PARA
LOGRAR LA CONFIANZA
Una
vez
que
el hombre sueña,
el
mundo
ha
quedado desvelado.
De
la voz
que
la noche trae,
se
nutre
su
canto incansable.
Ahora,
después
de
que muchos
han
soñado,
la
luz
de
otro ritmo
se
agiganta.
El
milenio
criba
la danza.
El
mercurio
de
otra luna despliega
el
grito
que
antes estuvo adocenado
en
el llanto
y
la fibra del silencio.
Es
por eso
que
todos corean:
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
Aunque
el lobo
y
sus crías
destacen
en
medio de las tinieblas
el
oro
de
los corazones.
¿Quién
podría
ser
encadenado a la roca
para
que fuésemos libres
realmente?
¿Quién
ofrecería su naturaleza
-perdida
en el simulacro-,
la
voz
para
que el mundo
de
nuevo bailara?
Otro
canto
quiere
la noche,
una
segunda luna
que
el sol
deje
salir de sus fauces.
Un
canto eterno
que
libere
de
la guerra:
batalla
sangre sobre sangre,
hambruna
buitres sobre los huesos,
fetidez
sobre pólvora.
Un
canto desatado
que
se inyecte
en
la Tierra.
Un
aire,
un
fuego,
un
agua salvaje.
Quizá
una
mujer-hilo
que
desteja el laberinto.
De
allí
que
la poesía
deba
empinar de nuevo
la
confianza.
La
fiesta
que
sin fronteras
acumule
la soberanía
de
las miradas,
el
aplicado aprendizaje
de
los cuerpos
agitados
sin
el plomo cobrizo
en
sus cabezas.
Sin
la dictadura
de
los pocos.
Porque
el mundo
apenas
nace.
Su
infancia nos reclama.
Víctor Raúl Jaramillo
Tomado
del libro inédito: Palabras
como cadáveres
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