Haya o no dioses, de ellos somos siervos.
Fernando Pessoa
Krishna solía expresarse de la siguiente manera: “Sólo Dios puede comprender a Dios”. Quizá porque nosotros, hombres limitados en nuestro entendimiento, no alcanzamos esa bendición.
Buda acertaba a exhortar a sus amados seguidores así: “No creáis nada concediendo fe a la tradición incluso aunque haya siglos que muchas generaciones, y en muchos lugares, hayan creído en ello. No creáis algo por el hecho de que muchos hablen de ello y lo crean o lo finjan creer. No creáis fiándoos en la fe de los sabios de los tiempos pasados. No creáis en lo que vosotros mismos os imagináis pensando que un Dios os inspira. No creáis nada tan sólo porque os parezca suficiente la autoridad de vuestros maestros o sacerdotes. Sólo tras maduro examen aprended de aquello que hayáis experimentado vosotros mismos y reconocido como razonable, y que se ajusta a vuestro bien y al de los otros”. Quizá estas palabras de Buda signifiquen que hemos entrado a un mundo constituido, ajenos a verdades que sólo serán propias luego de recorrer nuestro propio camino.
Otros, como Assmussen, místico sufí, nos recomiendan hablar con Dios, ya que esto es más importante que hablar de Él. Posiblemente porque de tanto ir y venir a su nombre intercambiando rostros, lo desgastamos y lo hacemos palabra vacía, comodín.
Cioran, el apátrida rumano, decía que “Dios es aunque no sea”, y esto porque en nuestras palabras podemos abarcar los múltiples nombres de Dios, pero sólo en el silencio, donde la palabra no es, el signo íntimo de nuestra espiritualidad cobra sentido.
El poeta antioqueño Jaime Jaramillo Escobar, que en sus inicios se hizo llamar X-504, escribió que no importan los diversos conceptos de Dios, ya que todos se pueden sumar y el resultado siempre es Uno. De esta manera Zeus, Shiva, Alá, Agni, Ahura Mazda, Cristo, Atón y otra infinidad de dioses a los que hemos dado nombre y estatura, están reunidos en un mismo carácter y es el de nuestra humana representación, el de nuestra fe que nos atrapa como el abismo.
Esto me pone a pensar con Lautremont que hemos sido capaces de todo el mal en nombre del bien, y que en muchas ocasiones hemos negado al otro o lo peor, lo hemos eliminado, en nombre de algún dios. No obstante, podríamos repetir unas de las últimas palabras de Heidegger que también cometió errores: “Sólo un dios nos puede salvar”.
Y si ese dios sale de la comunicabilidad, del ser humano comunicado, si brota del tercer mundo del diálogo donde la intersubjetividad renuncia a la imposición y acepta las diferencias con tolerancia y respeto, es posible que así sea.
Para compensar entonces esta lucha encarnizada de dioses y hombres afiliados muchas veces de forma fundamentalista a las instancias de la religión, déjenme terminar con una frase a la que en algunos momentos he traicionado: Busca tu luz sin apagar las demás.
Esta es una pequeña, muy pequeña reflexión sustentada en otras voces, dedicada a la Fundación Universitaria Luis Amigó en sus 25 años. Aprovecho para dedicarla a aquellos que han pasado y están en y con Reencarnación en sus bodas de plata.Medellín, 28 de septiembre de 2009
martes, 6 de octubre de 2009
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... y dijo el ateo:
ResponderEliminar"el hombre creo a dios y lo puso al frente de sus ejercitos".