jueves, 12 de abril de 2012

EL ENSUEÑO Y SU OBRA


No hay nada que siempre
sea bello y aceptado,
ni siquiera los dioses.

Saday


Al maestro, Alexis Vélez, lo podríamos comparar con un chamán shivaista. El magnetismo de su obra nos atrapa y nos enrostra la realidad como un tsunami de magia y sueño. El carácter de la forma, el temple de su trazo, la dimensión de los colores nos desdibuja esa felicidad aparente y de moda en que nos vemos inmersos nosotros, hombres y mujeres de la vida fácil. El endemoniado surgir de los símbolos enmarcados en una oscura vertiente del mito y su sólida crítica a los valores gastados de la sociedad, nos animan a pensar, tal y como se debe pensar, en estos momentos de soledad y miseria que aterrorizan la madeja de lo humano.

El racionalismo estricto se ve atenazado por el más antiguo cantar, discurrir sobre aquello que ha posibilitado la historia y la cultura. Un juego de la idea-fuerza que nutre al espectador con una dialéctica que lee a través de los días cotidianos el entramado de sus sueños, de sus desesperanzas, de su frustración, para encausar la existencia y su devenir en ríos de conciencia abierta y plural.

Alexis Vélez, no cree en una realidad absoluta, pero batalla para que ésta sea una presencia de lo individual en esta marejada de masas ciegas que se dirigen a la isla de lo imaginario imbuidas en las trampas de la razón. Esto no quiere decir que la obra del maestro sea sólo una acción solipsista, al contrario, su desnudez y la manera como trata los temas, nos asumen como parte obligada de su interés.

La angustia y la náusea se presentan desde su cerebro atareado y nos convocan al rito y la magia, al encantamiento de los personajes que transitan su ya consolidada condición de artista. El tiempo de sus cuadros, es un tiempo establecido en las funciones de la vida y la muerte. Porque cada uno de sus atavíos pictóricos evidencia la naturaleza del ser que se piensa y actualiza su participación en el terreno de lo viviente. Sin embargo, la muerte se hace vigente como en cada uno de los días que han acompañado al hombre en su tránsito sobre la Tierra.

Una muerte personal, quizá. Mas no ausente a la melancolía producida por los padecimientos de un milenio que después de dos guerras mundiales, enmaraña las habitaciones y las calles con hambruna y podredumbre. El hombre moderno, que es un hombre histórico, necesita de las huellas que el arte comparte con su posible futuro. Y en la obra de Alexis Vélez, no vemos asuntos coyunturales, sino acciones vitales y antiguas, canto y poesía que vincula las edades remotas con el actual lenguaje de las civilizaciones.

Su obra es un estandarte de la época contemporánea; es un ir y venir en repetidas y variadas veces al ensueño donde la muerte aguarda para darnos su tótem. Alexis Vélez, rescata la hondura, la filosofía de la naturaleza conjugada con la niñez extremada en su habitar solitario. El maestro, nos lleva de la mano a evidenciar el mal de las naciones, el mal de la psique agrupada en celdas coronadas de lo universal, pero ya abandonadas a la entelequia tecnocrática que asume su poder subyugando al símbolo con su intento por explicarlo y patentizarlo a la luz de la barbarie.

La concepción estética de las formas plásticas, hoy, se ha generalizado para el bien del marketing y el buen vivir de los artistas. Alexis Vélez es un pintor comprometido con su época, con un pensamiento nuclear que desarrolla la actividad creadora antes que la mercantil. Su obra está rebosada de juego, juego serio y contundente que lleva a los espectadores a sentir y pensar de manera inédita el arte de nuestra generación. A su caminar, una dosis de eternidad.



Víctor Raúl Jaramillo
Medellín, 08 de marzo de 2005

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