba la ceremonia solitaria que recordaba las guerras donde la muerte sonámbula no aparecía, su grito se desplazaba sobre los cadáveres: iba a estandarte milenario, a consigna lenta, a locura sin cabaña, a mano destronada, a paraíso que se derrumba sobre el ojo apagado, sin hablar y con la luz en su puño. Iba cabalgando la eternidad de la razón discreta que permite imaginar las batallas y corregirlas antes de consumar su hecho. Como vendaval desatado en el sepulcro, el grito de las espadas se abrió paso entre las sombras y el dragón anunció el encuentro desde el cielo. Eran ahora ángeles, eran ahora bestias, éramos nosotros ahora en la escritura de una ceremonia certera, del conocimiento inmediato de todas las cosas que habíamos consignado en el tiempo, en la travesía por los mares, equilibrio del destino elegido, espacio del signo, correspondencia, sucesión.
3
Nadie nos sigue, a nadie atendemos. El árbol de los sueños no sostiene nuestra esperanza ni vemos en la libélula el augurio de los ejércitos. El sacerdocio de la civilización no se extraña de nuestra alma ni del ataque continuo de nuestra inteligencia. Sorpresa y conocimiento hijos de la vida humana forman la libertad de un sentido que tiene el poder de unir a los seres. Hay que hacerse a la idea del buitre que ejerce su mandato en las entrañas de la Tierra; día a día los días se repiten entre sí suplantando la llama blanca donde se aparece el ciervo con sus ciclos crecientes de cielo que se derrumba. Pero ahora nadie sabe. Todo desemboca en un mismo lugar. Ahora cambia la presencia, la soledad dadivosa y algo, cualquier cosa que sea, desatará los vastos continentes de su pensamiento donde calcula el tiempo irremediable para continuar su marcha. Acecha entonces su propio delirio inmóvil y espera.
4
El veneno obra sobre la mañana donde los árboles presienten en su savia la inmortalidad, el abrazo de una virgen que sella en su danza la soledad centrífuga que se incendia en las manos del instante. Nunca un lugar es el mismo lugar: la respiración, las palomas, las garras asesinas, la contemplación infantil de los siglos. Así es que el encuentro suele ser un artificio o un milagro. La trampa que el lenguaje provoca en su hacedura. De aquí para allá todo se diferencia en la múltiple conversación del piano, y de su silencio brota la condena, la búsqueda de sí mismos y de nadie. Y la captura, el morir una muerte viva y dolorosa que se conocía desde el momento mismo del nacimiento. Nos morimos en el tiempo, paso a paso, la muerte es tejido vivo del pensamiento que se aproxima más rápido a lo pensado que a lo que somos.
5
Oh ángel que destrozas tus alas sin remordimiento, en tu vientre, ahora, brilla la espada que clavó la noche antes de que tu bestia partiera. Caminando en la arena, resistiendo el péndulo de la melancolía, yo también voy, cazador de corazones nauseabundos, de abismo en abismo atrayendo el imán de la sombra que acaricio con mi cuchillo terrible. Yo también estoy ausente de ti, fortaleza vencida por el sueño de los ahorcados. La nieve coqueteaba con la forma de los cuervos y el licor que escanciaban las montañas se estrellaba contra el mármol de mis palabras. El conocimiento de la huida de los cuerpos se añadía a la lejanía de las cosas. Objetos amurallados a distancia del ser sublime en que se apoyaban los recuerdos y los pensamientos y la reflexión y la duda. Aquí voy, sin saber dónde es adelante, qué el paso heroico de una voluntad que arremete contra el trono absoluto de la nada, siendo nada, máscara sin máscara que nos sorprende en el lento reloj de las costumbres. Nada que desiste del mundo, nada donde el saber humano del pensamiento se antoja de evadir toda construcción, calculando al mismo tiempo la medida justa de su obra. La obra de la nada donde se maravilló el genial hijo de una pareja de antropoides, sin saber donde es adelante y qué o cuál camino debía seguir.
6
¿Es acaso éste el capricho de la poesía, abrir puertas? ¿O acaso la tarea de la filosofía viva que nos dispara hacia el lugar donde una y otra vez el encuentro se presenta, paisaje y aventura aferrándose al alimento de las entrañas, a la costura de las cosas, al cambio y al asombro? Ahora todo se divide, autonomía del símbolo, hoguera impasible por credos antiguos, más que antiguos sin razones, sin verdad; pero el fénix renació de las cenizas y todo tiene algo que decir. Todo y todos, hasta la guillotina que cae separando cabezas sobre la pesadilla de nuestra fatídica noche; la que no conoce la divinidad, sacrificio de los límites, lenguaje sin plegarias; herencia calcinada que nos guarda la acción de la gracia, el juego de los primeros años donde no hubo pena a no ser por el temor que afilaba la conducta, la condición cautiva de los atardeceres.
7
Materia vehemente el paraíso en el corazón de los hombres desnudos, todavía sin Ser, aunque llenos de Naturaleza. Siempre al acecho y sin lugar errando sin horizonte. Ahora ausencia, quietud, clausura donde preparamos otra perspectiva, un mundo diferente, otra caída, otra oscuridad total donde el ángel se recupera y empuña el amor para inundar de luz su boca callada y sus ojos y sus manos. El amor que no distraiga y apunte a la roca donde quedó grabada su existencia. La de ella, bestia compartida por la nada, instancia sin cuerpo de mente vigilante, la cabeza que se mueve y a nadie pertenece, bestia o ángel, clarividencia que distingue y permite la omnipotencia de aquel que para no negarlo dejamos de nombrar. Allá en su esfera multitudinaria siendo la respiración cotidiana de nuestros actos. Aquí pensando la continuación del Universo y aprendiendo y siendo feliz. La certeza del hecho se anuncia en la experiencia. En ese sitio se establecen las familias y los santos y los genios y el hombre modesto que pinta la mañana con su gratuidad al amasar el pan. La conciencia de Unidad no se determina en el juicio de esa impaciencia que nos desordena la baraja. La relatividad se despliega con el poder de la interpretación conjugada y diversa. El prejuicio impide la visión clara, la transparencia de un acercamiento al problema, la relación activa, el análisis despierto. La guerra anula la comunicación comunitaria, la esencial transformación de los afectos por el lenguaje, la sobrevivencia incesante del orden espiritual, lo que en la estética llamaríamos comprensión espiritual del objeto. Pero ese objeto ya no está, la época lo ha hecho desaparecer, ahora somos metafísica del vacío, razón del sueño o pensamiento que se repite, ser y elevación sin cuerpo, ángel sin bestia y, sin embargo, filosofía y belleza.
8
El ángel lo sabía. La bestia lo sabía. Yo lo sabía. Lo sabíamos como el que no sabe, como el que sabe que aquello que no se sabe es su mayor sabiduría, como Sócrates en su nube de cicuta. Asumimos la conclusión del error valorando la tradición del aire y la confusión interior que nos vuelca a favor y en contra de las cosas, de las mismas cosas que soportan nuestros sueños, la suposición de un pensamiento que pretende comprobar una verdad. Rastrear, indagar, intuir, volver la vista con el ánimo de la comprensión donde el acto sea una forma del amor que mantenga la armonía entre las cosas y su nombre, movimiento plural que define visiones y dolores, recuerdos e inmolación. El canto del demonio acentúa la concentración de las esferas, alude al tejido disperso donde se enredan la salud del tiempo y la experiencia que se transforma y se hace cultura. El mito se nos aparece de pronto encarnado en la historia como una estrella que se precipita en los días de caos y miseria. La creación de sus símbolos trasciende las bibliotecas y el mudo conocimiento de los interminables campos de batalla.
9
Lo sagrado da su vuelta al cosmos en un minuto o bien en un milenio, como suele ocurrir con lo sagrado. La intimidad de la bestia se abisma y corre, describe lo eterno en su carrera, la escritura de lo sagrado que nos devuelve a la totalidad. Bestia o ángel, malestar presentido, felicidad de salvación, vínculo y fuente esencial. El exorcismo sagrado se presenta sólo cuando contemplamos nuestra infancia como fracturado vigía, y la realidad de nuestro regreso es el aprendizaje de un destino que reafirma lo verdadero en nuestra alma, como si fuéramos nosotros cuando se apaga el canto de la golondrina. Calamidad y fiebre que silenciosamente se marchan a otro lugar a evidenciar lo que en algún momento sólo era conjetura. Lo que en un principio fue experiencia luego se convirtió en arcano, en el relámpago divino donde cabalgaba el pensamiento de un misterio. Vivencia del extramuro relacionado con una conciencia crepuscular; esto es, conciencia de lo real presente traducido a la configuración creativa, al espacio abierto de las manos abiertas y los ojos abiertos y la luz y la idea que duerme en su propia vigilia abierta a la Naturaleza extensa. Acogerse a lo sagrado es navegar en lo verdadero, en lo esencial. La poesía es el vehículo de la voz. La filosofía su respiración. El sentido lo lleva en sí mismo y a pesar de ello cada uno de todos tiene su comienzo cuando se le acerca; es decir, cuando lo descubre. Entonces es él mismo padeciendo la urgencia del aprendizaje y la sombra. La plenitud de la muerte, la senda de la dulzura y de las tinieblas, la hazaña del espíritu y su habitual alimento, aquel río que sustituye el juego, la parábola; substancia y profecía.
10
El asiento del poeta es la rosa que Parascelso recobró de las cenizas. Y hablo del poeta como hablo del filósofo que piensa con el alma la ecuación para desvertebrar el mundo y pone su intelecto trenzado con los sentidos a diseñar los planos de la nueva ciudad. El llanto del poeta es la duda del filósofo, ambos son alma y cuerpo atravesando el paisaje de la experiencia y la acción del lenguaje; imagen y pensamiento derivando de un mismo sistema como lo es el Universo, la riqueza múltiple de lo eterno. Tal vez en su sueño duerme el ángel y también la bestia y todos nosotros y el pensamiento que se piensa a sí mismo. Dormimos como el engaño y recorremos el mundo diariamente, de allí nuestra Sabiduría, el entendimiento fatigado que naufraga en la memoria esforzándose en decir los cuerpos mutilados y dignos que se arrojan todavía más allá del otro océano. El pensamiento que sueña y a su vez es soñado por la omnipotencia y la infinitud, duerme y conspira con el sueño para ser libre. Ahora duerme y dormido lo sorprenderá la transformación cansada de la voluntad que se apoya en la duda, ese ejercicio que se une a la Naturaleza para aliviar el maltrato de los sentidos, de ese cuerpo que está sometido al mundo. Alguno se prepara para la caza, algún otro se despide de sus cosas con un presentimiento que atemorizó al espejo donde dejó la última huella. Cada uno lleva la Humanidad vencida y alegre dentro. Si se cruzan en el camino no quedará nada, ni ángel ni bestia, y yo aprenderé a callar.
SEGUNDO MOVIMIENTO
Otros hombres ignoran lo que hacen
cuando están despiertos, así como olvidan
lo que hacen en el sueño.
Heráclito
1
Es el momento cero, nada se excluye, hasta los muertos izan sus banderas e irrumpen en la historia como caballo desbocado, sin resignarse a que su nombre desaparezca. Cada uno de todos los heraldos que custodian la verdad parte desde su morada. En lo alto, enormes aves solitarias otean la grafía de sus pasos. Amuletos de vida son consignados en los lugares sagrados. Las multitudes acuden a sus oficios religiosos. La Sabiduría que estuvo en cofres secretos por los siglos de los siglos es ofrecida a todo aquel que guardó la gracia. Pocos son, pues la ciudad ha sido asolada por el desamor y la venganza de los tiempos oscuros. Sin embargo, las caravanas que ascienden hasta los púlpitos parecen brotar de la propia voz del creador. La tierra extraña comienza a ser una amiga querida, corazón del mundo, centro espiritual. Las cruzadas cambian de país, se mueven como el verbo y sus flechas son un rayo de sol que ilumina las humildes cabañas de los hombres, respetando su sangre, sus sueños. Se hunde la gran roca donde Prometeo conoció la paciencia y se confunde con la de Sísifo sin siquiera conocer una montaña. Es como si dijéramos: una roca es una roca y eso basta. Alguien baila en algún lugar, otro mirando a la luna se embriaga; el caso es conocer sus risas y luego de tenerlas presentes propinarles caricias y encerrarlas lentamente en un círculo de plumas, para que seamos vistos por el ángel y la mañana del astro que renueva las vestiduras, visite el territorio de las bestias.
2
Otros días quizá, otros abusos, otras torturas; es otra voz la que nos espera mientras el hambre se desgarra en el hastío de la palabra. El fortalecimiento de nuestro espíritu obedece a nuevas presencias, a la distinción de las cosas, y al hecho de pasear por el mundo sin poner a gritar el cuerpo aunque no haya nada cierto y esto no sea la realidad. Todo se escabulle en la noche cuando el cansancio arrebata el pensamiento tranquilo. Pero nos llega el olvido, la redención, la libertad interior que ejerce la duda sobre todo aquello que se acerca y se posa delante de nosotros sin disfraz ni corte alguna. La duda es ya en sí misma una actividad del espíritu, una verdad que se refiere a esa soledad que se genera en el acto de conseguir las ideas y su aplicación en el Universo. De ahí que la libertad sea el constatar la duda y su contacto con las banderas del bien, con las consecuencias de una elección o la determinación de construir una casa en su nombre.
3
Entonces el arma precisa laceró las palpitaciones de su enemigo. Cayó sobre la arena y su saliva se confundió con la sangre, con la serpiente que salía de su boca. Los escorpiones rodearon su cuerpo, todo era un comienzo y todo comenzar es el mayor logro. Ahora estaban juntos, uno y otro eran ahora transformación de la ley universal, cada uno en su dimensión, en su palabra, significados de aquel acto que tiene fruto en la elaboración del lenguaje. Sustituyendo su condición de otra época, cumpliendo con el pacto, representándose a sí mismos en la suerte del juego. Así, de ese modo, nos desenvolvemos en el cosmos, encontrando una y otra vez los mismos lugares y las miradas persistentes que a través del tiempo nos sitúan en el cuerpo poético, en la fiesta de la Naturaleza; esto es, en la soledad del pensamiento circular que se conquista con el paso de nuestro silencio por la reflexión sobre el mundo y sus cosas.
4
Pero del círculo se desprenden hilos, de su historia se encabrita el tiempo y lo pasado es futuro y el presente es pasado y futuro que obligan a mirar por primera vez la insistencia de lo presente. El regreso de las murallas donde se fusilan los días, significa que la voz del perdón se justifica en la sangre. El poema se excita como nadando en el sol, la reflexión supera los cuerpos paralíticos. Ambos, en una sola mano, acertando la vida en territorios del lenguaje, conquistando al hombre y éste a su vez coronando las palabras en el silencio de una mirada sin tiempo. Todo comienza de nuevo y la búsqueda recién nacida llama a los fantasmas que transitan por la historia para que la nombren, para que intercedan ante la piedra antigua del sueño donde se hospeda el milagro del trueno, de lo que debiera existir. Pensamiento y poesía se dirigen hacia una comprensión visionaria de la realidad, del caos que es otro orden, hacia otra Naturaleza encarnada en la invitación al viaje. Vuelven para redescubrir el valor del origen, su sentido hermético, ese ideal mítico que se expresa con nuevas palabras, donde el concepto recupera el aliento y sin embargo se torna invisible, alimento oscuro, convicción del conocimiento anclado al ser.
5
Cae la lluvia y el juego busca otro lugar donde uno sea suficiente y todos puedan comunicar la encrucijada de su alma; fiebre real que horroriza al que en el misterio se acuesta a pensar la existencia sin el cansancio de saberse todos los hombres. Virtual guerrero que frecuenta los altares de su espíritu, con sus tres cabezas centinelas del tiempo que todo lo completa, hasta la ruina y la ausencia. El destino se anuncia mientras construimos el mundo de nuestro pensamiento. Se alejan las cosas como escrutando la noche, como habitando una tierra de nadie. No hay ángeles y sus espadas no trasmiten la fuerza de una conciencia ilesa y pura. Pero tampoco hay bestias y la confusión es no observar nada, sentir el abandono, las cabezas espiando el cansancio que se acumula en la casa rodeada por la lluvia. Quizá el encuentro con geometrías secretas no nos sea dado hasta no atropellar ese delirio que nos esconde las luces, que nos pone ante la puerta como un obstáculo. El hielo de las semanas agiganta la geografía devastada, las estrellas han emigrado al hogar del enigma, Dios sólo viene a presenciar nuestra duda. Todo aparece cuando llega su hora. Y deviene y se embrolla y se complementa con lo que ha sido y será por siempre, y retorna y se pierde tras las palabras y en silencio prepara su próxima manifestación.
6
Cesó el ruido. Esa alma tranquila era el pensamiento tranquilo que a su vez era el cuerpo en reposo. La imagen del ángel recorrió la empuñadura del alba. Y al despertar no supo cuantos días habían pasado para él. Alguien le había estado cuidando el sueño, alguien que no estaba cuando tendido ante la noche se tendió a dormir. Era su propia sombra, su otro yo propuesto por el vacío, su hijo que pronto saldría a recorrer la historia en busca del anhelado paraíso, perfección perdida en la mirada del espejo donde llora la noche, río vivo donde naufragó el espíritu que llegó veloz como un cometa. Bestia iniciada en el crimen y la desgracia, muerte suspendida como pájaro sin alimento, lluvia de hombres sangrientos, herencia de su canto milenario. Muchas veces nos hemos encontrado con nuestros orígenes, es cuando el tiempo comienza su tempestad en nuestro espíritu, entonces nos preguntamos hacia dónde vamos, si será larga nuestra cabellera solitaria, si el muro que nace y no acaba de nacer y se extiende como si sometiera la visión a una realidad insistente, caerá con nuestro paso o a nuestro paso se levantará. Pensamos en Él, deseo del mundo, y vemos el muro que se sostiene en la extensión de nuestro aprendizaje, y vemos el producto de su mano. No acampamos en el engaño de saber que se está solo y que pronto nos darán compañía o la hurtaremos del terrible abrazo de la soledad. Caminaremos, es lo que pronuncia el porvenir, imaginaremos y no olvidaremos ahora que somos mil huellas en el camino, en la ilusión del muro que se derrumba cuando nos abrimos a la vida, a la ley divina tatuada en nuestros ojos, a la espada de oro clavada en nuestro corazón. Vamos por el mundo buscando la casa en el árbol, donde está escrita nuestra biografía. Quizá estuvimos allí desde hace siglos. Volvemos, pues, por nosotros. Volvemos por lo que queda de nuestra Humanidad, a recuperar sus caras anteriores, las últimas que bien pudieron ser las primeras.
TERCER MOVIMIENTO
Never say die
Nunca digas morir
Black Sabbath
La juventud avanza;
la muerte la alcanza.
La Cartilla de Nueva Inglaterra
1
Siempre buscando sobrevivir a nuestro tiempo, día a día superando la concurrida arena de los sacrificios, para franquear el engaño en que nos ha sumergido la palabra como un cadáver que apenas si conocía su cabeza. Una juventud arrojada sin misericordia que se vence a sí misma entre flores de polvo y luz, suspendida en la oración de los pueblos que lloran su círculo roto, su voluntad ahorcada en las esquinas terribles del fin. Las bocas reciben moscas y ratas y el hedor camina en los cuerpos de los asesinos que crecen a su manera, en el desierto que han construido en nuestras culpas. Edades nacientes y sin esperanza tumbadas desde ya en el modo de ser de la obra ejecutada, caída la tarde, en los barrios asignados al grito. El juego que no es sólo juego sino experiencia viva, manifestación del objeto amenazado, del nombre en la lista, del sorpresivo insulto. Es un trabajo que culmina en el último balazo cuando la sangre ausculta el asfalto; otro dirá que también ese es un trabajo infinito. La historia quiere conquistar su puesto apoyándose en los hombres caídos, ese es el precio por la libertad con que podemos manipular la moneda de la eternidad y el olvido, esa es la manera de escalar el único abismo donde despertamos luego de que nos embrujara el oro obligándonos a traicionar a nuestro hermano.
2
El sobresalto acaricia las mentes que se han encontrado cara a cara con la locura, y ahora buscan un piso tranquilo que los sostenga mientras llega la hora de cruzar el gran lago. Alguien ha señalado a los jóvenes que se aventuran a despistar las semanas, la danza, el llanto. Sus corazones y el brillo de sus miradas nos dicen que algo podría suceder; pero no todos caben en sus casas aunque busquen el origen desde que conocieron el crimen. Así es que el eco supremo del delirio llega desde afuera y los arranca de su tierra y establece en sus sueños el monstruo del descalabro, viola su adentro y engancha a sus pasos la cotidiana tortura de un camino miserable. Lo que nadie sabe es lo que todos temen, entonces, impedidos y sin posibilidades para descifrar las señales de la resurrección, se pierden en el infierno que vio por un momento al poeta y donde numerosas pesadillas encontraron su destino. Hay que ser en la acción y en la acción saber esperar, porque algún día caeremos y rodaremos y tendremos que conquistar el propio laberinto, capturar el espejo que nos sujeta sin memoria, allanar la falta de sentido y acorralar la tormenta que nos deja tirados con la vida en una negación de lo que somos; sólo entonces encontraremos nuestras alas y podremos volver a la superficie. Nada es suficiente para declarar el ascenso y todo es justo en el momento en que el viento nos arresta para continuar nuestra peregrinación en el asombro del descubrimiento. Pero eso no significa que en nuestra dirección no nos hallemos con otro reino donde quizá no hallan concluido las matanzas.
3
Estamos cansados de herirnos con nuestro propio lenguaje, cansados de tanto ignorar en el mundo, de tanto sufrir el milagro del mundo. De esa manera y no de otra inventamos cuando de inventar se trata, luego observamos el paisaje de la nueva esfera que ronda nuestra realidad, hasta que el filo del hacha de los que no están preparados para partir corta nuestros vínculos y todo vuelve a comenzar. Entonces, sin saber quiénes somos, insistimos en seguir en compañía de la sombra que lo ha visto todo, hasta lo imposible, y no se atreve a hablar. Es la única medida, la única forma de prevalecer en la cordura de las calles amorfas, en el trauma de las conversaciones mutiladas por las ráfagas que asoman a la medianoche. ¡Si uno pudiera encontrar lo que hay que decir, cuando todas las palabras se han levantado del campo como palomas asustadas! Si las voces ajenas alcanzaran a nombrar lo que nosotros no podemos, y si lo hicieran mejor. Eso sucede, pero cada uno deberá tejer su fiebre, la muerte inevitable, el viaje que participa de la ceniza y predica la luz al final del túnel. Cuántas cosas que a través de los años nos cansan el alma y hemos admitido como verdaderas, cuánta torcedura que involucra el resabio en mitad de un canto; ya no hay tiempo y sólo por nuestra propia mano cambiará el mundo, adentro sanando el lugar donde se ha establecido la llaga purulenta. Se quiebra la fortaleza y ahuyenta la semilla del próximo milenio. Hay que apuntar hacia las manos unidas de los hombres, hacia las cimas de la convivencia, y sin malicia estallar como el sol al que seguirán los santos y azules días. Nadie puede crear lo que ha sido por siempre, nadie podrá destruirlo. La única trampa ha sido puesta por nuestro propio miedo al querer descifrar lo que no conocemos. Alguien vive en función de horizontes y vuelve sobre sus pasos sin esquivar el diálogo con el porvenir, algo tendrá que quedarle de todo eso. Nos quiere decir que pese a todo es el momento de partir, de multiplicar nuestro presente, de proyectarnos, de seguir el norte que marca nuestra pupila. Otro más dirá, que cuando estemos arriba, tiremos la escalera.
4
Hemos derribado el muro para que puedas visitar el otro lado de la verdad, el hogar de la creencia que al perdonar, alivia el dolor de una juventud donde se presumía que Dios había muerto. Han pasado las caravanas circulares por ese lugar cerrado donde los dementes se aglutinan, con las piernas quebradas y los costados agujereados después de que los miserables fornicaran en ellos. Aún reconocemos el odio insano carcomiendo la visión que nos sujetó a los ídolos cuando la infancia nos llevaba a los parques. Pasados los golpes de la iniciación hemos comprobado que detrás nuestro ronda el prejuicio, sigue marchando el quejumbroso mármol de la envidia. El peso sigiloso de las tumbas se confirma en el tronco subterráneo donde la memoria es despellejada por músicos del futuro. El retorno de los muertos vive en el ejercicio de la herida, la serpiente reposa en el suicidio de la noche, la oración enciende el diluvio de los hombres que nacen a sí mismos. Y también están los idiotas y el milagro del espíritu que reúne el musgo de la carne y la flor del alma en una cascada de estrellas sin nombre.
5
De un momento a otro la danza macabra aceleró nuestras vidas y entendimos que todo se subraya a sí mismo para confirmar su individualidad. A la manera de un libro que leíamos enfurecidos, la ciudad nos mostraba entre la extrañeza y el escepticismo como metal amontonado en la alucinación, como cementerio violado en el exceso de los crepúsculos, a la manera del toro mordido por la espada. El mundo se doblaba para vomitar su fuego en la visión maravillosa de los que aún inventaban el futuro a pesar de un deseo encadenado que todos tratábamos de ocultar. Algunos pensaban a su existencia como la única posible, soterrado espejismo caníbal donde el inicio y la sentencia continuaban el fuego de conquistas tribales. Fuimos héroes de nuestra propia locura, pero eso no nos obliga a volver. Figurábamos el triunfo limitando con la dificultad y, como demonios que juzgaban sin conocer las verdades, anticipábamos las palabras vencidas del otro. Pero todo se desvanece en la proximidad del tiempo, se cumple la regla y el olvido es una lluvia joven que atestigua el cambio de piel, el aguijón cargado de veneno.
6
Ahora que estamos ahondando en nosotros mismos, nos percatamos del hecho que nos distanciará definitivamente; ahora que amamos, la muerte prepara su emboscada. Este hombre que se viste de buena conciencia se está pudriendo sin saberlo. La tolerancia se ha corrompido detrás de los muros, la calamidad se columpia clandestinamente en la venia de los atardeceres. Una guerra inclemente se acomoda en las habitaciones ansiosas de la codicia y el embarazo; el crimen impune se sacude en el vicio y azoga a una juventud que intenta romper para no perderse en lo que siempre ha visto. Pero algunos se complacen porque todo final es satisfactorio y después de todo habrá una recompensa. Necesitamos entregarnos a la vida para conocer el signo exacto de la muerte, sentir que todo lo que se justifica en el amor está unido en él a pesar de sus múltiples manifestaciones, crecer en la diferencia, aceptar el cambio mas no el engaño.
7
De pronto todos los hombres han adquirido conciencia del terrible principio de injusticia que involucra nuestro tiempo y, sin embargo, la violencia se vende en todas las esquinas sin reclamos, como queriendo decir que es notable el alarido del fin. Lo que nadie imagina es que esto es sólo lo que acontece, en el deber propio de nuestra naturaleza enfermiza tantas veces indiferente a sí misma, sin balanza para instaurar un sentido tranquilo que ofrezca la llave de la transformación. La dualidad ha establecido su conflicto en la comunidad como quien muestra que el entendimiento entre el bien y el mal sólo se realiza en la aproximación del uno en el otro. Comienzo y fin, virtud y pecado están en el hombre, por esto debemos confiar en la naturaleza de lo abierto, y si existe algún peligro de caer, caer. Y recorrer el mapa que nos descubre al santo y al asesino, al lobo y al cordero, al crucificado y su crucifixión. Todo consiste en saber quienes somos para que esta inmolación de los siglos se distraiga en la rosa y podamos respirar por primera vez, nacer al nuevo milenio. Alguien propuso que pensáramos en la vivencia de ser guiados, y lo hemos hecho, pero algún otro nos rechazó y sembró en nosotros la decepción, rompió la quijada en nuestra cabeza. Cosas de la vida, dirán muchos, traducciones de la experiencia humana, del único mundo posible donde a pesar de todo encontramos la renovación. Pero esto duele y para sanarse debemos continuar, practicar el holocausto, rasgar los mitos eternos de la tribu, sostener el canto del pájaro que nos devuelve la aurora, aceptar el presente como la construcción del puente que une a los profetas y a-dios.
Se hizo un silencio profundo. Los demás alzaron la mirada y a algunos un aura de tranquilidad los invadió haciéndolos llorar. Ayarda y Clamidia se miraron luego y exclamaron a una sola y viva voz:
Poder de la poesía que va más allá del lenguaje, que interroga la realidad y las posibilidades de la acción humana. La poesía es una aventura interior, una manifestación subterránea. Una perpetuidad escindida que sólo se asoma en el poema cuando el hombre supera la condena de su incompletud. El poema es sujeto, materialidad latente que el hombre como cuidador recibe y prolonga. En el poema la poesía nos visita, establece el contenido del cosmos, del acto, del fenómeno. La poesía es conducta que nos mueve, es alma, es augurio y, como todos saben, emoción. Es la realidad de lo real, es la voluntad de crear, es la rebelión, la reflexión, el camino irreductible. La poesía es el canto recuperado y la respiración que los días agónicos advierten. La poesía no es explicación que traiciona, no es descripción que a la palabra sujeta, no es montaje desnudo de todo atar, sino azar y desnudez que montan en su escenario el ejercicio vivo de la libertad que algunos intentan recuperar con su hálito. La poesía no es atar palabras porque sí, no es arbitrio inspirado que llega desde afuera, no es remedo sino construcción. La poesía no es la puerta porque la poesía no tiene puertas, no tiene escuelas, no tiene sistemas. La poesía es el balbuceo aterrado que nos nombra, el crepitar de los conjuros que nos muestra la creación en la que nos hallamos, ya que la única forma de entrar en la poesía es estando adentro. La poesía es voz propia nutrida del otro, extensión que acompaña y advierte el baile de la múltiple singularidad, el complejo designio de los días que nos privan del mundo y nos lo regalan. La poesía es el vehículo del poema que, como cuerpo poético, es nombrado y llevado al terreno de la expresión. El poema es un tejido de metáforas, de espejos y de fuegos. La poesía es verbo que reflexiona en imágenes, es cuerpo, es identidad. La poesía es el desgarramiento del poeta.
jueves, 11 de marzo de 2010
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