martes, 18 de diciembre de 2012


PARA INQUIETAR TU CORAZÓN

En ella,
como en una cuna,
cabe todo lo por nacer,
y todo lo que ha muerto.

Chantal Maillard


Un pájaro de fuego
se agita a tu lado.

Lo envolvente
no está arriba
ni ciertamente
abajo.

Es el horizonte,
el estar sigiloso del tigre
que es tu mirada.

Mujer cuyos ojos
has extendido a otros.

Allí también son míos y viven.

Ese hombre
que te dio la escritura
también soy yo.

Esa piedra
donde encontraste los signos
de tu angustia.

Hombre y piedra.
Cabra antes que cualquier cabra.

Lucifer el Hermoso
que visita ahora tu tienda,
oh, diosa.

Dame el ardor de tu frente,
las ratas de tu sueño.

Quiero gritar, gemir,
menguar tu soledad.

Mujer,
tú que respiras
y haces nacer el mundo.

Cree en mi muy infantil fidelidad,
en mi deseo de animal divino.

Niño que no se contenta con la parte,
sino que anhela el todo del todo.
Apetito poliamoroso.

Tú, mujer,
redención del hombre:
arena movediza
del mismo hombre.

Has sido arrojada
y también acogida;
ni lo uno ni lo otro
dicen lo que vales.

Tu cuerpo:
santidad amorosa
que no declina.

Vuelve de tu sombra
y arranca la luz del mediodía
para cantar al juego que canta
en su mayor seriedad.

Te pregunto, mujer:
a ti que me desconoces.

Dime:
¿qué fantasma
te nombra todavía?

Vuélveme a decir:
¿dónde el agua de tu sed?

Reclínate en mi pecho,
asombra mi ojo,
mi mano terrestre
que te cubre.

Ven, mujer…
y cuida de no morir
antes de tu muerte.








Víctor Raúl Jaramillo
Tomado del libro inédito: Palabras como cadáveres

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