domingo, 14 de abril de 2013


NOMBRE DEL ARCO ES VIDA,
SU FUNCIÓN ES MUERTE

No hay un terreno
tan fértil para el Eros
que aquél donde
el Thánatos
se instala.

Alejandra Quintero

1
¿Qué es el amor?
¿Quién desea ahora?
¿Dónde acabará mi cuerpo?

¿En qué lenguaje se establecen
las velas de sus naves baldías?

La vida es un juego
que nos obliga a morir.
La muerte es la denuncia del cuerpo
ante su invitación a marchar.

Insoslayable, afirmándose.

La muerte es natural,
es el decir de un quizá
que entra en lo vivo
mientras nuestro caminar
llega a la muerte definitiva,
al olvido,
al abandono de la cultura,
de los amigos.

La alteridad del morir,
en él el dolor y el sufrimiento,
nos deja huérfanos
de nosotros mismos:
nos vamos con el otro
cuando el otro muere.

En el amor que muere
se frustran
nuestras aspiraciones;
pero también se potencian.

Las esperanzas nacen
y vemos allí,
no más de allí,
del sentido que nace,
la ceniza de lo muerto
en nuestra vibrante meditación.

2
Existe algo que nos dice
que somos una luz pequeña
dando tumbos por el universo:
desgarradura cerebral.

Bueno,
es posible que éste no sea
el mejor mundo que se habita,
pero en él somos felices y libres
cuando nos enfrentamos
al final de nuestro pensamiento.

Y eso está bien.

Esto para dirimir la batalla
vida-muerte que,
entre otras cosas,
está presente
por el contenido humano,
por la conciencia de sí.

La muerte nos habita
como vida que come del sucederse
en que nos centramos
como repetición de lo que existe.

Reclamo.

El amor y la muerte,
Eros y Thánatos,
han sido cantados
por innumerables cantores;
han sido sol y luna,
derramamiento de estrellas;
han sido malestar y gozo,
caballo negro, bestia de carga.

Sus fuentes comienzan la danza
en el instante
de nuestra primera respiración.

3
Multiplicar el orbe,
en una mirada
que estará entrelazada
por una segunda 
y en virtud de una tercera,
dará el fruto de un cuerpo
que arroje de lo que ocurre
la asustadiza,
la terrible costumbre
de llamar al dolor,
al sufrimiento
y a la muerte,
desde los terrenos
de la desesperación,
la culpa y la venganza.

Intentamos un canto a la vida
desde su antagónica pareja.
Desde su ser amantes.
En la evolución de lo corpóreo,
desde la lluvia y la tierra.
En la lucha contra el cielo
desde el ahora
donde no se pierde ni se gana,
sin competencia:
en el intento que es lo único nuestro.

El dolor,
el sufrimiento y la muerte
son sinónimos de existencia,
de gestos vivos,
diferentes,
que no van sólo a la podredumbre,
sino que también
al descubrimiento
de un poblado sereno,
a la saudade de los días
que creemos inútiles.

4
Éxtasis del ocioso creador:
destello que preña
y nos deja con sed
impulsándonos al trabajo de alfarero:
al pulimiento de la joya,
eso es amor:
cuerpo y deseo conjugados
después de jugarse
en el clima(x)
del poetizar,
erotismo que es dualidad:
belleza y acto siniestro.

Actitud.

Por otro lado,
apertura a la sexualidad
par de la huella
y primera intuición
que se tuvo
acerca de la realidad.
Tragedia,
dioses oscuros,
posesión del hombre
en las fibras más íntimas;
petite mort
que antecede
a la derrota total:
eyaculación, orgasmo.

No otra cosa entonces
que el desprendimiento:
herencia de lo ausente
y, aunque no siempre,
memoria perdida
en la costumbre
de lo que una vez fue fundación:
respuesta a la inhalación originaria,
anhelo y canto de lo sido
por los mil y un cuerpos
y hacia la vida vivida:
luz y sombra,
paso a paso del caminar
que ya ha llegado.

Celebración.






Víctor Raúl Jaramillo
(tomado del libro inédito: Catálogo de Naves)