martes, 18 de mayo de 2010

SEGUNDA CARTA DESDE GOMORRA POR DANIEL JIMENÉZ

(DE NUEVO A PROPÓSITO DE “SONATA DE UNA MUERTE” DE VICTOR RAÚL JARAMILLO.)

“Bienaventurados aquellos que tienen un alma,
dichosos los que no la tienen,
pero desgracia y adversidad
para los que tienen su germen.”
G. I. GURDJIEFF.

Contrario a lo sostenido por una de nuestras voces mayores, ese gran poeta que fue Jorge Zalamea, hoy por hoy, y luego del sarampión libertario de los años setenta del pasado siglo, podemos afirmar que en poesía sí hay subdesarrollo: abandonada la dificultad, dejada al margen esa larga orfebrería de visiones que constituye la más alta poesía de nuestra tradición, desde la Ilíada hasta el Yuruparí, nada diferencia ese amorfo artefacto llamado poema del texto publicitario, o del pegajoso estribillo de alguna campaña en nombre del ecologismo ramplón de los urbanitas.

Pero Víctor Raúl no cae en la trampa de “subdesarrollarse”, contagiado de eso que los hindúes llaman Advaita, y que significa la renuncia al conocimiento riesgoso. Porque su novela es ante todo una polifonía de registros poéticos, donde no hay presente, sino una magistral superposición de cronotipos. Y más aún, reta, complica, abisma: nada de esas fáciles imitaciones, tan al uso, de Ray Loriga, autor que dicho sea de paso admiro y valoro, pero que carga con el soso lastre de sus epígonos, catapultados por las grandes editoriales, como conejos del sombrero de un mago sin criterio. “Vamos por el mundo buscando la casa en el árbol, donde está escrita nuestra biografía. Quizá estuvimos allí desde hace siglos. Volvemos pues, por nosotros. Volvemos por lo que queda de nuestra Humanidad…” (pag.77)

Y es que en medio de este desierto sin clima, de este Sahara sin temperatura, de ese optar por el impacto fugaz de la imagen sensiblera, en lugar de ascender como savia por la raíz de un lenguaje que fluya y se expanda, reconocemos de inmediato la filiación de Jaramillo: una rara mezcla de rock extremo con Heidegger, Pessoa, Nietzsche… Y conste que digo filiación, modo más digno de tratar la estirpe espiritual elegida; elección de estirpe ausente de las academias y de los “talleres” que la muy mercantil expresión de “influencia”, palabra muy del gusto de los burócratas del poema. Víctor lo escupe sin contemplaciones: “La carne del alma en su ejercicio de la filosofía oscura suspendida en el real discurso de las bodas que alimentan las ciudades…” (pag. 57)

Víctor Raúl Jaramillo, hace equivalentes juego, misticismo y esoterismo en una alquimia brutal. Es un romántico fallido, descarado, hijo de la alegoría y el transcurso como buen posmoderno, pero atravesado también por la épica de la sombra y el desasosiego. “Sonata de una muerte” es un texto perverso, polimorfo, desemejante a todo y por ello unitivo: “Ignorando quien es, suspendido entre el aquí y el ahora, completa el Universo”. (pag. 65)

Parafraseando al salmo 105: 18, podría decirse de Víctor que “En hierro fue puesta su persona…” Y añadiría que la suya es una novela moldeada con metales pesados y sonidos agrestes: No busca la belleza, sino la visión que deroga la simple autobiografía, transformándola en búsqueda del comienzo.

DANIEL JIMENEZ BEJARANO.
Febrero y 2009. Luna Nueva.
danielmanowar@terra.com

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