a Liliana
a Gustavo
a Daniel Jiménez
EXHORTACIÓN
Ante todo,
que prosiga la marcha.
Si el novicio se masturba
con fervor
al encontrarse con una mirada
esencial,
permitámosle ese breve placer;
pero continuemos.
Queda poco tiempo y una maraña
abunda en los frutos
de una arquitectura olvidada
hace tantos siglos.
El país arranca su formación
de una música desvestida por los ingenuos.
Nadie sabe nada.
Los mayores están cansados de interpretar muertos
y los jóvenes no han aprendido
el signo sublime de la vida.
Síntoma de guerreros apenas descubriendo el mundo.
Cada uno de todos siendo el mundo.
Respondiendo al pausado naufragio del mundo.
De esta manera hilvanan
una humanidad de inmemorial estatura.
Al fin y al cabo
el óleo de la desgracia nos pisa los talones.
Por lo tanto, que prosiga la marcha.
LA CIUDAD OCULTA
Tristes van las moradas
del espíritu por el valle,
tristes y aletargadas sus flechas.
Las llaves están a la mano
y la augusta noche
es la fiesta de los vagabundos,
un erario para el poniente de la caravana.
Dictadores del propio sufrimiento
aventajamos al que nada inventa
y crucificado bajo las aguas
no conoce el sol.
El silencio es violado por la guerra
y los ríos se han ido
para dejar la miseria sembrada
por edades remotas sobre el mundo.
Las líneas de la mano
ya no son el cauce del destino.
Cómplices del espanto
nos refugiamos en el vientre de la luna
y solitarios
visitamos las ruinas de nuestra estirpe.
Pero una anciana nos sonríe
y un niño
como una brújula
nos señala el nido donde las canciones
esperan nuestras voces.
JORNADA DE SILENCIO
Aterrado,
ante el espejo
que le devuelve el día
con la máscara abierta,
cargado de templos
como un huésped fugitivo,
va el ciudadano
en su jornada de silencio
por el corazón del mundo.
Lo advierten los jaguares
los delfines blancos y los alcaravanes
tejidos por el mismo baile de planetas,
y también los pueblos solitarios
que han dejado a zancadas y alaridos
las fronteras
negando un ojal de luz
en la noche infinita.
Va el ciudadano con un idioma común
atávico mensaje sin distancias,
amueblando la salud en la alegría de los niños
porque al paso que vamos
El Libro del Triunfo
sólo será leído por la estupidez.
VARIACIONES EN PLANA MENOR
UNO
El ágil poblado
de una tierra izando oraciones
como flores frescas para disciplinas futuras
es un astrolabio
nutriendo el olvido de una caricia solidaria
La profecía se ha doblado
sobre tus piernas
destino o llave de fuego
torre bajo los pies
internándose por las raíces del mediodía
DOS
Me refiero al deseo
que pasa dos y más veces
por el mismo lugar atado
navío que se pierde más allá del paisaje
testigo de firmes ceremonias
de los oficios
suspendidos por la lluvia
Me refiero al dardo
que se confunde en la desembocadura
de los instantes
al amargo lugar donde el Amor cruza
ante la frente distraída
al susurro de los abismos
a la poesía que anida en una llaga
sin ángel guardián
Me refiero a la Música sigilosa del Alma
leche que cae
recostada a las montañas
y al vientre donde se demora
el santo y seña para el alumbramiento
a las fiebres intensas
espina brotando del lienzo de unos senos
recorridos por el navegante
al timón o cuerno de unicornio
a la fragancia
entre los muslos
a una paloma de pecho azul cruzando el cielo
TRES
Somos tristes
ahora que construimos la muerte
confundida en los colores
atrapando luciérnagas en el bosque
definitivo viento
fatuo arrecife
quizá muertos ya sin resignación
encargados de velar el hedor
en las residencias asignadas al peligro
CUATRO
Es de quienes ofrecen capítulos tiernos
al sacerdote de la tristeza
y en posición de seiba se ven como los demás
que miran
con todos los vehículos de la sangre
Es de quienes contemplan las páginas
de los rostros confundidos en el silencio
con una flauta de cristal en la garganta
Es de quienes recuperan
el discreto bordado de las manos
y marchas como intuyendo un oasis inmortal
que mengua la distancia
y sientan su fuerza en la Convivencia
atletas de espacios inmensos arando la belleza
dejada ya en otras latitudes
CINCO
No hay que buscar ser
sólo hay que serlo
para qué arrastrar con ejércitos
si al cruzar la puerta seremos otros
desconocidos anhelos
soberanos lugares perdidos en una flor
No importa
todo está dispuesto
y en nuestra visita descansa la claridad
NOCTURNO
Con el luto cansado
de una travesía que recién acaba,
mientras el gato del crepúsculo
se acomoda en nuestros cuerpos,
crece el oficio incierto de la noche.
Se presenta enmascarada
para hacer del olvido
el jade precioso de las manos.
No hay descanso
en su matrimonio con la llaga,
con la tempestad de los cuervos
siempre dispuestos
aunque nadie habite en sus viajes.
Siempre habrá alguien a quien darle la noticia.
Una gota de riesgo
podría resistir la ráfaga de la muerte,
el corazón abandonado al sueño,
la sed de la vida.
No te aflijas,
el porvenir compone las orillas
donde salta una música nativa
y un animal perdido
recibe la lluvia.
El brillo de una aventura
servirá de bálsamo para tu historia abatida,
la desnudez de la danza
como mil hombres sudando en las escalinatas.
El ritmo de las puertas que crujen
es una invitación
a los patios de la noche
que conducirá tu aliento hacia el cielo.
Hay un muro que te rodea
como la humanidad de las sinagogas.
Buscas la clave para enloquecer,
los días se hacen vino y agonía.
Bajo el desprecio que acarrea
cierta multitud en sus pesadillas,
tus ojos son semillas bienvenidas al mundo.
Desde el primer encuentro
cada uno de nosotros reconoce tu llanto
la claridad con que te mueves,
tu silencio.
Ves como pasa el tiempo y nos quema
su cuchillo sin tregua.
El tiempo que nos hace su presa
cantidad de huesos en su continuo presente,
espacio creado,
impulso de instantes que sufren
en la memoria y en el invierno.
Adviertes sus pasos exactos en tu casa
el vigor y su figura fantasmagórica,
la escritura de la tierra,
del augurio y de la noche descubierta.
RONDA PARA DESPUÉS DEL CONCIERTO
Acércate,
mis palabras
pesan lo mismo que mi silencio.
Aurora del vino,
asombro agudo de los años.
Deja que un ciclón se encienda
en tu pecho
y te sostenga bajo el mástil
de nuestras noches.
Podremos reír como los violines
tránsfugos del trueno
y embarcarnos en el abrazo
hasta divisar las palomas de hilo
que alguna vez habitaron en nuestra memoria.
Lo sabes muy bien:
el tiempo y sus jinetes
preparan el último brindis
para quienes anuncian las miradas
o el indicio de un cántico enérgico
al que asistiremos a pesar de todo.
La única misión es serle fiel a la danza;
es decir, a sí mismos y al Universo.
Espejos de lo que es y será por siempre.
Fronteras de aquí y de allá
en un mismo cuerpo hermoso,
víctima de un reino desconocido.
Así van quedando los que deben irse poco a poco
uno a uno
sin imaginar siquiera
que eran santos sueños en la estancia.
Y qué hacer sino esperar:
la Vida abrirá un diálogo con las multitudes.
SONATA
Síguete.
Síguete a cualquier sueño
o panorama deshabitado.
Síguete como si fueras la felicidad,
que se yo,
como si al seguirte
siempre te encontraras virgen.
No hay afán.
Otros vienen tan rápido como una queja.
Ve tranquila soledad
acércate a la respiración.
Ve lejos o quédate.
Todo depende de ti
del perfume del viento
que tiene su orden.
Signos dispersos de la costumbre
cruzan la avenida,
reticencias de fogata y baile.
Dispón un traje limpio para el Diálogo.
Que no se olvide el centinela mayor,
su prudencia.
Debemos estar sanos para comenzar este amor.
Que te sea dado el milagro
la pureza del milagro de la fuerza.
LA BUHARDILLA DEL PEZ
Oficio matutino la herida negra
bajo la risa de los fantasmas
regada en muñones sobre la sangre tibia
La fuga desesperada sin rostro
asaltando los jardines
como una estadía natural de los sentidos
petrificada
en el marasmo
para llamar a cada cosa por su nombre
porque morir es morir
como una pluma es una pluma
Antes que nada la Nada
después de todo el Todo
Sin premura en el hábito frágil de la sonrisa
las entrañas
destendidas
sobre el agua
las voces trenzadas
las miradas
los pensamientos
abiertos en las manos
abiertas en el horizonte
o el signo
de una era para cantar
y una disculpa
si el laberinto de los sueños
engaña a la muerte
y sus imanes
y las cometas
bailan en la encrucijada de la sed
Que sea a la Paz a quien demos el abrazo
SANTUARIO
Y tú sentado en la lenta esquina
de la noche
preparando los cuchillos para castigar
el alba
Tú que no comprendes aún
la palabra castigo
ni has amado los labios del alba
Acaso ahora
que nadie toca tu cabeza
ni el campaneo de las olas extraviadas
en el piano
aunque los fantasmas aguarden allí
como una moneda que recupera el tiempo
como un corazón afinando su instrumento
para hablarle al sinsonte
que aprende la voz secreta
del arcoiris
Acaso sea cierto
que alguien viene
carruaje de la última llamada
Himno Universal sobre altas islas a mitad
del sueño
hemisferio flotante tatuado en el viento
rostro de Dios
que descansa en el sudor de tu puño
ORACIÓN PARA ANTES DE ACOSTARSE
a Daniela
Acaso por estar sentado en los días
la vida se haga más fresca
y el canto más fuerte
para que los sueños que llegan
como el eco de misteriosos carnavales
sean el remedio para la espera
Van los hombres pisoteando
van los hombres sin guardar distancia
poblando de alegrías y dolores
buscando placeres dignos de su herida
La Tierra los acoge
el cielo los guarda
la Naturaleza los sostiene
y de vez en cuando
mientras juegan al dominio
les clava su puñal
Una estrella en cada estrella
un segundo en cada segundo
Siempre hay alguien más
siempre hay uno menos
Por la pelota olvidada en el campo
por la mejilla que no estrecharon los labios
por el árbol mutilado y el animal maltrecho
Así sea
POEMA DE LA REVELACIÓN
Los días se persignan
en la triste morada del caminante.
En su hambre canta el olvido
y la súplica del destino.
No hay de donde aferrarse
ni un lirio, ni un salmo, ni el eco.
¿Quiénes somos por dentro?
¿Aquí donde todo retumba en cataclismo,
donde las mil leguas quedan desiertas,
solitarias luces apoyadas en su vejez?
Las voces de la jauría se apagan,
la sombra apunta hacia el desfiladero.
Sin dejar pasar la sentencia
de los sepulcros,
sigue su marcha el Universo.
Todo se hace de pertenecerse
y no desaparecer.
Ciega idolatría de la soledad
acumulada en el rencor de un tiempo maldito.
Hay que mirar con claridad,
no dudar a la tentación de lo fiel;
hay que aguzar la máscara de lo vivo,
comparecer ante el heroísmo,
ser leal a la bandera de la esperanza desesperada;
hay que abrir las alas
a la ceremonia del encuentro
y partir luego con el corazón satisfecho.
Las lunas se acomodan en fila,
el baile de sus pupilas es la distancia,
clamor ancestral venido a morir
en las ruinas de sus ojos.
La muerte reclama su aliento,
consigna de azar que traen los días.
Múltiple presencia es la culpa,
canto de vida antes de la hoguera
en el idioma del caminante y su despedida.
LA COLUMNA ROTA
Amando lo que construimos,
como encarnado silencio
transitamos por el mundo.
Hacedura del polvo
que dejan sobre la tierra los años;
polvo milenario que contagian las generaciones.
Tiempo presente de olvido,
eterno tiempo presente que acecha
de principio a fin
como el hombre que sepulta
el entendimiento prohibido
para entregarse al sueño
de unos días sin misericordia.
Vamos amando el miedo irredento
por la ciudad sumergida
donde se mece la columna rota de la memoria
que calla en el momento preciso
en que el árbol de la locura
se pasea por las calles
como un fantasma que nadie conoce.
Alguien llama de lejos,
pretende continuar su historia:
es una torre que cae
en la incertidumbre de la presencia;
sed de una voz secreta,
su fiebre reside en la ruptura,
el canto de la comunión despierta
el hilo de su laberinto.
Amortajado en el filo de la soledad
no sabe en qué lugar perdió su lamento,
quizá en el lugar donde adolece su extrañeza,
o en el centro mismo del mundo.
Viene a refugiarse en nosotros
a reconocer su habitación solitaria;
el fruto de una guerra
que reposa en su mano.
El también es el juego
de sus pasos abiertos
a las raíces de un canto fundado en la esperanza,
su oficio recupera la tranquilidad
de un encuentro sin palabras
que se traduce en la victoria del recuerdo.
Los atardeceres le crecen en los ojos
y un viento helado arrecia cuando aparece
la huella de una naturaleza olvidada
en la conciencia del mundo.
Algún otro silencio
alguna otra venganza que traen los días.
EL ÁRBOL DE LOS MILAGROS
Nada te es ajeno
y sin embargo darías la vida
por una apariencia.
Los sentidos hacen para ti
un laberinto donde no existe Teseo
ni se pronuncia el hilo de Ariadna.
Lugar de clausura
donde la melancolía teje el lenguaje
de la demencia.
Van tus horas sentenciando
el camino abierto de los demás
y una herida milenaria te cerca,
se precipita en toda su dimensión.
Nada importa porque todo te pertenece
y en tu semejanza los otros
te poseen
sin saber siquiera
que eres la medida justa
de toda batalla que el espíritu significa.
Así y no de otra forma
crecen las manos
de un credo que se anticipa
a la fiesta y a la desgracia.
Estás allí
donde nada suele suceder
a la expectativa de un llanto
que descubra la mañana.
Allí, sin ti, en la soledad única,
fiel descendiente del olvido
signado por su propio esfuerzo.
Pensando a quien habla
como el cazador;
pensando a quien calla
como el asesino
que prepara la emboscada
para la línea
que sólo tú puedes trazar.
Devuelto al terror de ti mismo
con el afecto apagado
en el lecho de una queja.
En vano
agitas tus palabras,
siempre las mismas
porque nunca aprendiste
de los continentes
que te visitaron en los sueños.
Es poco lo que descubrimos
en nuestro propio mundo
embarcados en ajenas geografías.
Saber quién eres
es el primer gran paso;
luego una mano estrechará tu alma
y podrás cantar,
moldear la arcilla de tu camino.
Otros detenidos transeúntes
querrán escuchar
la encrucijada de tu aliento.
Cascadas hambrientas
que triturarán los ojos sobre tu espalda
esperando la señal de la rapiña
para escupir el beso de tu rostro celeste
contra la tierra.
Suspira ahora
que tienes todos los días
sanos bajo el cielo
que derrumba sus voces
como un gesto familiar
en una casa habitada por la felicidad.
Que tus miembros
sean la destreza de un canto,
y la luna de tu boca
conduzca los ojos sin estrellas
arrastrados desde el recuerdo
por los tambores de un vaho certero,
mientras el tacto de las situaciones
aúlla como brioso relámpago.
Es en los momentos más felices
que la zozobra deja su rastro.
No podría ser de otro modo.
Ocurre que luego de salvar la distancia
y fijar nuestro deseo en el barro,
las palpitaciones se extienden
como el crepúsculo que siempre esperamos,
y antes de que cruce la dama de la noche,
nuestra conciencia advierte el infinito.
Se inclina la vida
en el descanso que dejó para ti
la tarde.
No podrás desovillar la trama
de tu nostalgia,
jamás la humanidad y sus ofrendas.
Todo es un solo respiro
en la canción exacerbada,
en la inmediatez de la esperanza.
Aún no te has ido y surge otra semana.
Es como si nacieras
en la respuesta
de un ánimo desorientado
que ahora se agiganta
en el nombre de las cosas.
Un sueño tatuado en la copa del tiempo
cumple las bodas con tu extrañeza.
Entonces una estrella,
como un regalo, escribe la muerte.
Reconocerás los fantasmas y su lugar querido
la memoria de una fiesta para nadie.
Alguna llamada entra en tu casa
mientras desciendes con el pulso
en el paisaje del día que se marcha.
La edad de varios caballeros
se acomoda en tus piernas
cubiertas con una manta
que dejó la navidad en tu alcoba
y vez como el tiempo de las flores
construye su morada
para acompañarte en la siesta de la tarde.
En la cara opuesta,
luego de jugarse todo lo posible
que es lo que la memoria
puede encontrar.
Enhebrando una bella historia
entre el rencor y la humildad,
permitiendo la coronación
de su cuerpo heredado a la nada
que todo lo pudre.
Después de hallarse en el vacío,
después de encontrar su milagro
en las entrañas
de una ciudad descompuesta,
escribe un poema.
Porque luego de abrir un camino
sólo nos resta esperar
hasta que pase la última sonrisa,
esa primera canción que aprendimos
en la escuela,
aquella señal para quien aún ama su rostro.
Porque luego de abrir un camino
sería inútil olvidar
equivocar el trayecto.
Sería como quien descubre la vida liviana
y la cambia por una noche de bullicio.
Recuperar el sueño
es para ti un viaje sin omisiones.
Cabalga tu memoria
abrazada a la esperanza
y nuevas palabras alegran la aventura,
hacen soportable el simulacro de la vida.
Llevas una orquídea en tu mano,
vas por la calle desolada,
el baile de la muerte
carga tus huesos.
Quieres la distancia cercada
en tu puño,
porque la ilusión ha caído en la tristeza.
Suele repetirse
el encanto de la noche,
suelen devolverse el sol y su baile;
pero llega un momento
en que ya no hay estrellas
y todo parece el ocaso.
El sentido de un capricho no nos sostiene
ni abarca nuestro anhelo
la plena felicidad.
Caen para nosotros la desazón y la agonía
como una enmienda en la vida,
parece que todo apunta a negarnos la salud.
Quizá una sonrisa, una hora de silencio;
quizá un trago de serenidad,
un presentimiento.
Todo es inútil
no es el momento para reclamarnos.
Esta edad de olvido que te signa
en donde haces
el llamado a la brevedad
y quizá logres partir a exquisitos paisajes.
Este anuncio de figura reconocible
abierto a la dulzura
canta el pasado,
como si de algo sirviera
descubrir
los pájaros
que llegan en la noche
y asegurar la memoria
como único milagro.
Y de repente el silencio
está frente al abismo como una flor.
El fuego con sus alas
abre la esclusa del deseo,
adentro,
en el paisaje ubicuo del mediodía.
Nadie pregunta por tu locura
junto al mar,
todos señalan tu rostro
con una jaculatoria.
Serenidad podrías bautizar a la luna
ahora que la nostalgia cruza
y deja al azar un libro sin habla.
LA SED DEL GUERRERO
Sinónimo de la angustia
consigues reconocer el delirio que escapa
al canto certero de la batalla.
El recuerdo no te mortifica ahora
que escuchaste la señal de un presente
que se repite,
si volteamos la mirada,
hacia el lugar donde los templos aguardan.
La sed de tu espada
pide volver para reconocer los rostros
que han caído sin maquillaje
sobre la arena.
Pero debes partir,
continuar la cruzada de tu corazón
para acertar en tu próximo enemigo
la palabra que no desdoblan los espejos,
la visión que es ceniza
y luna de tu puño desnudo.
Fragancia calcárea tu insistencia,
signo de sueños tu imagen y su cielo.
INFANCIA PARA HERODES
a Clara B. Jaramillo
A qué lugar has llegado
a fundar el desprecio;
para cual sacerdote, oh iniciado.
El filo de la noche
se mueve en tus manos;
solo, en la sombra, un animal terrible
ondea tus banderas.
Relámpagos de fuego en la fuerza del halcón
que traduce el misterio
y la podredumbre.
Cuantos muertos dejaste en la orilla
de tu deseo infame;
cuantos muertos para anunciar tu reino.
La madrugada no miente
y el triunfo ha desaparecido.
Una lágrima de tu hijo coronado
romperá el frío espanto de los asesinos.
La savia arde en la memoria de tus ojos
en tu bastón que apunta hacia la locura.
como un demonio confundido
escribiste la tumba para cientos de niños,
su sangre derramada
ha dejado libre al hijo de Dios.
EL HIJO DEL TIEMPO
Ahora que la luz habita en tus ojos
y has menguado el hambre,
no te pierdas en la espiral
de la locura,
en la estación originaria que baila
en el verano de los tigres.
El momento para el recuerdo
lo cifra un himno sagrado
ahora que el amor recobró sus alas.
No olvides los pilares ni la fuerza derrotada,
ni el lugar donde entregaste la cabeza.
El tiempo abre el camino lentamente,
después de que la noche
hubiera entrado a tu caza con una daga,
canto permanente de la ira,
noción del mundo en su calamidad.
Ahora que descansas en una estrecha sabiduría
y el vigor de tu herida teje una esperanza,
enfrenta el vientre de una oración,
el dolor de una aventura
que despierta en la ausencia.
El reflejo de un reino
propaga tu voz silente y tus gestos.
Es para ti esta alegría
que se piensa en la mañana;
para ti que empiezas la vida
con una corazonada que se aproxima al sueño.
DESPEDIDA CON GOLONDRINAS
¿Qué será de tu vida
al frenar el enjambre de las horas,
cuando el distanciado baile del mar
se detenga?
¿Cómo el cauce de tu encierro,
cómo el recuerdo que habita la madrugada
de tus pasos en el cielo del horror,
en la ciudad de tu alma?
Cambias tu rostro de héroe
acortas la primavera
de tus manos.
Caminas sobre el hilo de la nada
y la memoria te embriaga
en un jardín solitario
donde se repiten las mismas palabras.
Ahora conjugas las paredes
y despides el espejo
para abandonarte a rumbos inhóspitos;
porque el eco de una pesadilla acusa tu rastro.
¿Qué será de tu vida
ahora que es preciso el abandono
de tu propia mirada?
Así has querido que suceda.
Acepta entonces
cuando se golpee tu cabeza
contra la llaga de la santidad.
Para extender los brazos
habitando desiertos y tentaciones,
jinete olvidado,
fantasma de un puerto sin nombre,
para extender los brazos
se necesita cruzar la historia
y darle al mundo un poema.
UNA CANCIÓN Y TRES ESPERANZAS PARA JULIAN SOREL
UNO
Saludando los nuevos signos
que reclaman los vicios de tu soledad
con la boca abierta.
Llevando la vida
como a un pájaro enfermo,
transitando la costumbre que terminará
por ceñirte el disfraz del hambre.
Navíos secretos
reclaman tu nombre
para cultivar los viajes
de quien comprende que nada es suyo.
Las ciudades crepitan
y pocos se aventuran porque un ala negra
se detiene sobre los caminos
y el animal del sueño cojea.
Hoy se abre un palacio
en el verano de tu aliento.
El índice ha dejado la señal para la tempestad,
los caballos azotan el trayecto
de un amor clandestino.
Todo esto es lo poco que sin malicia
has debido dictar en el momento
en que las monedas se posaron sobre tus ojos.
DOS
Y tú que te preparabas
para darle la vuelta a la moneda,
sondea ahora
la estatuaria leche y el bagazo
que arrecian ya sobre el crepúsculo.
Los visitantes
se extienden mansos sobre la cal
centinela de la corriente impasible
del pasado.
Nada supera los fracasos
ni el bosque
nutrido de nuestra parsimonia.
Háblale al túnel quejumbroso de tus ojos
y siéntate un poco más
para que el tiempo supla tus bondades.
TRES
No hay que llorar
pero llora si quieres,
de todos modos nada se borra.
Es la angustia de llevarse la bolsa vacía
confirmando que se ha perdido el calor
de unas manos y un vientre
o el destino de un cielo que sonríe.
Ahora no hay nada que se pueda hacer,
sólo el silencio espera.
CUATRO
Tratando de cazar
tus propias miradas
crees escapar de la tristeza
que prepara para ti el rumbo.
Es inútil y lo sabes.
Apenas un sorbo de libertad
para volver sobre los días
con la recompensa de haber vivido.
CANTO DE VICTORIA
a Ana Victoria Ochoa
UNO
Hablarte, Dios...
hincada sobre la certeza
de un viento en primavera,
luego del crujido
aterrador del miedo
recorriendo mil ojos
errados sobre la tierra,
alimentada con estaciones lluviosas
como una serpiente envenenada.
DOS
Hablarte, oh Dios...
sin esconder el rostro
lejos de la gota que cava agonía
cuando se me pierde la fe.
Yo, enamorada de tu lazo sin hora,
rodeada de música
tatuada en la madrugada, oh Dios
que escribiste la historia
incrustada en mis dedos.
TRES
Sonriendo en silencio
para evitar la carrera
al oír tu señal detrás de la puerta.
Conduciendo los votos,
todos los rebaños de mi espíritu
desde mi sed hasta tu eternidad
que no se atreven
a pronunciar mis labios.
CUATRO
Lejos ya de cualquier sepulcro
en una oración
sin principio ni fin,
instalada en un solo sueño
de ser la otra
que no camina
ni come
ni duerme
ni saluda a sus vecinos,
aquí, desde siempre
ajena galaxia sin nombre;
como un rayo sin cielo
como un río sin tierra
como una niña sin risa
paloma enmascarada de luz,
asiento de dragón.
Mujer posible
extasiado ángel
habitación descompuesta en el sentido
de la soledad,
hiriendo las sienes entonces
germinando entonces de furia
entonces al amanecer
sobre la grieta de un destino
que cifró el tiempo
antes de marcharse hacia el olvido.
CINCO
Hablarte, Señor...
desde la infancia,
con abrazo de peñasco y piel
bajo la noche húmeda,
mientras la muerte asoma
tras las ruinas de los hombres.
¡Qué se levante el mundo
porque es tiempo de cantar!
EN ELLA DESPIDO A MI ABUELO
Se me ha perdido
la alergia de los muslos
pero tengo frío
y la amante se corre hacia otra tumba;
la amante multiplicada
por el caleidoscopio del aristócrata.
Mi amante y yo
que donde piso pisamos dos.
Sin hilos ni caña
su nombre pesca mis sueños.
Ante ella que se tragó las estrellas
y en la noche la habitan los escarabajos;
ante ella agotada en el techo de la ausencia.
Mujer, adivinanza, temblor de agua,
enciende el cirio que tienes en tu iglesia.
Deja que el silencio
siga existiendo como un río,
permite al espíritu la clausura,
no reproches las aguas mudas
ni esta forma única de amarte.
Nos abríamos al amanecer delgado
con las manos en los abrigos
y las caras heladas a caminar,
a encumbrar nuestra vehemencia
en la cordillera.
Íbamos al zoológico a entristecernos
a reconocer el oficio de nuestras jaulas.
¿Aún te levantas para pintar la luz
desde la ventana?
Sé que ese azul viene desde tu casa.
Una ventana
trazo exacto del pasado
ocurre en la pupila del que agoniza.
La tibia apetencia se escapa
y bajo la porcelana
una fotografía amarillenta es olvidada.
Una ventana:
lo último que pide el abuelo
intentando regresar al sol.
lunes, 12 de octubre de 2009
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